Maquiavélicas fuerzas económicas manejan los hilos del devenir de nuestra nación. Las familias son víctimas de los torticeros consejos de inmobiliarias, reunificadoras de deuda y directores de banca que fuman puros, que las incitaron al desenfreno del ladrillo.
Los pequeños inversores se arruinan al apostar todo su dinero a unos cheques avalados por brandy y la palabra de un señor que se disfrazaba de Superman.
Los accionistas de la nueva banca ven que de nueva tiene el nombre y poco más. Pérdidas para fidelizar al adormecido cliente bancario.
No trato de quitar responsabilidades a los culpables, lo que me conocen saben que no lo suelo hacer. Y tampoco soy uno de los agentes a sueldo del Club Dilbert (¿o era Bilderberg?) que se dedican a confundir a la opinión pública con prosa económica tan elaborada como engañosa.
Esta entrada va de las herramientas que nos da la Red para informarnos y formarnos, de una forma inmediata e independiente que antes hubiera sido impensable. También va de los intereses de determinados grupos de poder para adormecer las consciencias colectivas. Y de la ignorancia, pereza o bulimia intelectual del pueblo llano (en el que me incluyo).
Veamos algunos ejemplos de fraudes, negocios fallidos e inversiones atrevidas que podríamos haber evitado simplemente utilizando Google u otro buscador de Internet: