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El peso argentino se hunde

En los mercados financieros, las memorias pueden ser cortas. El año pasado, Argentina vendió bonos a 100 años, uniéndose a un selecto club de países con la confianza de pedir préstamos por un período tan largo. Sí, la misma Argentina que ha incumplido ocho veces su deuda en los últimos 200 años, incluyendo el mayor incumplimiento soberano de la historia en 2001. Poco antes de que los inversores decidieran que era una buena idea otorgar préstamos a la nación sudamericana durante 100 años, ésta quedó excluida en gran medida de los mercados internacionales de capital.

En junio de 2017, Argentina vendió 2.750 millones de dólares en bonos a 100 años denominados en dólares estadounidenses con un rentabilidad efectiva del 8%. La historia de los incumplimientos parecía haber sido olvidada: se presentaron casi 10.000 millones de dólares en ofertas por los bonos. La venta se produjo en un momento en que los inversores estaban hambrientos de deuda de alto rendimiento, pero también mostró confianza en el presidente Mauricio Macri y su programa de reformas a favor del mercado.

Lo curioso viene ahora… Menos de un año después, Macri ha pedido al FMI un préstamo de 30.000 millones de dólares para ayudarlo a combatir una crisis monetaria y limitar más daños a la economía argentina a causa de un peligroso estallido de la agitación del mercado. Esto sucedió en un contexto de desplome del peso , lo que llevó al banco central a vender reservas y elevar las tasas de interés al 40% en un intento por contener una de las tasas de inflación más altas del mundo y detener la caída del peso.

El banco vendió 408 millones de dólares en reservas el lunes como parte de su esfuerzo por apuntalar el peso. Durante toda la semana pasada, la moneda se debilitó un 6,30%, y durante los primeros 11 días de mayo se debilitó un 12,03%. La relación del dólar estadounidense frente al peso ha pasado desde los 19,59 pesos hasta los 24,94 pesos actuales.

Cuando Macri llegó al poder a finales de 2015, prometió deshacer las políticas económicas populistas de su predecesora Cristina Fernández de Kirchner, que incluían controles de divisas, restricciones comerciales y un fuerte gasto gubernamental. En ese momento, el país se enfrentaba a una inflación de dos dígitos, a grandes déficits y a un acceso limitado a los mercados internacionales de capital. Los inversionistas le dieron a Macri cierto margen de maniobra porque una devaluación del peso argentino, tasas de interés más altas y recortes incómodos a los subsidios gubernamentales estaban entre los cambios difíciles pero necesarios que el presidente prometió.

Pero entonces el gobierno y el banco central cometieron un error, a los ojos de los inversionistas. En Argentina, la alta inflación es un problema crónico. La tasa de inflación anual superó el 20% el año pasado, la segunda más alta , sólo por detrás de Venezuela. Sin embargo, a finales del año pasado, el gobierno suavizó sus objetivos de inflación, apuntando a una tasa del 15% este año, en lugar de entre el 8% y el 12%, e impulsando el objetivo de reducir el crecimiento de los precios al 5% entre 2019 y 2020. A esto le siguió en enero el recorte de los tipos de interés por parte del banco central, hasta el 28%, que sigue siendo alto en la mayoría de los casos, pero una medida curiosa para los responsables de la formulación de políticas que buscan domar la inflación.

Marc Fortuño

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