En plena guerra fría la CIA gastó millones de dólares durante 5 años en un programa denominado Acoustic Kitty que pretendía adiestrar gatos para que se acercaran a los diplomáticos soviéticos cuando estos estuvieran en lugares públicos: la idea era insertar dentro de los animales sistemas de escucha miniaturizados y aprovechar la cola para situar la antena. Superados todos los problemas técnicos, en la primera misión el gato fue atropellado por un taxi y se canceló el proyecto. He recordado esta anécdota –verídica, descubierta tras la desclasificación de archivos secretos hace diez años- al comprobar cómo una vez más las agencias de inteligencia se han visto desbordadas por los acontecimientos y en pocas semanas la protesta “a lo bonzo” de un solo hombre en Túnez ha desembocado en el que puede ser el mayor proceso revolucionario del siglo XXI de consecuencias imprevisibles. Lo mismo podemos decir de los analistas económicos y bursátiles, a ninguno se nos ocurrió pensar que una situación de décadas de estabilidad iba a terminarse en tan poco tiempo y podría cambiar –sin acabar febrero- todo el rumbo del año.
Es la teoría del “cisne negro” de la que hemos hablado otras veces, sucesos inesperados que provocan más volatilidad que un problema, aunque sea muy grave, que estaba más o menos previsto que pudiera ocurrir. Y eso que apenas han pasado 15 meses de la decepción de Dubai pero si aquello fue un problema empresarial y financiero que no supieron ver los medidores de posibles riesgos de inversión, lo que está ocurriendo en Túnez, Egipto, Bahrein, Libia etc. es un movimiento popular que claramente ha sido minusvalorado y en el que no se tuvo en cuenta el efecto contagio conseguido gracias a la televisión por cable e internet (como dice J.A.Mena García “uno se pregunta si el dictador Franco habría conseguido detentar el poder hasta su muerte en el lecho, de haber existido entonces twitter y facebook”). Y esos países han pasado de ser vistos por Occidente como una posible salvación a su crisis financiera gracias a su alto crecimiento y sus petrodólares a una fuente de inestabilidad tal que podría arruinar cualquier atisbo de recuperación económica. El año pasado por estas fechas muchos menospreciaban el efecto contagio de Grecia por su pequeño tamaño. No deberíamos hacer lo mismo cuando los países que nos suministran nuestra principal fuente de energía van a cambiar a sus dictadores, de los que la población sabía eran amigos de Europa y los EUA, por otros que seguro quieren ganarse el afecto popular. ¿Y qué hay más fácil para un nuevo dirigente que echar la culpa de todos los problemas al que gobernaba antes y a sus amigos y empezar el mandato con gestos hostiles hacia ellos? (y si me ha salido una indirecta no fue aposta). Por supuesto será una situación temporal porque nosotros necesitamos el petróleo y el gas tanto como ellos necesitan que se los compremos pero el asunto es más complejo.
Fondos árabes fueron un recurso de liquidez para grandes empresas, desde bancos como Citigroup a equipos de fútbol (en España tenemos un ejemplo reciente con el Málaga aunque el más sonado estos años en Europa fue el Manchester City) e incluso se les miraba como posible solución –gracias a su liquidez- a la actual crisis de deuda pública europea. No es algo nuevo, hace ya 3 años que España está intentando que los “petrodólares” inviertan en deuda pública y más recientemente cuando el fondo de Abu Dhabi IPIC compró lo que le restaba de Cepsa (a la francesa Total) algunos en foros de bolsa ya soñaban con dinero árabe opando empresas españolas y comprando los famosos chollos inmobiliarios que llevamos ofertando hace años a inversores extranjeros. Y el caso es que no es incorrecto el pensamiento, ya que ha sido lo habitual durante décadas: precisamente es ese apego de los dirigentes de estos países en invertir en el extranjero en lugar de en su propio pueblo lo que les ha llevado a la situación actual. Ahora nuestros políticos, amigos durante años de los hoy llamados dictadores -y hasta antes de ayer aliados- declaran en público su apoyo por la democracia pero tiemblan ante los factores de inestabilidad económica que se nos echan encima. El crudo al alza (con posibles problemas de suministro incluso) es el más obvio pero no hay que minusvalorar ni una retirada violenta de inversiones que podría dañar tantos a los mercados de renta fija y variable como a algunos sectores con poca demanda como el inmobiliario que se pueden ver sacudidos por ventas masivas de edificios, hoteles, complejos de lujo… ni -dependiendo de la orientación política que finalmente triunfe- incluso una posible segunda guerra fría, esta vez con el radicalismo islámico ocupando el lugar de la antigua URSS.
Y volviendo a Grecia, esta semana ha publicado que se deuda pública cerró 2010 representando un 148,6% del PIB, tras crecer el ¡14%! en el año, tendencia alcista que se espera continúe al menos hasta 2012. El periódico griego Naftemboriki ha afirmado que ya que el 12% de toda la deuda griega vence este mismo año, los fondos procedentes del rescate podrían no bastar para afrontarlos lo que obligará a Europa –si se empeña en no asumir su suspensión de pagos- a ampliar su ayuda al país heleno. Como vemos, hay motivos para la actual corrección bursátil, más acusada en los mercados –como el español- considerados de “más riesgo” si bien me parece poco comprensible que siga viéndose más castigada Europa que los EUA. Aunque esa es la tendencia: un informe de BNP deja clara la gran diferencia que existe entre la renta variable europea y la de los EUA por culpa de la crisis de la deuda periférica: ha calculado que ahora mismo los mercados bursátiles de Europa comparados con los de los EUA están al más bajo precio desde 1992, la época del coste de la reunificación alemana y del Reino Unido expulsado del sistema monetario internacional por Soros.