Desde luego salir a la calle a protestar quemando contenedores, comercios, sucursales bancarias o destrozando el mobiliario urbano (que pagamos todos) es una soberana tontería, además de un abuso de poder callejero y una excusa perfecta para lanzar a los funcionarios públicos de los cuerpos de seguridad del Estado a mantener batallas campales que nada bueno propician.
Sin embargo, con la clase política que tenemos, protestar solo en las redes sociales o con movilizaciones virtuales me temo tiene escaso efecto. A fin de cuentas, muchos no saben ni para que sirve Twitter. Visto los visto, con una Ley Sinde-Wert aprobada, las movilizaciones a distancia no han funcionado con nuestros dirigentes, ignorantes del mundo 2.0 en su mayoría.
Tal vez en una sociedad moderna y democrática, si en algún lugar del planeta existe en su plenitud conceptual, no haría falta salir a la calle a protestar. Con llamadas, emails, mensajes en Twitter y en el resto de redes sociales, los capitostes del sector público se darían por aludidos. A fin de cuentas, viven de nuestros votos e impuestos. Sin embargo me temo que nuestro país, como muchos otros, adolece de democracia real. Ejemplos tenemos mil, pero basta leer lo que decía el partido en el Gobierno antes de las elecciones en su programa electoral y lo que ha acabado aprobando, en el tema de la reforma laboral.