Hay una larga tradición histórica de la inversión ética. El Islam, el judaísmo y el cristianismo han evitado tradicionalmente la inversión en empresas que entraban en conflicto con sus creencias religiosas, como la producción de alcohol, tabaco y armas. Pero lo que se conoce como “inversión socialmente responsable” en su forma moderna se originó hace poco más de 40 años, impulsado por un crecimiento en la concienciación y la preocupación por diversas cuestiones sociales y ambientales, incluyendo el movimiento anti-nuclear y los derechos civiles en los EUA y Canadá sobre todo. Pax World Fund es considerado como el primer fondo de inversión ética, y se constituyó en 1971 como una estrategia de inversión alternativa para aquellos que se oponían a la producción de armas en el contexto de la Guerra de Vietnam.
Hace unos años fui testigo directo de las dificultades que conlleva la creación de un fondo ético, que básicamente se pueden resumir en dos ámbitos:
- La subjetividad del concepto. En general los fondos éticos suelen tener o una orientación religiosa o una orientación ecológica, en ambos campos es muy difícil encontrar definiciones absolutas que se complementen con actitudes empresariales. Una empresa farmacéutica puede ser ética por sus medicinas pero por su división de biotecnología chocar con los dogmas de algunas religiones, puede ser ética por sus remedios pero no ecológica por su experimentación con animales…
- El problema con los descartados. De hecho, el fondo nunca salió a la luz porque se temió el enfado de algunas compañías por ser excluidas. Imaginemos por ejemplo a BBVA creando un fondo ético de orientación ecológica y excluyendo a Repsol porque considera que contamina, y la petrolera protestando porque gastan mucho dinero en reducir las emisiones… ¿Merece la pena el posible conflicto?
De hecho Inverco –la asociación de instituciones de inversión colectiva- dejó claro cuando reguló la creación de fondos éticos en España en 1999 que “la utilización de la denominación ética no significa que las demás se gestionen con criterios no éticos”. Pero el miedo a ser descartado por un fondo ético era exagerado ya que su éxito ha sido muy limitado, tanto a nivel español como global. No obstante, sigue habiendo cierta prudencia en dar nombres: por ejemplo, en bolsa en Europa existe un Stoxx Europe Christian Índex, que es un índice con empresas seleccionadas teniendo en cuenta los valores cristianos como la responsabilidad ética, social, ambiental y económica pero no se hacen públicos sus componentes. La mayor parte de los fondos éticos de orientación católica están agrupados en la Christian Brothers Services con inversiones de todo tipo en sus 36 carteras de gestión privada pero sólo excluye de forma general lo relacionado con armas estratégicas, pornografía, control de natalidad y juego.
Sin embargo, sigue sin ser fácil determinar lo que es ético y lo que no lo es; si se es muy estricto podría pensarse que comprar acciones de Funespaña, que es una empresa que gana más dinero si organiza más entierros, es una apuesta económica por el aumento de muertes; si se relajan las normas, poco importa comprar acciones de una empresa de armamento porque a no ser que se acuda a la OPV, no se financia a la compañía sino al que te las ha vendido. Quizás son las dificultades en la elección de las inversiones lo que ha llevado a que los fondos éticos (no confundir con los solidarios, que son los que destinan su beneficio en comisiones de gestión a solidaridad) sean algo minoritario, aunque creo que está más relacionado con el que las entidades financieras apenas publicitan a estos productos, quizás por no revelar qué consideran ellos ético y qué no.
Estos dilemas los podemos plantear cuando nos sobra el dinero pero, ¿Y cuando nos falta? Porque ninguno de nosotros reaccionamos igual si tenemos que si debemos: una oferta de trabajo que normalmente rechazaríamos la aceptamos si nos acucia el pagar la hipoteca y ya no podemos contar con el salario de la esposa que ha sido despedida. En el plano empresarial tenemos un ejemplo cercano muy claro: el Fútbol Club Barcelona. Ha pasado de pagar dinero por anunciar a la prestigiosa UNICEF a, tras una auditoria reveladora, aceptar recibir millones de euros por anunciar un país que incumple algunos derechos humanos como Qatar. Es triste pero ¿acaso no haríamos lo mismo la mayoría de nosotros? ¡Si hasta la FIFA les ha concedido la organización del Mundial de 2022 a pesar de los 40 grados a la sombra que padecerán futbolistas y espectadores!
Y qué decir de China, la mayor dictadura del planeta es vista como salvadora de nuestro vecino Portugal porque puede que compre algunos miles de millones de euros de deuda, lo cual sería también una buena noticia para muchos bancos españoles, asustados con la posibilidad de que pueda suspender pagos. Da la sensación de que si los peores regímenes del mundo (¿el birmano, el de Corea del norte, el iraní…?) tuvieran capital como para acudir a nuestras subastas de deuda pública no nos importaría el origen de ese dinero porque estamos seriamente acuciados por colocar -durante 2011- 155 mil millones de deuda pública más 37 mil millones que se calcula emitirán las administraciones locales y las empresas de capital público y cuyo total puede llegar a superar los 200 mil millones –como ya ha pasado este año- dependiendo de si el déficit previsto se cumple y/o de si los tipos siguen encareciéndose.
Sabiendo todo esto, lanzo esta pregunta al foro: ¿Hay a pesar de todo hueco para la ética en el mundo económico o es mejor seguir mirando hacia otro lado como hasta ahora?