Artículos de opinion
Uno de los protagonistas de este año ha sido la gripe A que en el fondo ha sacado a la luz otra enfermedad más extendida, la hipocondría social. Parece que estamos condenados a vivir siempre bajo alguna amenaza, recientemente el terrorismo islámico, el año pasado la crisis económica y éste la gripe A. Quizás el año que viene nos toque descanso ya que en el 2012 se acaba el mundo.
En el caso de esta crisis me recuerda al hipocondriaco que va al médico y le pregunta: – Doctor, mi mujer me traicionó hace una semana y aún no me han salido los cuernos. ¿Será falta de calcio?. Parece que a muchos les preocupa y decepciona que no haya reventado todo ya y sigan esperando un gran crack en el 2010, sin embargo parece que vamos saliendo de la depresión (económica y social) poco a poco.
No obstante, los signos globales que indican una recuperación en la confianza económica parecen desconcertantes. Sin haber encontrado el “Tamiflu” de la crisis y habiéndose tratado de una pandemia global ¿qué motivos podrían haber contribuido a la recuperación de esta confianza tan rápidamente y en tantos lugares? Ni los estímulos gubernamentales ni los paquetes de ayudas han sido, por lo general, lo suficientemente grandes como para haber causado un efecto tan profundo.
¿Qué ha ocurrido, entonces? Para responder recurro a este interesante artículo de Robert Schiller.
Los analistas económicos suelen recurrir a indicadores como el empleo, el número de viviendas autorizadas o las ventas al por menor como causas de recuperación, cuando en realidad no son más que síntomas. Para poder entenderlo mejor, es necesario ir más allá de los vínculos económicos tradicionales y pensar en la economía mundial como producto de epidemias sociales, contagio de ideas y grandes bucles de reacción que, de forma gradual, van transformando la opinión mundial. Estas epidemias sociales pueden propagarse con la misma rapidez que la gripe porcina: ambas pasan de una persona a otra y pueden llegar a cualquier rincón del mundo en un abrir y cerrar de ojos.
George Akerlof y Robert Schiller lo cuentan en su libro “Animal Spirits”, el ciclo económico va ligado a los bucles de reacción ante movimientos especulativos de precios y otras actividades económicas (sin olvidar los debates que generan dichos movimientos). Por ejemplo, un movimiento a la baja en los precios de las acciones genera debate y respuesta mediática, y la gente lo asocia a viejas historias y teorías pesimistas que, al ser evocadas, predisponen a emitir juicios intuitivos y sombríos. Como resultado, la espiral descendente continúa: la caída de precios fomenta la propagación de esas historias, causando caídas de precios aún mayores y la consiguiente confirmación de esas historias.
Es evidente que en algún momento el proceso se debe detener, ya sea porque el mercado ha caído tan bajo que resulta de nuevo atractivo o porque surgen nuevas historias.
Asimismo, un movimiento al alza en los precios de las acciones, genera su propia reacción optimista.
A primera vista, la reacción como explicación de este fenómeno puede sonar demasiado simple, y podría sugerir que el mercado de valores y sus puntos de inflexión son fácilmente predecibles. Pero como hay otros acontecimientos diarios que rodean estos cambios, y como las historias van cambiando a medida que se van transmitiendo y a medida que aparecen nuevos indicios, el proceso es, en realidad, muy complejo. Incluso cuando los mecanismos de reacción son simples, pueden producir resultados muy curiosos, no predecibles en un futuro lejano, tal y como atestigua la matemática moderna de la teoría del caos.
Es más, cuando se produce un cambio en la economía, vale la pena buscar el sentido a lo que ocurrió realmente. Deberíamos ser capaces de mirar hacia atrás y observar los cambios recientes para intentar hacernos una idea, después de lo ocurrido, de lo que hizo cambiar nuestras historias y nuestra forma de pensar.
En el camino a la baja entre el pico del mercado bursátil de 9 de octubre de 2007 (cuando el Dow Jones llegó a 14,164.53), y su valle (más del 50 por ciento más bajo) el 9 de marzo de este año, proliferaron las historias negativas. Tanto en los medios de comunicación como en las conversaciones de todo el mundo, el tema central giraba en torno al mal funcionamiento de nuestro sistema económico y la necesidad de arreglarlo a toda costa. Los medios de comunicación parecían estar llenos de historias de cuentas fraudulentas y juntas de directores compinchadas entre sí (no sólo por ser noticia, sino también como respuesta a la demanda pública de culpables detrás de la caída de los precios).
Estas historias suscitaron la ira popular, y ésta hizo que el empresariado fuera más cauteloso en sus decisiones, como las relacionadas con la contratación y los gastos de capital.
El tema de la “crisis del capitalismo” estaba en cada esquina. Los medios de comunicación descubrían a los malos en países de todo el mundo que personificaban estos hechos. En los Estados Unidos, el caso de Bernie Madoff, que se destapó en diciembre, fue una historia de interés humano que en cualquier momento hubiera tenido una gran repercusión, pero adquirió un significado sobrenatural por ser representativo de una perspectiva económica cada vez más negativa. Puede que a día de hoy cueste acordarse, pero hechos como ése dieron lugar a temores de un posible colapso total del mercado.
Robert Schiller claculó un “Índice de confianza de crack”, que mide la confianza de la gente a que no se producirá un crack en el mercado de valores como el que tuvo lugar el 28 de octubre de 1929, o el de 19 de octubre de 1987. El índice alcanzó su máximo histórico en 2006, cuando el mercado aún estaba al alza. El mínimo lo alcanzó a principios de este año.
Recientemente, el índice de confianza de crack ha dado un giro más positivo. Las historias sobre caídas en los mercados son menos frecuentes y van siendo sustituidas por otros temas más habituales. Los mercados han podido superar repetidamente las malas noticias porque la mentalidad de la gente ha ido cambiando.
La popularidad del término “brotes verdes” muestra el tipo de epidemia social subyacente en nuestro pensamiento cambiante. Ese concepto, pronunciado por primera vez en Gran Bretaña por Shriti Vadera, Ministra de Finanzas, en enero, empezó a ser contagioso después de que Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, lo acuñara en el famoso programa de TV “60 Minutes” el 15 de marzo.
No hubo necesidad de que los medios de comunicación lo adaptaran a las diferentes culturas del mundo. Bastó con una rápida traducción (“green shoots”, “pousses vertes”, “grüne Sprösslinge”, etc.) para que se convirtiera en el símbolo de una próxima recuperación.
Todo esto sugiere que hay una epidemia social que da muestras de una confianza renovada. Puede que el contagio de esta confianza siga en aumento, como una especie de profecía que se cumple, y que seamos testigos de una mayor recuperación de los mercados y de la economía.
De todas formas, en una economía que sigue siendo inestable, la historia podría evolucionar de distintas maneras, los precios podrían reaccionar de forma negativa y adquirir nuevamente una dinámica indeseable, cosa que ya ha ocurrido en el pasado.
¿Notais en vuestro entorno que la gente ha cambiado su discurso frente a la crisis? ¿Habláis de ella tanto como antes?