Daniel Gross, del Center for European Policy Research de Bruselas, relató en su libro «Plop! Por qué las burbujas son buenas para la economía» que hay un cliché económico que se repite sin cesar a lo largo de las últimas décadas: «Irrumpe en escena una maravillosa tecnología o aparece un nuevo y tentador activo. Un largo periodo de bonanza genera la sensación de que esta vez es diferente, de que se avecina una interminable época dorada. Entonces se publicitan sensacionales pronósticos que justifican la inversión y el endeudamiento hasta niveles estratosféricos. Esa tendencia acaba atravesando el mundo empresarial y financiero, llega a la cultura popular y entonces la gente se lanza a comprar activos, se adquiere una segunda o incluso una tercera residencia en la playa, en la sierra, donde sea. Hasta que la burbuja estalla y el castillo de naipes se desvanece.» En resumen: pura psicología.
A veces para tratar de entender los movimientos de los mercados todos nos olvidamos de una máxima fundamental: la bolsa (y el bitcoin y otros productos) la mueven personas con unos esquemas mentales muy comunes. Incluso los programas automáticos que tanto volumen generan se basan en pautas psicológicas elementales. Un ejemplo: Hace no demasiado cuando alguien ganaba un 5% comprando unas acciones de Santander a 5€ no tenía prisa en venderlas, se decía aquello de «¿y qué voy a hacer con el dinero?», era una tendencia alcista tranquila, ahora si se gana un 5% comprando unas acciones de Santander a 2€ se tiene prisa por venderlas, parece que quemen. Esto pasa porque la volatilidad genera miedo y falta de confianza, da igual el precio y la acción que sea: en resumen, es pura psicología.
Y es que casi todos los grandes maestros de la ciencia del dinero fueron incapaces de hacerse millonarios. No me refiero a enriquecerse vendiendo libros de texto, sino especulando. Que yo sepa, no contamos más que con tres hábiles especuladores en la historia económica:
- Cantillon , quien acabó asesinado,
- David Ricardo, que apostó por la victoria de Waterloo comprando deuda pública inglesa, y
- Keynes, quien, tras un breve tropiezo, se hizo rico en el mercado de divisas.
Es decir, el saber economía no convierte a nadie en experto en ganar dinero.
Sin embargo, con pautas psicológicas si se puede hacer dinero incluso sin saber economía. Un ejemplo: Morningstar encargó en 1999 (pocos meses antes del estallido de la burbuja .com) a los profesores Bernatzi, Kahneman y Thaler (que luego sería Nóbel) que llevaran a cabo una encuesta para determinar hasta qué punto los inversores de Walll Street estaban sujetos al problema del exceso de optimismo. Y ellos hicieron un sondeo con una sencilla pregunta: Cuando se plantea una inversión financiera, ¿pasa más tiempo pensando en las ganancias que podrá obtener o en las pérdidas que podría padecer? Las respuestas fueron las siguientes:
- El 39 % declaró que pasaba mucho más tiempo, prácticamente todo el tiempo, pensando en lo que iba a ganar.
- El 35 % que pasaba más tiempo pensando en lo que iba a ganar.
- El 19 %, hacía lo correcto, es decir, pasar el mismo tiempo valorando la ganancia o la pérdida.
- El 6 % tan sólo decía que pasaba algo más de tiempo valorando la pérdida.
- El 1 % decía que pasaba casi todo el tiempo valorando la posible pérdida.
Creo que los resultados son reveladores. El 74 % de los que entran en el mercado lo hace porque cree que va a ganar mucho y no valora adecuadamente el riesgo. Sólo un 7% se preocupa mucho por las pérdidas. ¡ El 74 % frente al 7% ! y un miserable 1 por ciento de gente que se preocupa de forma extrema por las pérdidas frente a un 39 % que se preocupa casi sólo de lo que van a ganar. Por eso el excesivo optimismo es tan grave…
Y ahora volvamos a nuestros propios esquemas mentales: ¿Acaso no es cierto que si compramos algo y sube ya damos por segura la ganancia aunque no hayamos vendido y si compramos y baja en cuanto recuperamos nuestro nivel estamos deseando vender al mismo precio que antes nos sedujo para comprar? La acción y el precio es el mismo, sólo ha cambiado nuestra percepción. Es apasionante, ¡hay estudios serios que incluso han encontrado relación entre los días soleados y las subidas en bolsa! Todo esto demuestra que la bolsa no es una entelequia que manejan unos personajes inaccesibles con una inteligencia superior, es algo tan humano como cualquier otra actividad y sus impulsos a veces son tan irracionales porque son un fiel reflejo de nosotros mismos y nuestros esquemas mentales, a veces poco “lógicos”.
De hecho, hay una serie de términos más propios de psicología que de economía que explica muy bien esta estructura bursátil y que se aprecian muy bien en este famoso gráfico que podría –quizás- superponerse al gráfico bursátil de 2020:
Optimismo, entusiasmo, emoción, estoy listo, euforia, ansiedad, negación, miedo, desesperación, pánico, capitulación, desánimo, depresión, esperanza, alivio, optimismo.
Ahora que hay tantos estudiando los «retrocesos de Fibonacci» o las ondas Elliot quizás deberían mejor bucear en sus propios sentimientos para ser mejores inversores. Pensándolo bien, este es un buen consejo para ser mejor en casi todo.