Artículos de opinion
Ayer fue el día de la vuelta al cole para muchos estudiantes y entre las asignaturas a las que no dedicarán ni un minuto está la economía*, parece que de momento es algo que le toca explicar a los padres, muchos de los cuales tampoco han recibido lecciones nunca. Quizás si hubiese que darles una lección a los pequeños sería que no hiciesen nada de lo que hemos hecho nosotros, la que posíblemente sea la última generación que se crió con cuentos y que olvidó aquel titulado “El cuento de la lechera”, recordemos de que iba:
Una lechera llevaba en la cabeza un cubo de leche recién ordeñada y caminaba hacia su casa soñando despierta. “Como esta leche es muy buena”, se decía, “dará mucha nata. Batiré muy bien la nata hasta que se convierta en una mantequilla blanca y sabrosa, que me pagarán muy bien en el mercado. Con el dinero, me compraré un canasto de huevos y, en cuatro días, tendré la granja llena de pollitos, que se pasarán el verano piando en el corral. Cuando empiecen a crecer, los venderé a buen precio, y con el dinero que saque me compraré un vestido nuevo de color verde, con tiras bordadas y un gran lazo en la cintura. Cuando lo vean, todas las chicas del pueblo se morirán de envidia. Me lo pondré el día de la fiesta mayor, y seguro que el hijo del molinero querrá bailar conmigo al verme tan guapa. Pero no voy a decirle que sí de buenas a primeras. Esperaré a que me lo pida varias veces y, al principio, le diré que no con la cabeza. Eso es, le diré que no: “¡así! ”
La lechera comenzó a menear la cabeza para decir que no, y entonces el cubo de leche cayó al suelo, y la tierra se tiñó de blanco. Así que la lechera se quedó sin nada: sin vestido, sin pollitos, sin huevos, sin mantequilla, sin nata y, sobre todo, sin leche: sin la blanca leche que le había incitado a soñar.
Hace poco más de medio año hablamos por aquí acerca de “como enseñar economía a los niños” y hoy, siguiendo con los cuentos os traígo otro artículo (sacado de aquí) con nuevos ejemplos.
Si es usted padre de niños pequeños y le preocupa la economía, puede que haya pasado largas horas pensando cómo enseñar economía a sus pequeños. Por suerte, nuestros más queridos cuentos infantiles pueden resultar mucho más agradables con una sana dosis de ejemplos gráficos que ilustren temas como la oferta y la demanda. Muchos de esos cuentos ya incluyen sus propios mensajes económicos ocultos que es necesario enfatizar para aportar edificación y disfrute a los menores de 5 años. Tal vez el ejemplo más famoso de economía en forma de cuento sea “El mago de Oz”, que fue interpretado en los 60 (por Henry Littlefield y Hugh Rockoff) como una alegoría a los debates sobre política monetaria de la era populista (sé que resuta difícil de entender, pero así es). Según esta visión, el espantapájaros representaría el campesino, el hombre de hojalata sería el obrero, el león cobarde es William Jennings Bryan (un candidato que por entonces apoyaba la causa de plata) y el mago, cuyas onzas de Oro (recordemos que en inglés, onza se escribe “Oz”) representan billetes verdes podría ser el presidente de los EEUU.
El mensaje económico central del libro desaparece en la versión de Hollywood, donde los zapatos plateados mágicos del libro son sustituidos por zapatos de rubíes con el fin de resaltar su color. Bryan y los populistas defendían la libre acuñación de la plata, que permitiría una inflación favorable para mitigar la onerosa deuda de los campesinos. Dorothy, procedente de una Kansas azotada por la pobreza, podría resolver todos sus problemas sólo con saber usar adecuadamente sus accesorios de plata.
Si bien lo más seguro es que los ojos de sus pequeños brillen de satisfacción al reconocer a la realidad detrás del mago y el león, “El mago de Oz” peca de enseñar mala economía. No soy ningún experto en asuntos monetarios pero todo parece indicar que la acuñación libre de la plata fue una mala política entonces, igual que fomentar la inflación desenfrenada sería una mala política ahora.
Si queréis más detalles en la web de la BBC escribieron hace poco un artículo (en castellano) sobre los mensajes económicos de esta novela que me parecen, cuanto menos curiosos y ante todo una lección de historia económica.
Por suerte, hay cuentos infantiles que enseñan lecciones algo menos problemáticas o al menos no tan conspiranoicas. “ Los tres cerditos” por ejemplo, es más que una simple historia sobre la importancia de usar buenos materiales de construcción. Al igual que toda una serie de fábulas (“La cigarra y la hormiga” o “La gallina de los huevos de oro”), enseña que la inversión sensata puede reportar grandes beneficios.
Nunca he estado muy seguro con respecto a “Las habichuelas mágicas”, donde el niño cambia una vaca por un puñado de judías y al final consigue hacer una fortuna con ese trato. Sospecho que esa historia se puede interpretar en el sentido de que, en algunas ocasiones, los negocios arriesgados pueden ser rentables. Sin embargo, asumir ciertos riesgos también puede suponer una probabilidad bastante alta de ser devorado por un gigante.
La idea de que los seres humanos pueden beneficiarse del comercio unos con otros es sin duda una de las claves de la economía. Hay montones de cuentos donde la colaboración es fundamental, como “Los músicos de Bremen”, pero son pocos los que muestran de forma directa las ventajas del intercambio económico. Hay otros aún más inquietantes, como “Juan con suerte”, donde los personajes se involucran en una serie de negocios desafortunados y se acaban empobreciendo. Esta es la clase de cuento que puede convertir a su hijo en un ferviente proteccionista.
Es mucho mejor administrarles una dosis de historias edificantes sobre los beneficios del libre comercio, tales como el cuento budista de un joven que empieza con un ratón muerto y lo va intercambiando hasta conseguir una fortuna. En esta historia, la perspicacia económica no es ninguna barrera para la santidad, puesto que el comerciante se acaba reencarnando en un monje. En el artículotitulado la “Resolución de la paradoja de la Cenicienta“, se pretende dar sentido al curioso hecho de que los padres de Cenicienta invirtieron sólo en dos de las tres hermanas, a pesar de que la economía estándar aconseja otros planes más equitativos. La historia en sí argumenta este hecho con “la hipótesis de la madrastra malvada”, una explicación razonable pero excesivamente brusca sobre la decisión de ignorar a Cenicienta. La explicación puede ser otra (quizás menos convincente): el mercado del matrimonio en el país de Cenicienta era un torneo, en el que casarse con el príncipe reportaba grandes recompensas y los demás eran un ratón, una calabaza, etc. En una carrera en la que solo puede haber un ganador, a menudo tiene sentido invertir únicamente en uno o dos competidores, con lo que el comportamiento de la madrastra sería completamente racional. Es cierto que la madrastra elige apostar por el caballo equivocado, pero esto sólo la hace poco lista, no malvada.
Y podríamos seguir con muchos cuentos, como ya lo hicimos en su día con el “Cuento de navidad” o la “Sopa de piedra“,
* Según pude leer ayer, los alumnos de secundaria aprenderán qué es una hipoteca, una cuenta corriente o una acción a partir del curso que viene, toda una buena noticia. ¿Serán ahora los hijos los que enseñen economía a los padres?