“Hala majo, te ha tocao” fueron las primeras palabras de las que fui consciente tras la noticia por parte del policía local de que había salido agraciado en el sorteo por el que se eligen a los miembros de las mesas electorales. Pero tras mi momento de estupor, empecé como casi todo buen español a barajar las posibilidades que tenía de escapar de tal obligación y dedicar mi domingo a otros menesteres más reconfortantes pero de menos utilidad a mi país.
Las mesas electorales se componen de un presidente (ese seré yo) y dos vocales (dos de mis vecinos seguramente con la misma ilusión que yo) que, acompañados de varios interventores de los partidos candidatos (estos sí que están por vocación), llevaremos a cabo las diversas tareas administrativas durante alrededor de catorce horas a cambio de una contraprestación económica de 62,61 €, un día de cotización a la Seguridad Social y una dispensa de 5 horas de trabajo en la jornada siguiente para aquellos empleados por cuenta ajena.