Berlín, 1936. Sorowitsch es el rey de los falsificadores de moneda, un judío vividor que cree que “la manera más rápida de ganar dinero es haciendo dinero”, y al que poco le importa lo que está sucediendo a su alrededor, ni siquiera con los judíos. Pero pronto es arrestado por los nazis y llevado a un campo de concentración, donde es obligado a trabajar para ellos junto a otro grupo de falsificadores. Su misión: crear libras esterlinas y dólares americanos. A cambio pueden vivir mucho mejor que el resto de los presos. Pero esto a algunos les supondrá un dilema moral, ya que cooperar con sus verdugos prolongará la guerra y podría significar la victoria para los alemanes. Así nació la denominada Operación Bernhard.
Esta es la trama principal de la película “Los Falsificadores” ganadora del Oscar a la mejor película de habla no inglesa en el año 2007. Hoy hablaremos de otra operación, la Operación FED, con un argumento muy similar y en vez de hacer un remake de una película ya escrita directamente traduzco este interesante y largo artículo.
Supongamos que hay un poderoso monarca gobernando un gran país industrializado. El monarca ha logrado desacostumbrar a sus súbditos a mercancías utilizadas como dinero, tales como el oro o la plata, y en su lugar utilizan billetes de curso legal, papeles rectangulares con el retrato del rey. El rey tiene una prensa a su disposición, que le permite la creación ilimitada de más papeles con los que puede comprar bienes en su reino.
Al principio, se podría pensar que nuestro rey hipotético tiene una riqueza infinita. Pero después de reflexionar, vemos que existen límites pragmáticos respecto a cuánto dinero nuevo podrá imprimir cada año. Es cierto que no hay limitaciones legales acerca de cuantos billetes puede crear, pero cuanta más inflación monetaria siembre, mayor será el precio de la inflación que cosechará.
Hasta cierto punto, el monarca sería realmente más pobre a largo plazo al abusar del uso de la prensa en el presente. Por ejemplo, si duplica las reservas de dinero en un año, la inflación de los precios resultante desestabilizaría su economía y provocaría mucho consumo de capital innecesario. Sus súbditos podrían ser más reacios a invertir en sus negocios y carteras de jubilación, sabiendo que él podría confiscar sus ahorros nuevamente a través de la creación masiva de dinero nuevo. Los inversores extranjeros tampoco estarían tranquilos exponiéndose al país del rey si este volatilizará demasiado su divisa de curso legal.
Teniendo todas estas cuestiones en consideración, el monarca no dudaría en sacar dinero nuevo cada año de su imprenta, pero no se le iría la mano. Esperaría conseguir un nivel moderado de inflación de precios constante, con el poder de compra de su divisa de curso legal cayendo lentamente a lo largo del tiempo de forma predecible. Todos los años, la nueva entrada de dinero en la economía representaría una transferencia de riqueza de otros tenedores de divisa al rey.
Pero, ¿qué pasaría si nuestro monarca fuera muy derrochador? ¿Y si quisiera gastar más dinero del que pudieran soportar los ingresos y los tributos que ganase en su posición de monarca, incluso incluyendo la cantidad de dinero nuevo que se atreve a crear todos los años con su prensa? En este caso, el monarca aún puede recurrir al viejo préstamo. Por lo tanto, cualquier año, el monarca solo puede gastar lo que recoge en forma de tributos (impuestos), financiación de deuda e inflación.
A simple vista, nuestro sistema monetario vigente no se parece al sencillo cuento de un rey con una prensa. Por una razón, el Tesoro estadounidense es una entidad distinta de la Reserva Federal. Cuando el gobierno federal norteamericano entra en déficit presupuestario, no puede simplemente pedirle a la Reserva que imprima los dólares suficientes para cubrir el déficit. No, el Tesoro siempre cubre sus déficits presupuestarios emitiendo deuda, denominada como títulos del tesoro, que son bonos, pagarés vendidos por el Tesoro a inversores externos que prestan hoy dinero al Tesoro esperando que este les pague en el futuro.
