Eduardo Mendoza es uno de mis escritores favoritos y afortunadamente goza de buena salud tal y como comentó la semana pasada cuando recibió el premio Cervantes.
De nada me puedo quejar e incluso ha mejorado mi estado de salud: antes padecía pequeños desarreglos impropios de mi edad y ahora estos desarreglos se han vuelto propios de mi edad
Y también comentó otras cosas interesantes, como que “Vivimos tiempos confusos e inciertos”
Un cambio radical que afecta al conocimiento a la cultura, a las relaciones humanas, en definitiva, a nuestra manera de estar en el mundo. Pero al decir esto no pretendo ser alarmista. Este cambio está ahí, pero no tiene por qué ser nocivo, ni brusco, ni traumático”
Seguramente en su momento todos los tiempos hayan sido confusos e inciertos pero me da la sensación de que los de ahora son muy inciertos, muy confusos y sobretodo van una velocidad endiablada.
Os voy a hacer una pregunta que seguramente cualquiera podia responder hace 30 años. ¿A qué edad te vas a jubilar y cuánto crees que vas a vivir? No es una pregunta tonta, ya que implica a un porcentaje muy grande de tu vida. Tu padre o tu abuelo podrían acertar con más o menos atino la respuesta a esta pregunta, pero tu lo tienes francamente difícil.
La esperanza de vida de los españoles se ha duplicado en apenas cuatro generaciones y no sería descabellado que se duplicase en pocas décadas (vale, igual me he pasad)o, o al menos que siguiese creciendo al ritmo actual.
Jack Ma, el fundador de Alibaba Group, se preguntó si dentro de dos siglos no sería necesario legislar los límites de la vida útil para no exceder los 200 años de vida.
Y este solo es un punto de confusión e incertidumbre a los cuales podemos añadir más.
Gran parte de la incertidumbre se origina en el fenómeno descrito por Mike Lee, que argumenta que “El próximo siglo doble (2000-2200) promete al menos de 150 innovaciones tan revolucionarias como la máquina de vapor, los antibióticos o el avión.”
En esta gráfica vemos los avances tecnológicos significativos en la historia de la humanidad.
En este entorno en el que la tecnología, la esperanza de vida y los cambios globales avanzan más rápido que nunca el pronóstico a largo plazo se ha vuelto obsoleto. Debemos dar la bienvenida a la era de lo incierto, esa en la que las encuestas no aciertan ni una, nadie sabe si el euro existirá dentro de 10 años, desconocemos si tu puesto de trabajo seguirá siendo útil en un lustro o si los robots pagarán tu pensión. Asumirlo nos ahorrará los disgustos de descubrir que no acertamos en nuestras previsiones porque todo es imprevisible.
Este cambio está ahí, pero no tiene por qué ser nocivo, ni brusco, ni traumático