Según el INE la cifra de turistas alojados en hoteles en abril en España fue de cero. Los que elaboran estas cifras consideran que, aunque hubo algunos clientes, sus motivos fueron laborales por lo que sucedió ese cero, ese -100% interanual, que nunca ninguna estadística había contemplado. Este es quizás el ejemplo más extremo pero ha habido estas últimas semanas unas variaciones porcentuales extremas, desde algunas cotizaciones bursátiles a ingresos de bares pasando por traslados en avión… Incluso en algunos casos, como en los análisis serios se corrige por estacionalidad, los números pueden llegar a ser negativos como se ha dado en las ventas de automóviles de abril
Claro que en un mundo en el que hay emisores que cobran porque les adquieran la deuda y en un año en el que hemos visto cómo hay quien pagaba dinero para que le compraran su petróleo, poco nos debería extrañar ya ver estas distorsiones estadísticas. Pero que no nos lleve a engaños la posterior recuperación: La diversidad de caídas tan fuertes y de números absolutos tan bajos van a provocar que el mínimo repunte, que puede producirse en algún caso en mayo –pronto lo sabremos- pero sobre todo en junio, pueda provocar un exceso de optimismo por la trampa de los porcentajes.
Cuando una cifra pasa de 0 a 1000 o a 10 mil o a 100 mil el % sale disparado pero no deja de ser una nimiedad cuando, por ejemplo, en junio del año pasado sólo los turistas internacionales que visitaron España rondaron los 7 millones. Lo digo porque no tardaremos en oír de nuevo la expresión “brotes verdes” y sería engañarnos pensar que, incluso si lo peor sanitariamente ya ha pasado (algo que parece al fin una realidad, al menos en España) la crisis va a pasar pronto porque sintamos rebotar algunas cifras. Veamos por ejemplo el caso de los EUA donde, debido a Wall Street y al ambiente pre-electoral, se está poniendo de moda lo de la “vuelta en V”: Pues bien, teniendo en cuenta lo que se espera que caiga el actual trimestre, y a pesar del enorme optimismo existente respecto al tercero, el crecimiento del PIB tendría que promediar un 10% anualizado cada trimestre hasta el cuarto trimestre de 2021 para que la producción real del país regrese para entonces al mismo nivel de finales del año pasado.
En el caso español puede que tengamos que esperar hasta 2023, y eso con previsiones no especialmente pesimistas. Por supuesto puede que se equivoquen y la cosa vaya mejor de lo pronosticado pero que nadie piense que porque se vean grandes aumentos porcentuales en algunas cifras a partir de ahora, eso signifique que el fin de los actuales problemas económicos del país están cerca. Además, el dato que más pesa para la ciudadanía que es el del paro, suele ser de los más retrasados por lo que si el punto mínimo del PIB ocurre en el actual trimestre, el máximo de la tasa de paro –incluso si se confirma el escenario de que vamos recuperando y no vuelve a haber confinamientos- puede que no se vea hasta bien entrado 2021 (y, como ya pasó en la anterior crisis, la bajada será lo bastante lenta como para que el 14% de tasa de paro de finales de 2019 tarde bastante en volverse a ver, repito, incluso si las expectativas son positivas a partir de ahora. Y eso sin tener en cuenta el destrozo a las cuentas públicas que todo esto está provocando y que derivará en una avalancha de deuda que lastrará nuestro futuro.
De momento esta semana conocimos que del 12 de marzo al 31 de mayo la afiliación a la Seguridad Social se redujo en 760.082 personas mientras 2.998.970 afiliados están todavía en ERTE; el saber cuántos de éstos van a volver o no a trabajar es la gran incógnita de corto plazo pero incluso aunque volvieran a la labor más de los que se esperan (ojalá), no se pude cantar victoria. El gobierno francés –que como todos, suele ofrecer el escenario menos pesimista- estos días ha empeorado su previsión del PIB para 2020 del -8% anterior al -11%. Es de suponer que España rondará esa cifra y es muy difícil que una caída de la actividad tan enorme no se traduzca en problemas en el empleo más allá de las próximas semanas puesto que hay muchas empresas (los empleadores) colgando de un hilo. Y todo esto sin conocer aún si habrá rebrotes o no del virus, que ese es otro tema. Está bien que seamos optimistas pero hay que ser también realistas y la economía española –y nuestra situación política no ayuda- está muy enferma, tardará en sanar y nadie sabe qué secuelas tendrá después.
La gran noticia en los mercados de esta semana es el optimismo con el que ha empezado Junio. Si como dijimos el crudo -descontando que el fin de los principales confinamientos disparará su consumo- ya parecía avisar de que lo peor había pasado, ahora ha sorprendido la fuerza de las bolsas eurozoneras destacando la que estaba más deprimida hasta hace dos semanas: el Ibex. El motivo claro parece la fe en las medidas que BCE ha tomado ayer, y que de alguna forma ya se habían filtrado. Wall Street también sigue en buena forma con el país en llamas por protestas raciales, decenas de millones de personas sin empleo y un presidente incendiario que además no ceja en su guerra comercial contra China ni en estas circunstancias…Llevo muchos años ya denunciando la enorme diferencia existente entre la “Street” y “Wall Street” pero creo nunca ha habido tanta distancia entre ambas realidades como ahora, y de hecho según cualquier parámetro ortodoxo (desde beneficios empresariales a datos macro) la bolsa norteamericana está en su nivel más caro de la historia, enchufada al ventilador de liquidez de la FED como nunca. Muy peligroso este nivel de auténtica burbuja, esperemos que, ahora que está de moda equiparar tendencias con letras, no estemos ante el fin de la segunda línea que complete la mitad de una W en los índices bursátiles norteamericanos y, por ende, en todos los demás.
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