Pero, un momento, hay más aún. Uno de los principales compradores de esta deuda pública es la Reserva Federal misma. Este fenómeno es especialmente acentuado durante situaciones de urgencia como grandes guerras y la actual crisis financiera. De hecho, en el segundo trimestre de 2009, la Reserva Federal fue el comprador efectivo de alrededor del 48% de la nueva deuda pública emitida durante ese período, como parte de su «ajuste cuantitativo.» Es cierto, la Fed no aparece en las subastas de la Tesorería y compra directamente las nuevas letras del tesoro y así sucesivamente, pero los agentes privados pagan precios más elevados por los títulos del Tesoro sabiendo que la Fed está esperando entre bastidores para recogerlos.
Llegados a este punto, veamos exactamente lo que ocurre cuando la Reserva Federal compra títulos del Tesoro a un agente privado. Digamos que la Fed quiere comprar 1 millón de dólares en letras del Tesoro a Joe Smith. Entrega a Joe un cheque por valor de 1 millón de dólares, girado por la propia Fed. Joe entrega las letras del Tesoro a la Fed, que acaban en el activo de su balance. Joe deposita entonces el cheque en su cuenta personal de cheques, cuyo importe asciende a 1 millón de dólares.
La Fed ha aumentado la demanda de dinero en 1 millón de dólares. En momentos normales, debido al sistema bancario de reserva fraccionada, el banco Joe prestaría 900.000$ de su nuevo depósito a otro cliente, de modo que la demanda de dinero crecería más aún. Pero eso no es lo que nos interesa en este artículo, de manera que dejaremos este hilo de ideas.
En lo que nos queremos centrar es en el efecto de la compra de la Fed de los títulos del Tesoro estadounidenses. Al entrar en el mercado de los bonos y comprar títulos del Tesoro (con dinero creado de la nada), la Fed eleva el precio de los bonos. Esto significa que sus rendimientos se caen. Así que, por ejemplo, si el Tesoro emite una letra del Tesoro prometiendo pagar al tenedor 10.000$ en 12 meses, el precio de subasta determina cuánto dinero obtiene el Tesoro realmente para prestar ahora a cambio de su promesa de devolver 10.000$ en un año. Si la demanda es tal que la gente paga 9.901$ por cada letra del Tesoro con un valor nominal de 10.000$, entonces el Tesoro consigue tomar prestado dinero durante un año a un tipo de interés del 1 por ciento.
Ahora vemos por qué la gente del Tesoro es aficionada al programa de «ajustes cuantitativos» de la Fed, en el que Vern Hanke decidió que era de interés nacional añadir más de un billón de dólares de deuda pública al balance de la Fed. Por lo menos, la compra masiva de deuda pública por parte de la Fed impulsa el precio de subasta de los títulos del Tesoro, lo que significa que el gobierno federal puede pedir prestado a tipos de interés más baratos.
Ahora bien, si esta fuera toda la historia, sería sospechoso, pero no tan malo como nuestro hipotético monarca con la prensa. Seguro, la Fed crearía nuevos dólares (lo que impulsaría el precio de los bienes y servicios) para mantener los costes de los préstamos del Tesoro bajos. Pero aún así, el Tesoro tendría que pagar algún interés a su deuda, en particular a la deuda a largo plazo con intereses mayores, como pagarés del tesoro a 10 años. Así que aunque el mecanismo que hemos descrito podría incentivar al Tesoro a generar déficits mayores a expensas del ciudadano medio, que sufre por la subida de sus precios, las cosas no parecen tan torcidas como en el caso de nuestro monarca.
Ah, pero aún no hemos acabado. No solo la acumulación artificial de deuda pública de la Fed hace caer el tipo de interés, sino que la Fed además devuelve el derecho del pago de intereses a la Tesorería. Después de todo, el interés es la manera de «hacer dinero» de la Fed. Emite cheques por sí misma (creados de la nada) y acumula activos, y después gana el interés (en algunos casos) y ganancias de capital de los activos. Pero después de que la Fed paga a sus empleados, paga su cuenta de la luz, y lanza la fiesta de Navidad, envía el exceso de ingresos al Tesoro.
