El tema de los sueldos de los altos directivos es un punto fácil de criticar, que crea adhesiones muy rápidamente y puede ser tratado de forma populista.
Sin embargo, no voy a negar que me va el populismo, si entendemos por ello la acepción siguiente:
Término político usado para designar corrientes heterogéneas pero caracterizadas por su aversión discursiva o real a las élites económicas e intelectuales, su rechazo de los partidos tradicionales (institucionales e ideológicas), su denuncia de la corrupción política por parte de las clases privilegiadas y su constante apelación al “pueblo” como fuente del poder.
O más que populista, un modesto economista que no depende de los poderes fácticos para vivir. Y por tanto se puede permitir el lujo de decir lo que piensa. Si la cosa cambia ya os avisaré.
Las cajas de ahorro y los bancos con problemas no se puede decir que hayan tenido unos timoneles demasiado afortunados. Confieso que hay una serie de razones económicas para defender que los sueldos de los altos directivos de grandes empresas sean muy altos, atendiendo a criterio de libre mercado y demás. Al fin y al cabo, ¿no pasa lo mismo con los futbolistas de élite?