Artículos de opinion
Hace tiempo pude leer un artículo que mostraba el desorbitado precio anual que podía llegar a alcanzar una licencia para un puesto de perritos calientes cerca del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. Nada más y nada menos que 362.201 dólares. Las licencias están muy limitadas y se adquieren en subasta (un sistema que a veces acaba siendo una trampa).
De alguna manera, y si las cuentas se hacen bien, este precio refleja la renta económica asociada con la zona concreta. Si nos ponemos a hacer cuentas, la división es fácil y 363.201 dólares equivale a un coste fijo de 1.000 dólares al día,
¿Cómo es posible que un vendedor de perritos calientes gane lo suficiente para cubrir el coste variable, incluido el valor de su propio tiempo?
Si, como media, vende un solo perrito caliente y una bebida por cada minuto que el museo permanece abierto, y éste abre unos 500 minutos al día, esto supone unas 500 raciones diarias. Si el vendedor cobra 3 dólares por un perrito y una bebida, de los ingresos de 1500 dólares le quedan 500 dólares al día para cubrir los costes variables. Parece posible, pero me cuesta creer a priori que obtenga beneficios económicos.
Si la ciudad concediera muchas más licencias, veríamos más vendedores y perritos calientes más baratos pero, al fin y al cabo, los beneficios para los vendedores no aumentarían. Al igual que con los bienes inmuebles la situación y escasez de oferta son la clave para alcanzar precios altos. Se ha de alcanzar el número exacto de licencias para que tanto el ayuntamiento como los vendedores maximicen su beneficio.
Los vendedores callejeros (al contrario que los de las zonas exteriores de parque) no tienen que pagar alquiler por sitios específicos; su único gasto inmobiliario es el permiso de carrito que la ciudad les exige pagar. En teoría, éste cuesta sólo 200 dólares al año, pero ya que la ciudad limita el número de permisos para vendedores de comida a 3.100 (un número muy inferior a la demanda), hay un amplio mercado negro. Algunas empresas compran permisos para un gran número de carritos y luego los alquilan a vendedores individuales a precios muy abultados.
A diferencia del Departamento de Parques, la ciudad no regula dónde pueden establecerse los vendedores, siempre que lo hagan en las calles en las que se permita la venta. En gran medida, los vendedores se controlan entre sí. Los nuevos vendedores que invaden el territorio de un compañero de profesión suelen recibir un aviso verbal a los 15 minutos de aparecer en un sitio nuevo. Si el nuevo vendedor no se marcha, puede pasar de todo. Puede que llamen a la policía, que amenacen físicamente al nuevo vendedor, o incluso podría descubrir que le han pinchado las ruedas.
El problema de los puestos de perritos me recuerda bastante a uno que está ahora muy de actualidad, el mercado de las licencias de taxi. Veamos que se escribía hace un par de años:
Son los compra-ventas quienes manejan el mercado. En menos de un año, las licencias en Madrid han pasado de 150.000 a 220.000 € (han subido en torno a 70.000 €; más de 11 millones de las antiguas pesetas). Su método consiste en comprar todas las licencias posibles (pago en mano, inmediato, sin figurar siquiera como nuevos titulares) adelantándose así a cualquier particular que desee comprarla honradamente. Tienen el monopolio del mercado en Madrid, jugando con los precios a su antojo.
Como véis son las incogruencias que surgen cuando se terminan mezclando sistema esconómicos distintos, de alguna manera hay un mercado libre (y negro) dentro de un mercado intervenido. El problema surge cuando se da el paso a la liberalización de un sistema que viene con sus vicios, en este caso ¿Que ocurre con aquellos que invirtieron en una licencia de taxi?.
Al final cuando se quiere controlar demasiado un sector los vendedores acaban dispuestos a saltarse las leyes con tal de conseguir mayores ganancias y los compradores a pagar precios más elevados para conseguir lo que les está prohibido. Por mucho que queramos la oferta y la demanda están condenadas a encontrarse y ponerse deacuerdo.