Por ejemplo, en el año fiscal 2008, la Reserva Federal distribuyó al Tesoro estadounidense unos 31,7 miles de millones (página 173) de sus ingresos netos. Para repetir, mucho de este dinero consistía en pagos de intereses que la Tesorería pagó a los tenedores de su deuda, que resultan ser en su mayoría la Fed. Por tanto, no solo mantiene la Fed artificialmente bajo el tipo de interés oficial a través de su creación de dinero, sino que los pagos de intereses por sí mismos son reembolsados en gran parte al Tesoro, hasta el punto de que la Fed acaba siendo la tenedora de la deuda en lugar de personas externas.
Está bien, de modo que la Fed (a) elimina el tipo de interés de la deuda del Tesoro y (b) reembolsa de forma virtual todos los pagos de intereses de la deuda pública que tenía. Y recordemos que la forma en que lo hace es creando nuevos dólares de la nada, para comprar deuda pública a los inversores originales que prestaron dinero al Tesoro. Por tanto, la Fed está ayudando claramente al gasto del déficit público del gobierno estadounidense a expensas de todos los que tienen activos denominados en dólares estadounidenses.
Aún así, la única cosa que contiene a la completa temeridad de la Fed es que siguen teniendo que pagar el principal de los bonos cuando vencen, ¿verdad? En otras palabras, todo lo que hemos mostrado es que la Fed permite al Tesoro generar déficits a cambio de gastos por intereses a 0, al menos para la deuda en poder la Fed. Pero esto sigue estando lejos de nuestro hipotético monarca, que tenía un componente entero de sus gastos que conseguía año sí, año no haciendo funcionar la prensa.
Lo siento, pero nuestro propio sistema financiero tiene la misma característica. Cuando los títulos del Tesoro en poder de la Fed vencen, para que el Tesoro tenga que pagar el valor nominal del principal, la Fed refinancia la deuda. A lo largo del tiempo, el valor nominal de mercado de la deuda pública en poder de la Fed crecerá de forma continua. A menos que se produzca un cambio repentino en su política, el Tesoro sabe que nunca tendrá que pagar su deuda. A todos los efectos prácticos, cualquier deuda pública que acabe en el balance de la Fed equivale en términos económicos a nuestro monarca haciendo uso de la prensa para pagar sus facturas. [1]
Una última consideración. Hasta ahora hemos visto que el moderno gobierno estadounidense, con su complejo banco central y sistema de dinero de curso legal funciona en esencia como un rey con una sencilla prensa, en la medida en la que la Fed esté dispuesta a acumular grandes cantidades de deuda pública. Pero ¿qué determina cuánto está dispuesta a asumir? Y ¿en qué medida decidiría la Fed disminuir sus operaciones de mercado abierto y dejar de crear tantos dólares nuevos para (de forma indirecta) entregárselos al gobierno?
La máxima restricción en las operaciones de la Fed es la misma que afrontaba nuestro rey hipotético: el inversor y ciudadano reaccionará de forma violenta en respuesta a la subida de precios. Esto es, la Reserva Federal solo puede absorber tanto de la nueva deuda pública cada año porque demasiada creación de dólares puede conducir a una inflación de los precios inaceptablemente alta. Así, nuestro gobierno derrochador, como el monarca hipotético, debe financiar parte de su gasto a través de préstamos tradicionales de ciudadanos privados y otros gobiernos.
Conclusión
Despojado de esta terminología elaborada y mecanismos confusos, el moderno banco central se reduce a una operación legalizada de falsificación. Si hubiera una repentina protesta pública generalizada para «parar la prensa», podríamos apostar a que nuestro monarca hipotético movilizaría a todos sus aliados de los medios para desacreditar a la gente que amenaza su fuente de ingresos. Bajo esa perspectiva, podemos entender la reacción de hoy de la gente pidiendo el«fin de la Fed.»