Artículos de opinion
Poco después del crack del 29, en 1933, un joven procurador llamado Ferdinand Pecora, condujo de una forma bastante violenta y espectacular las audiciones de varios directores bancarios sobre su papel detestable en dicho crack, haciendo bascular la opinión pública hacia una regulación del sistema bancario. Esto es lo que nos contaba el desaparecido medio online “Soitu” hace un año en su búsqueda de un “Pecora” del siglo XXI.
El ex fiscal Ferdinand Pecora dirigió la comisión que lleva su nombre, gracias a la cual se descubrió que “muchas de las principales figuras de la banca, los grandes negocios y las finanzas —los autotitulados “magos del capitalismo americano“— no eran más que unos ignorantes que se dedicaban a engañar a la gente, como por lo demás suelen hacer lo magos.
La investigación dirigida por Pecora estudió las maquinaciones financieras que llevaron a la Gran Depresión. Acabó con varios banqueros y gestores prominentes de las finanzas en la cárcel. El caso más famoso fue el de Richard Whitney, presidente de la Bolsa de Valores de Nueva York. El equipo de Pecora probó que tenía una “lista preferencial”, con un ex presidente y un miembro de la Corte Suprema de Estados Unidos entre otros cargos de postín, a los que favorecía vendiéndoles acciones con descuentos importantes
Con la llegada al poder de Franklin D. Roosevelt , y su política del New Deal da lugar a una nueva ley, la Glass-Steagall
Una de las características de esta ley era la de hacer una separación entre la banca de depósito y la banca de inversión (bolsa).
Muchos os preguntaréis ¿No es esto jústamente lo que anunció Obama la semana pasada y que tan mal ha sentado a la banca?. Efectivamente, en el año 1999 el senado se “convenció” de la necesidad de abolir este último «vestigio de los años 30».
Como dijo Roosevelt en su día para llevar adelante la ley:
Prefiero rescatar a los que producen alimentos que a los que producen miseria
El otro día, John Jey, un economista del Banco de Inglaterra escribió un interesante artículo sobre el potencial de muchos para llenarnos de miseria y la diferencia entre el uso del dinero para crear valor o para especular.
Puedes hacerte rico generando riqueza o apropiándote de la riqueza generada por otros. Cuando la apropiación de la riqueza de otros es ilegal se denomina robo o fraude. Cuando es legal, los economistas la denominan “sistema de captación de rentas” también llamado especulación.
Los sistemas de captación de rentas pueden adoptar muchas formas. En la autopista europea más antigua, el río Rin, los castillos en promontorios de piedra datan de la época en la que los bandidos con títulos aristocráticos cobraban peajes al tráfico circulante. En los países pobres el centro de la vida política y comercial se encuentra con frecuencia en los sistemas de captación de rentas más que en la creación de riqueza. Esto sirve para explicar por qué algunos países son ricos y otros pobres.
Los sistemas de captación de rentas dan lugar a la paradójica maldición de los recursos. La riqueza en petróleo o minerales generalmente reduce la calidad de vida de la población debido a que desvía el esfuerzo y el talento de la creación de riqueza a los sistemas de captación de rentas. Tristemente, la ayuda a terceros países suele tener un efecto parecido.
Los sistemas de captación de rentas se pueden materializar a través de comisiones en los contratos del gobierno, o a través de la apropiación de bonos del estado por parte de oligarcas y familiares de los políticos.
Pero en economías más avanzadas, los sistemas de captación de rentas adquieren formas más sofisticadas. En lugar del 10 por ciento sobre las ventas de armamento, tenemos el 7 por ciento sobre otros bienes. Las rentas se obtienen con frecuencia de forma indirecta de los consumidores y no de forma directa del gobierno, como ocurre con la protección contra la competencia desleal de bienes de otros países y nuevos participantes, y el clamor de la extensión de los derechos de propiedad intelectual. También se pueden conseguir rentas a través de empleos con sueldos excesivos en funciones gubernamentales con demasiado personal.
Los sistemas de captación de rentas se encuentran allí donde se concentra el poder económico, en el estado, en grandes negocios privados, en grupos de cooperación y en empresas que operan ilegalmente. Las concentraciones privadas de poder económico tienden a autoreforzarse. Este problema ha sido ampliamente reconocido en la época dorada estadounidense. El miedo bien fundado era que los nuevos mega-ricos, los Rockefeller, Carnegie, Vanderbilt, podrían utilizar su riqueza para mejorar su influencia política y aumentar su poder económico, trastornando tanto el mercado como la democracia. Hoy es Rusia la que ejemplifica este problema.
Pero América tiene una nueva generación de captadores de rentas. Los modernos equivalentes de los castillos del Rin son los salones sociales de primera clase y aviones corporativos. Sus ocupantes son banqueros de inversión y ejecutivos corporativos.
El control de los sistemas de captación de rentas requiere una descentralización del poder económico. Estas políticas implican límites en el papel económico del estado, restricciones a la concentración del poder económico en grandes negocios, vigilancia constante en los límites entre el gobierno y la industria, y una mezcla de supervisión externa y normas internas para limitar la capacidad de los individuos codiciosos de las grandes organizaciones para apropiarse de las rentas corporativas.
La privatización y la disolución de los monopolios establecidos por ley han reducido los sistemas de captación de rentas por medio de grupos organizados de empleados públicos. Pero la escala de las actividades de captación de rentas corporativas por parte de los negocios y de captación de rentas personales por parte de individuos con experiencia en los negocios y las finanzas ha aumentado de forma repentina.
Las consecuencias se pueden observar en el crecimiento de grupos de presión en Capitol Hill y los concurridos restaurantes de Bruselas, en la estructura de industrias como las farmacéuticas, los medios, equipos de protección, y, por supuesto, servicios financieros, y en la explosión de la remuneración de directivos.
Es esencial evitar la concentración del poder económico debido a que la innovación depende de los nuevos participantes. Una posición a favor de los negocios debe distinguirse de una postura a favor del mercado. En las dos décadas posteriores a la caída del muro de Berlín, esa distinción no se ha podido apreciar lo suficientemente bien.
Se cuenta la historia de un político ruso que visitó los EE.UU. después de la caída de la Unión Soviética y que preguntó: «¿ Quién se encarga del suministro de pan de Nueva York?» El burócrata no había aprendido cómo funcionan los mercados, y nosotros corremos el riesgo de olvidarlo. La esencia de una economía de libre mercado no se encuentra en que el gobierno no la controle, sino en que nadie lo haga.
Un ejemplo de todo esto lo contó el otro día Droblo en el foro mediante una simple gráfica de la situación en EEUU.. ¿Por qué los políticos defienden a los bancos?.
Ya me gustaría a mi conocer estos datos en España….