Empezaré diciendo que, a pesar de la mayoritaria opinión en contra, yo estoy de acuerdo con la repatriación de los dos enfermos españoles de ébola llevada a cabo. El problema es que estoy de acuerdo por razones distintas a las que creo que han sido las que han llevado a nuestro Gobierno a llevarlo a cabo. Sin entender gran cosa de medicina, de investigación médica ni de patologías de enfermedades infecciosas, mi razonamiento se basa en lo económico y en el sentido común. Nos hallamos ante una enfermedad que, por cobertura mediática, por virulencia y por interés de las grandes farmacéuticas, lleva paso de convertirse en una digna sucesora de la gripe A, que hizo ganar auténticas fortunas a costa del miedo de medio mundo.
Hasta ahora, y esto es algo de lo que se quejan gobiernos de países afectados, ONG’s y la propia OMS, los gobiernos de los países desarrollados y las empresas farmacéuticas han mirado para otro lado, mientras la enfermedad se extendía (y lleva 40 años haciéndolo) por la empobrecida población de unos países que no tienen medios ni para pararla, ni para tratarla. Es más, sabemos más del ébola a través de organizaciones como Médicos sin Fronteras que de los laboratorios que supuestamente han de investigar su tratamiento y cura.
Lo que está claro es que la enfermedad lleva un tiempo ya rondando las puertas de Europa, según un estudio del Laboratorio de Modelos Sistémicos Biológicos y Socio-Técnicos, hay una alta probabilidad de que el virus llegue a Francia (75%) o a Gran Bretaña (50%) antes del fin de este mes. Y aquí es donde abogo por lo oportuno de estas repatriaciones: el conseguir cepas del virus en pacientes vivos y europeos puede dar una información muy valiosa a nuestro sistema de salud a la hora de conseguir un tratamiento eficaz. Es decir, me gustaría creer que nuestro Gobierno, en un alarde de valor, tomo esa decisión con el fin de poner a trabajar a todo el potencial investigador de nuestro país en la búsqueda de un tratamiento y una cura de una enfermedad que, parece que inevitablemente, nos va a alcanzar igualmente.
Lo que hasta ahora se ha visto creo que desmiente mi optimista visión: al final habremos repatriado a estos misioneros tras la llamada de turno de un obispo amigo de alguien y los hemos acabado trayendo para demostrar a todo el planeta cómo se hace el coger voluntariamente una patata caliente para achicharrarse las manos.
Sin embargo todo tiene su parte positiva: en apenas un mes, y sólo en África, el coste económico de esta enfermedad se ha multiplicado por 28, de una horquilla que va de 362 a 916 millones de euros a 25.800, según datos del Banco Mundial ofrecidos en rueda de prensa por su presidente. Ahora que ya tenemos el primer infectado en suelo europeo esta cifra puede multiplicarse aún más. De hecho, aunque el ébola no se extienda más por Europa, el efecto miedo ya es imparable, con lo que las empresas investigadoras ya han dotado fondos para la investigación a sabiendas de que van a rentabilizar ya su inversión. Nadie como ellas para saber que el miedo es aún más rentable que la propia enfermedad. Pero no sólo los laboratorios serán los que consigan su parte del pastel, empresas que fabrican los famosos trajes de aislamiento, las especializadas en limpiezas, y, cómo no, las que vendan el famoso gel para desinfectarse las manos sin agua, que tanto se popularizó en la crisis de la gripe A.
De momento las farmacéuticas ya han conseguido que la OMS apruebe el uso de tratamientos experimentales, lo que redundará en una disminución de costes de investigación de estas empresas y así, los laboratorios, en su mayoría Estadounidenses y Canadienses, han emprendido una carrera contrarreloj (ahora sí) porque saben que el primero que encuentre una vacuna o una cura se llevará el gato al agua. Por poner un ejemplo, el Departamento de Defensa de EEUU ya han inyectado a Tekmira, uno de los laboratorios que se han lanzado a la carrera, más de 140 millones de dólares para la investigación.
Lo peor de todo es la lección que estamos enseñando a todos estos países africanos. Con una inversión mínima, comparada con lo que ahora vamos a gastar, podríamos haber dotado a las naciones afectadas de instalaciones, medicamentos y profesionales que podrían haber controlado la epidemia en origen, ayudando de paso en el control de otras enfermedades, que también las tienen. Sólo cuando occidente se siente amenazado reacciona y no faltan medios. Siendo así ¿qué impedirá que uno de estos países, si en un hipotético futuro se viera atacado por otra de estas enfermedades, hiciese todo lo posible por extender cuanto antes el mal hacia los países desarrollados? A sabiendas de que entonces llegaría la ayuda, la cura y quizás hasta el crédito económico para paliar los efectos económicos de la enfermedad.