Artículos de opinion
En 1915, un consultor australiano viajó a las fábricas de un país en desarrollo -y esto es lo que contó a los oficiales del país, tal y como describió el economista Ha-Joon Chang
Mi impresión sobre su mano de obra tan barata me desilusionó en cuanto los vi trabajar. Sin duda eran pagados humildemente, pero su capacidad de trabajo también lo era. Ver a sus hombres trabajando me hizo sentir que aquella raza era muy fácil de satisfacer y que no valoraban su tiempo. Cuando hablé con algunos gerentes me dijeron que era imposible cambiarles, formaba parte de su cultura.
El país cuya cultura describía como irremediablemente laxa y perezosa era … Japón
Y en general era lo que se pensaba de los japoneses a comienzos del siglo XX y lo que muchos piensan de algunos países e inclusos de algunas zonas de España.
Entonces ¿Qué es lo que pasó? ¿Cómo se logró ese cambio tan grande? ¿Cómo esos perezosos se convirtieron en unos adictos al trabajo?
Como ha demostrado el tiempo, una cultura de laboriosidad o de ociosidad no está en el ADN de las personas, es más un reflejo de las realidades económicas. Todas las personas “perezosas” que había en Japón en 1915 eran capaces de trabajar duro, estudiar largas horas y planear para el futuro, pero sólo cuando existían oportunidades y confiaban en que el trabajo duro daría sus frutos.
Un factor importante detrás de la riqueza de un país o zona económica es si sus instituciones incentivan a la gente a trabajar duro. ¿Tiene un país tribunales que hacen cumplir los contratos y protegen la propiedad privada? ¿O es la inflación galopante, la delincuencia o la corrupción la que pone en peligro la creación de empresas? ¿Están los ahorros protegidos?
Lo comentaba Jared Diamond en la crítica del libro “¿Qué hace a los países ricos o pobres?”
La gente está motivada a trabajar duro si tiene oportunidades de invertir sus ganancias de manera rentable, pero no si tienen pocas oportunidades o si sus ganancias o beneficios son susceptibles de ser confiscados.
No hay incentivo para iniciar una nueva empresa en Rusia si los oligarcas que poseen la competencia puede encarcelar o cerrar su negocio a través de un sistema judicial corrupto. No hay incentivos para plantar más cultivos o mejorar tu granja si una persona rica y bien conectada puede confiscar su tierra.
La evidencia más sólida que apoya esta opinión proviene de experimentos naturales que involucran fronteras: es decir, la división de un entorno uniforme y una población humana inicialmente uniforme por una frontera política que eventualmente llega a separar diferentes instituciones económicas y políticas que crean diferencias de riqueza. Los ejemplos más claros los hemos visto en Corea del Norte y Corea del Sur y entre la antigua Alemania Oriental y Occidental. Misma gente, misma tierra, resultados opuestos.
Al ser humano en general le gusta trabajar y sentirse útil si ve que su esfuerzo se ve recompensado, las plusvalías que generan son jústamente distribuídas, le permiten trabajar hoy más para descansar en un futuro y todos son tratados por igual. En cuanto alguno de estos factores falla, nos volvemos vagos… y algunos incluso maleantes.