Abril de 1930. Tras el crash de octubre de 1929 el Dow Jones había recuperado el 50%. Las declaraciones entonces de las autoridades eran muy optimistas, por ejemplo “Aunque el crash sólo tuvo lugar hace seis meses, estoy convencido de que ya ha pasado lo peor y con esfuerzo vamos a recuperarnos rápidamente.”( Herbert Hoover, Presidente de los Estados Unidos, 1 de mayo, 1930 ). Tanto optimismo era erróneo tanto para la economía como para la bolsa: el Dow Jones marcó máximos anuales ese abril en torno a los 300 puntos llegando a cotizar a 45 en julio de 1932 (85% de caída). Ahora los mercados han recuperado todavía más y los estados se felicitan por la contundencia y rapidez de sus medidas pero no ven el futuro de forma tan halagüeña, la inmensa mayoría de los discursos y de las previsiones de las autoridades son claras: “ya ha pasado lo peor pero nos quedan meses de más aumento del paro y años de bajo crecimiento” o citando a Krugman “una recuperación lenta y dolorosa”.
Acertados o no, llama la atención lo poco que se parece tanta prudencia a la euforia bursátil ya que una semana más, las pequeñas correcciones puntuales del lunes sirvieron como excusa para que entrara nuevo dinero en la bolsa y se marcaran nuevos máximos anuales. De hecho, la riqueza neta de las familias en los EUA aumentó en 2 billones de $ durante el segundo trimestre hasta 53.1 b. Supone la primera subida desde el tercer trimestre de 2007 y es responsabilidad casi al 100% de las alzas bursátiles. Es decir, la subida de la bolsa ayuda a la economía pero ésta sigue empantanada. Y es que el peso de la deuda pública ahoga nuevas iniciativas mientras el consumo privado sigue sin recuperarse. Por el bien de las cuentas públicas se deberían retirar los estímulos y se oyen declaraciones en ese sentido, pero esta misma semana la FED ha extendido el plazo de sus programas de compra de activos respaldos por hipotecas (MBS) y la deuda de agencias hasta el próximo 31 de marzo. Y es que en el momento que dichos estímulos se empiecen a reducir, la actividad económica –que depende excesivamente de ellos- puede caer y dejar en evidencia la artificialidad de esta supuesta recuperación. Difícil papeleta que probablemente lleve a los líderes del G-20 en su próxima reunión a aplazar decisiones importantes.
Pero una de las decisiones que parece sí están dispuestos a asumir es el recortar los riesgos que asume la banca, y esto -que parece coherente y hasta necesario- puede, según Societé Generale, reducir los beneficios del sector en un 15% “como poco”. Suena lógico que si arriesgan menos tengan menos posibilidades de perder pero también de ganar y esa es una advertencia seria a corto plazo para los mercados bursátiles que ya se empezó a notar estos últimos días. Y hay otro peligro: que se les exija un colchón de liquidez más amplio (más reservas) y que podría llevar, sobre todo en la banca europea (Santander ya se adelantó a esto y ha marcado máximos gracias a hacer lo mismo con su filial brasileña), a una lluvia de ampliaciones de capital, es decir, más papel al mercado. Se está notando que últimamente las subidas no las lidera el sector financiero sino las compañías relacionadas con commodities ayudadas por un $ barato pero será difícil mantener estos niveles de sobrecompra si se empieza a descontar una bajada en los beneficios de la banca para un futuro cercano: fue el sector que inició esto y puede ser el que lo termine. Y es que como dice Emilio Ocampo respecto a los planes del G-20, “no sólo se trata de que la reforma contribuya a evitar nuevas crisis, sino también a que el sistema financiero cumpla su función de asignar eficientemente los ahorros de la economía”. La evidencia sugiere que esto no es así: Entre 1950 y 1980, el sector generaba, en promedio, alrededor del 10% de las ganancias del sector privado en Estados Unidos. Aumentó al 22% en la década de los noventa y llegó a 41% durante los años de la burbuja inmobiliaria. En otras palabras, han ido primando más los altos beneficios que la gestión prudente. Un dato curioso es que 14 de los 20 principales valores financieros del SP500 cotizan por encima del precio objetivo marcado por los analistas, algo inaudito.
