Artículos de opinion
De regreso de mis vacaciones veraniegas, la boda de un conocido (una de esas de compromiso en la que no conoces a nadie), me brindó la magnifica oportunidad de sentarme en una mesa con varios empresarios a los cuales no conocía. Rondaban la cincuentena larga, y eran el ejemplo claro del típico empresario de empresa industrial mediana catalana que ellos mismos habían empezado de cero y de la cual se sentían orgullosísimos. Se veía gente a la que las cosas no les habían ido mal, por lo menos en el aspecto económico. Cuando me di cuenta del perfil de invitados que había en la mesa pensé que se pasarían la cena “lloriqueando” sobre los impuestos que pagan, lo difícil que esta el negocio, lo injusta que es la vida con el empresario que ha sacrificado su vida para crear puestos de trabajo, etc…, y así fue durante un rato. Al terminar la cena y traer los cafés, la mesa quedó media vacía por el éxodo de los “no empresarios” al ver el panorama de la tertulia que se avecinaba previsiblemente.
La conversación fue por distintos derroteros y rodaron cabezas en todos los ámbitos, políticos, entidades bancarias, empresas constructoras y promotoras (recordad que ellos provenían del sector industrial y miran con un poco de desprecio los nuevos-ricos ladrilliles), pero si hubo algo que criticaron todos y prácticamente al unísono fue la legislación laboral española y el excesivo proteccionismo al trabajador que se da en España.
En un principio, desde mi posición de trabajador asalariado no estuve muy de acuerdo con el planteamiento, pero por prudencia, respeto, diferencia de edad y apabullante minoría en la que me encontraba, preferí oír, ver y callar , eso si, poniendo cara de interés y de aprobación.
Según ellos, los 45 días por año trabajado es un lastre importantísimo a la hora de tomar la iniciativa de crear una empresa. Ellos mismos no empezarían una empresa en las condiciones actuales. Defendían que el despido libre incentivaba la creación de nuevas empresas y de puestos de trabajo, ya que las cantidades que se van acumulando año tras año y que la dotación de su provisión no es fiscalmente deducible, dificulta mucho la apertura de empresas industriales intensivas en mano de obra en España.
Realmente un mes y medio de sueldo bruto por trabajador y año, que además se calcula sobre los últimos 180 días cotizados, crea una bolsa de futuribles indemnizaciones que crece con los años, con el IPC y con los aumentos de salario voluntarios, convirtiéndose en un nubarrón oscuro enorme que no aparece en la contabilidad porque debería de tenerse en cuenta de alguna manera, ya que hará su estelar aparición siempre en momentos bajos donde hay que echar a gente.
Como trabajadores hemos de tener en cuenta que cuando pedimos un aumento y se nos concede, estamos aumentando a lo bestia nuestra potencial indemnización. Por ejemplo, un trabajador lleva 5 años en la empresa y cobra 20.000€ brutos al año. Se planta en el despacho del gerente y le plantea un aumento de sueldo hasta los 23.000 ya que sus responsabilidades han aumentado y parecería justo este aumento. El empresario se plantea: