Está claro que si algo tiene que ser un presidente del Gobierno es polifacético. Es decir, que pueda con una mano pelear por sacar adelante medidas para paliar los efectos de la pandemia, mientras que con un pie barre bajo la alfombra esos “pequeños errores” de cálculo a la hora de según qué pactos, con el otro patea al jefe de la Guardia Civil y aún le queda una mano libre para encargarse del sector automovilístico mientras critica a la oposición.
En lo que al sector de automóvil se refiere, hemos tenido el mazazo del cierre definitivo de las tres plantas de Nissan en Barcelona, lo que supone la salida de la multinacional japonesa de nuestro país, a falta de una pequeña planta en Ávila a la que ya se verá si las murallas le defienden de la defenestración.
Por otro lado, Renault también anunció que pensaba hacer recortes en su plantilla a nivel mundial, aunque parece que se van a respetar las factorías españolas y además la empresa ha puntualizado que esos recortes se llevarán a cabo sin despidos.
Evidentemente, en los tiempos que corren y con la que se nos viene encima, un sector tan importante en nuestra economía, con 17 fábricas y una participación del 8,6% en el PIB, sin contar los efectos indirectos, ha hecho reaccionar al Gobierno como si de un resorte se tratase y ya ha anunciado medidas que tratarán de enjugar las pérdidas que el sector va acumulando por la caída de las ventas.
Pero realmente esto no es otra cosa que lo que se veía venir desde hace ya tiempo: el sector del automóvil europeo no atraviesa su mejor momento. La apuesta que en su día se hizo por los motores diésel, los mazazos que sufrieron varias empresas con la engañifa de las emisiones de diésel (algo que sigue coleando y que, sin ir muy lejos a Volkswagen, le sigue costando dinero y prestigio a la par) y la dura competencia con Estados Unidos, Japón y la cada vez más inquietante China, han provocado que el antaño puntero sector europeo se haya quedado rezagado ante el despunte del vehículo eléctrico.
Está claro que el coronavirus ha afectado gravemente a las ventas del sector, pero la decisión de Nissan estaba tomada desde hace tiempo. Nissan es una gran multinacional que vende 5 millones de coches cada año en todo el mundo. De esos 5 millones de unidades, sus ventas prioritarias son en Japón, Estados Unidos y China, sin menospreciar el resto de mercados asiáticos. Es por esto que el centro de gravedad de la empresa se vea cada vez más inclinado hacia donde tiene sus mercados.
Una empresa que aún mantiene unas buenas ventas en Europa, gracias a los modelos Qasghqai y Juke, hechos en Reino Unido, prefiere centrarse en sus mercados importantes y completar su gama de modelos con los vehículos fabricados en Japón, entre ellos el Leaf 100% eléctrico. En toda esta estrategia, la factoría de Barcelona no tiene cabida.
El caso de Renault es esencialmente distinto. Esta es una compañía que básicamente vende en el mercado europeo y de ahí su gran apuesta por seguir fabricando coches en España. La razón, por encima de todo, es la competitividad de sus factorías españolas dentro del entorno europeo. Su plan de reducir puestos de trabajo afectará al 8% de su plantilla total, se llevará a cabo en tres años y no prevé despidos, ya que aplicará “medidas de reconversión, de movilidad interna y de salidas voluntarias”. El objetivo es reducir la capacidad productiva de 4 millones de vehículos anuales en 2019 a 3,3 millones en 2024.
En España, el fabricante francés cuenta con cerca de 14.000 trabajadores, unos 9.000 de ellos en producción repartidos en cuatro fábricas: dos de piezas, en Sevilla (cajas de cambio) y Valladolid (motores), y dos de ensamblaje, en Valladolid, donde produce su modelo Captur, y en Palencia, donde monta los Megane y Kadjar.
Y ante los movimientos en el sector, la reacción del Gobierno no parece haberse hecho esperar. El paquete de ayudas para atajar un posible efecto contagio de Nissan, se pretenden estructurar en seis líneas principales:
La primera sería fomentar la renovación del parque móvil, con el objetivo añadido de que la mayor parte de los vehículos nuevos sean altamente eficientes. En este sentido se habilitará el Plan Moves 2020, que ofrecerá descuentos de hasta 5.500 euros en la compra de un vehículo eléctrico.
La segunda medida sería la dotación de inversiones para modernizar los procesos de fabricación, lo que conecta con la siguiente medida, que sería impulsar la I+D+I en el sector del automóvil para garantizar una mayor competitividad y reducir la dependencia de terceros.
Otra de las medidas será un paquete de medidas fiscales que fomenten el uso de formas más eficientes de movilidad. Entre las opciones barajadas hasta el momento está elevar el impuesto de matriculación y circulación para los coches más contaminantes.
Mientras esto llega o no llega, mientras tanto se prevén medidas de ámbito laboral y de mejora de la liquidez de las empresas con el acceso a créditos ICO.
Lo cierto es que, teniendo en cuenta de que hablamos de España, un país que lleva años necesitando medidas de política industrial que nunca llegan debido al cortoplacismo de los distintos gobiernos de cualquier signo suena todo a bastante irreal, y al final, de todo lo propuesto, de toda la intención, se aplicará una parte y de manera seguramente insuficiente. De este modo se parcheará hasta que la crisis vaya pasando, y a otro tema.