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Japón, el ejemplo que ningún país debería seguir

La economía de Japón se contrajo un 1,4% durante el cuarto trimestre de 2015, lo que añade más dudas si cabe sobre la eficacia del primer ministro Shinzo Abe en su particular Abenomics. Japón ha luchado duro para salir de una espiral deflacionaria, una amenaza que todavía está presente sobre su economía. El crecimiento de la tercera economía mundial es especialmente frágil e inestable. El consumo interno es lento, las exportaciones dependen del impulso proporcionado por la debilidad del yen, la población está envejeciendo, y los mercados de valores de Japón siguen siendo volátiles, ante los elevados factores de riesgo internos como externos.

En diciembre de 2012, el primer ministro Abe dijo, «Con la fuerza de todo mi gabinete, voy a poner en práctica la política monetaria en negrita, la política fiscal flexible y una estrategia de crecimiento que estimula la inversión privada, y con estos tres pilares de la política, lograr resultados». Las políticas estaban destinadas a reforzar la lenta economía de Japón en la senda de crecimiento, aumentando la demanda interna, mientras que el objetivo de 2% de inflación.

A pesar de la flexibilización cuantitativa destinada a la compra de bonos fue introducida por primera vez en Japón en la década de 2000. Como se ve que «no habían hecho suficiente» la política monetaria se volvió a utilizar como parte del programa económico de Abe. Asimismo, como resultado de la política fiscal expansiva de Abe, incidiendo en sus reiterados déficits, la deuda pública japonesa se ha disparado (el multiplicador monetario de Keynes no ha funcionado). Entre las naciones desarrolladas, Japón tiene la mayor proporción de deuda-PIB con más de 245% por ciento de deuda pública  sobre PIB. Las reformas estructurales de Abenomics incluyen no sólo seguir con una política monetaria ultraintervencionista, sino que se aprecian medidas positivas tales como facilitar las regulaciones comerciales, la liberalización de los mercados de trabajo y el subida de impuestos como el IVA para controlar el déficit y el recorte de impuestos a las empresas para mejorar la competitividad de Japón.

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El éxito de inicial de Japón tras la introducción de Abenomics resultó en una mayor confianza de los consumidores y las ganancias en los mercados financieros. Sin embargo, su éxito fue de corta duración, y la «estrategia de las tres flechas» obviamente no ha funcionado. El crecimiento interno bruto de Japón sigue rodar, de hecho en los últimos siete años la economía nipona ha experimentado cinco recesiones.

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Como podemos ver en el siguiente gráfico, las devaluaciones competitivas ya no funcionan en Japón, la técnica de acaparar crecimiento a espaldas del resto de economías no ha resultado efectivas y laas exportaciones han permanecido estancadas en estos últimos años. Abenomics, que ha estado en vigor durante los últimos tres años, ha sido cuestionado cada vez que la economía de Japón no ha mostrado los resultados deseados.
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En un entorno sin inflación, sin crecimiento y de intervencionismo monetario, las empresas en Japón continúan sentándose sobre el efectivo. A todo ello, hay que añadir más problemas en la economía japonesa como la debilidad de China, socio comercial y una población excesivamente envejecida, lo que dificultará el pago de las pensiones. Para combatir estos problemas y rizar más el rizo si cabe, el Banco de Japón recientemente ha adoptado una política de tipo de interés negativo hasta -0,1% a las reservas bancarias, una medida que ya introdujo el BCE para proporcionar un nuevo impulso a los préstamos y la inversión.

Para finalizar, a pesar de todo el intervencionismo monetario que está llevando a cabo el BoJ, desde los máximos de 2015 situados en los 20.720 puntos, la bolsa japonesa (Nikkei 225) ha perdido el 24%, mostrando, de nuevo, su debilidad ante el crecimiento mundial.

Nikkei

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