Vamos terminando el mes de agosto con una tensa calma que se nota en los mercados, la bolsa parece haber dejado atrás, momentáneamente, los movimientos bruscos a la baja o al alza, esperando si finalmente se produce un “rescate blando” o compra masiva de nuestra deuda por parte de los fondos creados para ello por la Unión Europea, y la prima de riesgo se mantiene estable alrededor de los 500 puntos. Mientras, el BCE también ha dejado atrás los “sustos” que genera, especialmente cuando habla su presidente, Mario Draghi.
Pero el Banco Central Europeo lo que sigue generando es polémica, la última, criticando la “tímida” bajada de salarios en España y pidiendo que esta sea mucho mayor, viendo con buenos ojos que este descenso favorecería a la ganancia de competitividad siendo una buena opción que ayudaría a salir de la crisis. Esta idea no está exenta de críticas. En primer lugar, la bajada de salarios en Grecia no ha llevado a otra cosa que a agravar la crisis, y es que las mejoras de competitividad se nota especialmente cuando competimos con el exterior, si la economía depende de forma muy importante del consumo interior, su efecto, al menos al corto o medio plazo, es aun peor, por la espiral de menor poder adquisitivo (bajan los salarios y subida de precio en los productos por el aumento de impuestos indirectos) y menores compras, que se van retroalimentando.
Por tanto, si bajamos salarios, debemos, por un lado, reorientar nuestra actividad productiva al exterior con nuevos productos y servicios, algo que no se está realizando, al menos de forma importante, y también, mejorar otros aspectos que eleven la competitividad sin perjudicar al trabajador, como conseguir menores costes en energía o mejorar en horarios de trabajo fomentando horarios continuos que en Europa demuestran que generan mayor productividad.
La incoherencia en los productos financieros
Pero mientras se aboga a que se bajen los salarios, y el “mileurista” pasa de ser un objeto de crítica a un “mito”, que gustaría alcanzar a muchos, el efecto en el ahorro y en los productos financieros en general, puede ser devastador, más cuando las decisiones de la administración y de las entidades financieras se mueven en sentido contrario.
Una caída importante de los salarios, no es compatible cuando la tasa de ahorro empieza a desplomarse. Si por el efecto de la crisis, la incertidumbre y el miedo que generó, hizo crecer el ahorro en una primera etapa, su duración y terribles efectos han hecho que ahora se necesite del dinero ahorrado para poder vivir. Además, el Estado, lejos de fomentarlo ha puesto límite, o penalizaciones, a las entidades financieras que ofrecen los mejores depósitos a tipos altos, lo que lleva a que a medida que bajen los intereses, se pierda atractivo para el ahorro.
A esto añadimos la escasez de crédito, que no le afecta que el Euribor a un año ya esté por debajo del 0,90%, ya que a medida que el dinero está más barato, los bancos suben diferenciales y ofrecen préstamos personales e hipotecarios más caros, toda una incoherencia financiera.
Efectos indeseados
Por todo ello, la bajada de los salarios, en el corto y medio plazo llevarán a una mayor depresión económica. Las tasas de ahorro se desplomarán, pero con un entorno de tipos extremadamente bajos, también lo hará el consumo. Si no se compra, si no se ahorra, el resultado es menos dinero en circulación, más bajadas de precios y menor inflación, en sintonía al gusto de buena parte del BCE, especialmente de Alemania. Por ello, detrás de la contención salarial, tenemos a la vista un nuevo ajuste, silencioso, que nos empujará a una nueva caída de nuestra economía.