El pasado 7 de Enero SpaceX, la empresa de Elon Musk lanzó el satélite militar Zuma, un dispositivo rodeado de misterio ya que tanto su misión como sus características son información clasificada por el gobierno de los EEUU. Su desarrollo ha estado rodeado de un secretismo atípico incluso para un proyecto de este tipo.
El lanzamiento fue un éxito, el cohete salió, dejó su mercancía en el cielo y volvió a la tierra. El Comando Estratégico del Pentágono, que monitorea más de 23.000 satélites, aseguró el pasado lunes que no ha registrado señales del nuevo dispositivo desde su lanzamiento. Se ha perdido, o al menos eso es lo que nos han contado (algunos insinúan que esto es una estrategia del Pentágono).
Nunca sabremos los detalles porque son secretos.
Las investigaciones preliminares apuntan a que el dispositivo no logró soltarse con éxito del Falcon 9 y resultó dañado o destruido durante la entrada de este en la atmósfera terrestre. Desde Space X insisten en que el lanzamiento y entrega de la carga se realizó con absoluta normalidad y declinan toda responsabilidad en el asunto. De hecho, pueden tener razón. Aunque el cohete es suyo, los datos de misión no muestran errores y el sistema de anclaje de Zuma al Falcon 9 no es obra de Space X, sino de Northrop Grumman. El proveedor aeronáutico del gobierno no ha hecho declaraciones oficiales al respecto.
Resumiendo: Zuma, el satélite lanzado por la empresa del emprendedor de moda, el sudafricano Elon Musk ha desaparecido.
Zuma – Sudafricano – Desaparecido.
Esas son las tres palabras clave con las que se debió quedar algún algoritmo que lanzó la noticia de que Jacob Zuma, el presidente de Sudáfrica (sí, se apellida igual que el satélite) había dimitido repentinamente.