Precisamente la analista que con sus recomendaciones –que resultaron acertadas- inició el rally de los bancos USA, Meredith Whitney, cree ahora que se está exagerando demasiado con el optimismo de la economía y los beneficios de los bancos y que los fundamentales no han cambiado. Por otra parte David Rosenberg, economista jefe de Gluskin Sheff & Associates Inc (ex de Merrill Lynch), ha señalado que el mercado de acciones está tan sobrevalorado que el actual nivel de los mercados correspondería al tercer año de la recuperación de una recesión. Incluso Morgan Stanley, que este jueves ha subido el precio objetivo para fin de este año del SP500 de 900 a 1050 (justo su valor actual), está asumiendo que no le queda recorrido al alza a la bolsa. Finalmente, me llama la atención la opinión del prestigioso analista Mike Mayo que, además de advertir sobre múltiples quiebras en los bancos regionales americanos –los más afectados por las deudas inmobiliarias- si no amplían capital, teme algún episodio similar a Enron o Worldcom “antes de que acabe este ciclo” ya que “Si tu incrementas el riesgo durante dos décadas, necesitas tiempo para reducirlo”.
Dejando la bolsa de lado, me gustaría recordar a unos hipotecados que a pesar de la euforia de los mínimos históricos vividos –hasta los que tienen suelo esta semana están encontrando esperanza-, están pasando una muy mala época. Sé que fue decisión suya pero es evidente que es un producto financiero complejo del que seguro el comercial del banco de turno no explicó todos los riesgos: me refiero a las hipotecas multidivisa. Como bien comenta este artículo “La rebaja del euribor, que está favoreciendo un ahorro medio de hasta 4.000 euros anuales en la revisión de la hipoteca, pasa de largo dolorosamente para los clientes que contrataron su hipoteca en yenes o francos suizos. Asumieron un riesgo elevado en el momento en que contrataron una hipoteca en una divisa distinta al euro, a cambio de contraer una deuda que iría reduciéndose en el futuro por el efecto del tipo de cambio. Pero ahora se encuentran con que cargan con una deuda mayor a causa de la apreciación de la divisa elegida. Así, el tipo de cambio se ha vuelto en contra de quienes firmaron hace dos años una hipoteca en yenes o en francos suizos, las dos monedas que eran antes más favorables para endeudarse por su cotización frente al euro y por el bajo nivel de tipos de interés de sus economías.”
Y lo peor de estos hipotecados, como de muchos, es que su propiedad difícilmente subirá de valor a corto plazo por lo que la venta se antoja difícil, no ya por expectativas económicas, sino por aritmética. La comparación entre la oferta –1,67 millones de viviendas– y la demanda prevista –218.400 compradores– “determina unos stocks de viviendas nuevas vacías puestas a la venta tan enormes que no se podrán drenar por completo hasta 2016”, según el Anuario Estadístico del Mercado Inmobiliario Español 2009 de la consultora R. R. de Acuña & Asociados. No acaba aquí la cosa, según sus cálculos esta “sobreoferta” se suma a las 327.350 casas en promociones paradas sin terminar, así como las viviendas no iniciadas con proyecto, que ya suman 1,098 millones de unidades. Éstas se deberán ir acometiendo en los próximos dos años, y tienen un crédito otorgado que asciende a 52.947 millones de euros. En total, inmobiliarias, bancos, cajas de ahorros e inversores particulares soportan un peso de casi 3,1 millones de viviendas. Además, el suelo residencial acabado, en promoción o gestión de las inmobiliarias alcanzaría para edificar 869.122 casas, y el de la banca 160.000. Son datos de una consultora independiente que ofrecen un panorama bastante peor que el que yo pensaba y me lo he releído y estudiado y sus cifras parecen correctas…