El documental El Poder del Dinero de Malcolm Clark por un lado pretende ser una crítica a la economía liberal de mercado y a los economistas racionalistas a los que pretende echar las culpas de la última crisis pero por otro refleja de forma empírica –con experimentos- algo de lo que he tratado varias veces en esta tribuna: la importancia de la psicología en el mundo financiero. Me voy a centrar en esta faceta ya que incluso va más allá y nos muestra que en cuestiones de dinero somos, de hecho, menos racionales que en otras facetas de nuestra vida. Como contrapunto, se ofrecen opiniones de varios miembros de la Universidad de Chicago, de la que proceden más premios Nobel de Economía que de ninguna otra, que intentan defender la racionalidad de la economía basándola en los parámetros que ya fijó Adam Smith hace más de 2 siglos.
Sin embargo, los modelos macro basados en nuestra supuesta racionalidad, como hemos visto en las última burbujas, fracasan y eso sucede porque a nivel micro nuestras emociones dominan sobre el intelecto cuando tomamos decisiones financieras. Veamos cinco ejemplos:
- El sesgo del presente que nos lleva a preferir 100$ ahora mismo que 102$ pasado mañana.
Esto me recuerda a los clientes bancarios que eligen un regalo cuando abren un depósito o un plan de pensiones antes que el mismo producto más rentable que les ofrece otra entidad. - El anclaje. Si un número está presente en la mente de un apostador, influirá en su apuesta aunque nada tenga que ver. En el documental hacen escribir a unos voluntarios los dos últimos dígitos del número de su Seguridad Social y luego les invitan a intentar valorar el precio de un objeto y resultó que coincidían las pujas de mayor cifra con las de número más alto escrito anteriormente.
Este fenómeno tiene su influencia cuando una gran mayoría de personas consideran más barato un valor bursátil por cotizar con un número bajo y de hecho, es el motivo principal por el que se realizan los splits (reducción del precio de una acción en la misma proporción que aumenta el número de acciones emitidas), tan comunes en tendencias alcistas y que suelen “animar” al valor que reduce su dígito de cotización. - El entusiasmo emocional. En laboratorio se ha demostrado que cuando nos hablan de ganar dinero se potencian partes de nuestro cerebro del mismo modo que lo hacen ante una buena comida o ante el sexo. Realmente nos entusiasmamos tanto que, como en otras facetas de la vida, nos dejamos llevar.
Las burbujas financieras son el principal ejemplo de esto: nadie se quiere quedar fuera de un producto que provoca tantos beneficios a tantos y dejamos de pensar con claridad. Otro experimento que aparece en el documental demuestra que personas que saben que están dentro de una burbuja continúan alimentándola aún a sabiendas del peligro. - La subjetividad en la valoración. Se pide a un grupo que pujen por un termo y la media que sale es de 6$, luego se les dice a todos por separado que es suyo y una hora después les preguntan cuánto creen que vale…y la media sale 9$, demostrando que valoramos mucho más lo que es nuestro.
Esto se ve mucho en la bolsa: somos mucho más objetivos opinando sobre un valor si no tenemos posición alguna en él ya que si estamos comprados lo vemos alcista y si queremos comprarlo más barato lo vemos bajista. - La empatía. Nuestro estado anímico influye en nuestras decisiones, hacemos cosas diferentes si hemos estado influidos por la visión de una comedia o de una tragedia pero es más, también nos influye la sensación general que exista porque tendemos a sentirnos identificados con la pasión social predominante en el momento.
Esto se aprecia a diario en los mercados con el contagio global de sensaciones desde Asia hasta los EUA pasando por Europa.
Aunque no se cita en el documental, me gustaría recordar también el
- Exceso de confianza en las habilidades de uno mismo. Y para ello cito al analista Barry Ritholtz: “Si le preguntamos a cualquier grupo de propietarios de automóviles lo buenas que son sus habilidades de conducción, aproximadamente el 80% va a decir “por encima de la media”. Lo mismo sucede cuando evaluamos nuestra capacidad de invertir en los mercados. La mayoría de nosotros creemos que estamos por encima de la media cuando no es posible.”
Todo esto me recuerda una reflexión de Charles Ellis hizo cuando estaba gestionando el fondo de dotación de 15 millones de dólares de la Universidad de Yale (cito de memoria):
Si se ve un partido de fútbol profesional, es obvio para todos que los deportistas que hay en el campo son mucho más rápidos, más fuertes y más dispuestos a soportar e infligir dolor que cualquiera de los espectadores.
Seguro que si se animara al público a participar en una confrontación contra ellos la respuesta mayoritaria sería el rechazar la invitación por ser demasiado arriesgado. Sin embargo, sabemos que el 90% del volumen del mercado de valores se lleva a cabo por las instituciones, y por profesionales comprometidos, muy bien preparados, muy bien informados y –añado yo- mucho más rápidos, más fuertes y más dispuestos a soportar e infligir dolor que cualquiera, ¿No sería entonces lo más inteligente rechazar la invitación a jugar con ellos por ser demasiado arriesgado?