La última crisis ha cambiado muchos paradigmas económicos y los profesionales del ramo, salvo decepcionantes excepciones que no han cambiado una coma su discurso, han asumido los cambios y ya aceptan, por ejemplo, que pueden coexistir tipos ultrabajos durante años sin que se dispare la inflación o que la deuda soberana sí puede tener mucho riesgo incluso si es emitida por países del Primer Mundo. Sin embargo, es mucho más difícil cambiar las ideas erróneas del imaginario colectivo, especialmente si además hay algunos políticos que las repiten incluso sabiendo que son mentira como los famosos –y falsos – “60 mil millones que los bancos nos deben”.
Hoy voy a explicar por qué ha dejado de ser cierto lo que tanta gente cree: que los bancos siempre ganan. Seguramente era cierto antes de la crisis pero ya hace años que no es verdad. Lo primero que hay que aclarar es algo muy obvio: cuando decimos que los bancos ganan dinero quienes lo ganan son sus propietarios, es decir, sus accionistas. Esto significa que los miles de millones que cada año reportan como beneficio se traducen en dividendos para ellos pero para cobrar ese dividendo deben ser accionistas. Es obvio, sí, pero muchos parecen olvidarlo porque eso significa que los propietarios de los bancos sólo ganan dinero si la cantidad que perciben como dividendo es mayor de lo que se ha devaluado el precio de su inversión y resulta que eso hace años que no pasa en la mayoría de bancos europeos.
Sí, los bancos ganan mucho dinero y sí, lo reparten entre sus accionistas en forma de dividendos (para alegría del Montoro de turno por cierto) pero éstos cada vez tienen menos capital porque su parte en la propiedad de esa entidad financiera cada día vale menos. Por supuesto no hablo de los accionistas de las cajas que quebraron y al haber sido nacionalizadas éramos nosotros y por eso el coste de su saneamiento salió de las arcas públicas, tampoco de los del Popular, que perdieron todo el dinero que tenían allí invertido. Esos son casos extremos como también los hay en el lado positivo como es el caso de Goldman Sachs por ejemplo. Hablo de la mayor parte de los bancos europeos, y todos los españoles que cotizan en bolsa, ya que aunque ganen dinero cada año, hacen perder dinero a sus propietarios porque su inversión cada vez vale menos. Esto relativiza mucho algunos titulares por muy ciertos que sean como este:
- La gran banca ganó 16.676 millones en 2018, un 22,4% más
- Ya que hay que tener en cuenta este otro:
- La gran banca española cierra 2018 con 48.000 millones menos en bolsa
Porque implica que los dueños de los bancos, incluso cuando éstos tienen beneficios, pierden dinero.
Nada que ver, por ejemplo, con nuestras grandes eléctricas que no sólo pagan jugosos dividendos a sus accionistas, además cotizan en zona de máximos históricos. Aunque para muchos ambos sectores estén en el mismo saco por pura antipatía de hecho son prácticamente opuestos: unas empresas cada vez valen más y reportan más beneficios a sus propietarios y las otras directamente les hacen perder dinero. Para ser más exactos y comprobarlo visualmente se puede mirar el gráfico de la cotización “total return”, es decir, incluyendo los dividendos cobrados (su evolución bursátil sería mucho peor sin ellos, claro) para así saber cómo de rentable para los dueños del banco es su inversión y aquí podemos ver tres ejemplos (he tomado 5 años porque es aún más llamativo que esto ocurra en una época de expansión económica, si lo cogemos desde 2007 por supuesto el desastre financiero para los bancos –es decir, para sus propietarios- es mucho mayor) de dos entidades financieras y una eléctrica:
En Bankia pasa algo parecido: hay quien defiende retrasar la privatización, aparte de por temas ideológicos, porque estamos cobrando dividendos al ser el estado el principal accionista pero claro, hace dos años cotizaba al doble que ahora por lo que aunque hayamos cobrado parte de los beneficios, financieramente lo adecuado hubiera sido, como en la mayoría de las entidades financieras europeas, vender en 2017. En cualquier caso, la titularidad del banco es lo de menos porque los problemas del negocio bancario son comunes a todos. Ya expliqué hace tiempo que el mayor –y el más sensible a los ciclos económicos- es la morosidad, y que basta con que 1 de cada 10 créditos no sean devueltos para tener que repercutir un coste mayor de los créditos en los otros 9 (si se presta 1 millón de € a diez clientes y uno no lo devuelve, los intereses suben para los otros 9 en bastante proporción para recuperar el millón perdido). Ese es el motivo por el que la diferencia entre los tipos de los depósitos y los de los créditos sea tan alta y no porque nos tengan manía, que hay personas que nunca han prestado dinero a un amigo de toda confianza y luego se quejan de que los bancos pidan garantías… Si a eso sumamos la política de tipos ultrabajos de BCE y la transformación tecnológica, se explica su crisis.
A nivel usuario, a pesar de que cada vez funcionan peor y disponemos de menos sucursales y empleados para atendernos, tenemos una de las mejores bancas del mundo, y lo digo tanto por experiencia personal cuando he vivido fuera como por comentarios de personas que residen en el extranjero: la banca (como tantas otras cosas como la sanidad pública o los servicios turísticos por poner dos ejemplos más) funcionan bastante peor fuera de España que aquí, tanto en servicios como en coste de dichos servicios. Con todo, es evidente que los bancos no nos caen simpáticos a nadie pero ni con despidos a miles –que siguen más de una década después de los primeros- ni con subidas de comisiones brutales están consiguiendo tener un modelo de negocio rentable. Santander con Brasil y BBVA con México siguen presentando muy buenos resultados pero no convencen en su negocio nacional, donde tenemos otros tristes ejemplos como el de Banco Sabadell.
En la última crisis se gastó en todo el mundo mucho dinero público en evitar que se repitiera el episodio de Lehman Brothers por miedo a las consecuencias para la estabilidad económica mundial y es lógico que eso nos moleste (aunque hay países que hasta rentabilizaron esas ayudas) pero eso no quita para que su situación actual sea muy delicada y que el dinero que ganan no compense a sus propietarios. El deber de nuestros gobiernos debería ser evitar que esa situación tan delicada no constituya un peligro social como pasó no hace tantos años y que el coste –caso de colapso- sea mínimo para el erario. Y el resto podemos alegrarnos o preocuparnos por las consecuencias o ambas cosas o ninguna -allá cada uno- de que les vaya mal pero sería absurdo negar que es así: les va de pena.