La cultura occidental, en muchos aspectos, difiere diametralmente de la oriental. Los economistas occidentales pretendemos definir la realidad, predecir los acontecimientos y explicar científicamente el pasado. Un economista taoísta, nos dirá que la economía es una ensoñación. En realidad, la nebulosa del conocimiento material para taoístas, hinduistas o budistas, no difiere tanto de la ciencia occidental. ¿Acaso no es una ensoñación el principio de indeterminación de Heisenberg o la dualidad onda-corpúsculo?
Famosa es el siguiente pasaje de un autor taoísta:
Una vez yo, Chuang-chou, soñé que era una mariposa, una mariposa que volaba, gozando de sí misma. No sabía que Chuang-chou era ésta. Repentinamente, desperté y volví a ser realmente Chuang-chou. Pero no sé si era yo soñando que era una mariposa, o si era una mariposa soñando que era Chuang-chou.
Esta visión se relaciona con el principio del Wu-wei, de no interferir en el proceso natural, sino fluir en la propia naturaleza de los acontecimientos. En economía este pilar del Tao haría referencia a dejar que los agentes económicos actúen en libertad, sin legislaciones encorsetadas que multipliquen la burocracia.
Sin embargo la aplicación del taoísmo más interesante no es en la economía como concepto general, sino en la propia figura del economista, del experto o técnico de una determinada parcela de saber. Muchas veces los expertos pierden de vista lo fundamental: que no hay verdades absolutas al alcance de su saber.