Cuando Fernando de Aragón e Isabel de Castilla acuñaron el real, la primera moneda del reino unificado de España, no podían imaginar que estaban echando las bases de tres fuertes íconos culturales que perdurarían hasta más allá del segundo milenio: el signo del dólar ($) y el “bit”, la unidad básica de información de los ordenadores.
En 1497, pocos años después de la victoria definitiva sobre los moros, con el reino recién unificado y ya en los albores de la más fantástica expansión económica, política y cultural de la corona heredada de los visigodos, España sintió la necesidad de contar con una divisa común para los dominios de Fernando e Isabel.
Fue así como nació el “real de a ocho”, una moneda bimetálica, con versiones de plata y oro (el llamado excelente). Se creó un nuevo signo para representar la moneda, formado por dos rectas verticales que representaban las columnas de Hércules y una curva sinuosa que substituía la cinta con el plus ultra. Era el signo de pesos ($)¸ que los norteamericanos rebautizaron como signo de dólar.
Hasta el siglo XIX, el real español circuló en Estados Unidos, donde valía 12,5 centavos de dólar y era llamado “bit” Hasta bien entrado el siglo XX, los norteamericanos mantuvieron el recuerdo de esta división en ocho partes.
Muchas historias corren sobre el origen del dólar y esta que os he contado, es una de las más factibles y la que más quiero creer que sea cierta.
Todo imperio ha tenido su moneda y a nosotros, como ciudadanos del siglo XXI nos ha tocado vivir el del dólar al cual, por cierto, no hacemos nada más que proclamar su muerte y él no hace nada más que demostrar su fuerza.
Estos días vemos como el Euro se está derrumbando y muchos nos preguntamos ¿Es el Euro el que baja o es el Dólar el que sube?. A veces, parece que nos olvidamos de que existen otras monedas que tienen mucho que decir en la economía mundial. Veamos que es lo que se cuece ahí fuera.
Las políticas de tipos de cambio son un problema
Más que las políticas, lo que supone un problema es la ausencia de tipos de cambio realistas en el mercado de cambio de divisa de los últimos años. Los tipos de interés de algunas monedas importantes con respecto al dólar, o bien han sido inflexibles, o se han movido en la dirección equivocada. Un dólar débil podría contribuir a la recuperación de la economía estadounidense a través del estímulo de su producción tanto para las exportaciones como para el consumo nacional, pero el dólar no se ha depreciado lo suficiente para repercutir en las magnitudes económicas fundamentales.
Si preguntamos a cualquier economista seguramente nos dirá que el dólar está sobrevalorado. El problema es que el dólar no puede depreciarse a no ser que otras monedas importantes puedan apreciarse. Hasta aquí, los ajustes del dólar han afectado principalmente al euro y al yen. Las monedas del sudeste asiático, incluyendo la rupia indonesa, el bath tailandés, el dólar de Singapur y el ringgit malayo, se han apreciado frente al dólar.
El alcance para una mayor apreciación de estas divisas, y por extensión de una mayor depreciación del dólar estadounidense, es muy limitado, dado que la apreciación de la moneda tiende a dañar a las economías haciendo que sus exportaciones no sean competitivas. Parece de cajón, y lo es… el dólar puede depreciarse, pero sólo si alguna otra divisa clave se aprecia.
El vencedor inesperado en la matriz de divisas es el yuan chino, que no se ha movido últimamente. El yuan se apreció aproximadamente en un 20% después de que China saliera del régimen de vinculación al dólar en favor de un régimen ligado a una cesta de divisas en 2005, pero el yuan estaba de facto revinculado al dólar estadounidense tres años después asignando cerca del 100% del peso a la divisa norteamericana en la llamada cesta de divisas.
Desde entonces, el yuan se ha depreciado con el dólar. Aquí subyace la anomalía, en la que el infravalorado yuan se constriñe a un dólar sobrevalorado, convirtiendo la situación en algo insostenible.
Sea como fuere, China puede tener sus propias razones para mantener su yuan vinculado al dólar. Por un lado, esto podría contribuir al aumento de participación en el mercado de las exportaciones, en particular en los EE.UU., haciendo que sus exportaciones sean competitivas. Por otro lado, podría proteger las enormes reservas de divisa chinas, que en gran parte están denominadas en dólares.
Mientras esto tiene mucho sentido para China, no es bien acogido entre sus vecinos, cuyas divisas se han apreciado frente al yuan. Tampoco ha sido bien acogido en EE.UU., cuya moneda se depreciaría solo si China quisiera compartir la carga de los ajustes de divisa con la zona del euro y Japón, permitiendo que su propia moneda se apreciase.
Las posibilidades de revalorización del yuan parecen escasas a corto plazo, teniendo en cuenta su enorme participación en el mercado norteamericano como exportador de productos manufacturados y su gran exposición a los EE.UU. como acreedor. China no cometerá el error de Japón en 1985, al aceptar el acuerdo del Hotel Plaza, que le llevó a disparar el yen, situación de la que aún no se ha recuperado. Es poco probable que la presión internacional funcione en lo que respecta al yuan Chino.
Esto significa que la recuperación del equilibrio mundial, en lo referente a la balanza de pagos, depende de forma crucial de la política de tipo de cambio china. Hay esperanzas de que sus vecinos puedan convencerla, en nombre del regionalismo económico del este asiático, de que permita que se aprecie su moneda de forma gradual. Si no, es casi seguro que China se comerá la porción del mercado de sus vecinos, cuyas monedas se apreciarían frente al dólar y el yuan.
El yuan se apreciará únicamente si el dólar lo hace. Pero un dólar fuerte no conviene a la economía norteamericana ni a la recuperación del equilibrio mundial. Ante este enigma, países como Tailandia y Malasia pueden no tener otra elección que vincular sus divisas al yuan chino para no verse en desventaja frente a la política de tipo de cambio china. Como reza un viejo dicho, «si no puedes vencerlos, únete a ellos».