Si a prácticamente cualquier economista, de cualquier escuela de pensamiento, le hubieran preguntado como ejercicio teórico hace 10 años por las consecuencias de una política monetaria como la que actualmente predomina en el mundo seguramente la primera reacción sería de incredulidad y la segunda asegurar que con esos ingredientes se iba a disparar la inflación y además añadirían que con tanta impresión de dinero sin respaldo se resentiría gravemente la confianza en el sistema fiduciario vigente desde que se abandonó el patrón oro. Hablando del oro, probablemente situarían su precio muchísimo más alto de como está, dando por hecho que los inversores se “refugiarían” en él de la pérdida de valor del dinero.
mayo 2015
Volkswagen destinará 4.200 millones a sus plantas españolas entre 2015 y 2019
El Grupo Volkswagen destinará 4.200 millones de euros a sus plantas en España entre 2015 y 2019, en una inversión que la compañía describe como la mayor de carácter industrial en la historia del país.
Esta inversión ha sido comunicada por el vicepresidente mundial de Compras de Volkswagen, Francisco Javier García Sanz, al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en un encuentro en el Palacio de la Moncloa.
La apuesta inversora por España irá dirigida a equipos, instalaciones e I+D en las fábricas de Volkswagen en Navarra y de Seat en Martorell (Barcelona).
La compañía indica que el proyecto inversor no solo garantiza el futuro de sus instalaciones en España, sino que tendrá un impacto “muy positivo” en la industria auxiliar del país tanto en términos de actividad como de empleo.
De hecho, Volkswagen prevé aumentar sustancialmente el aprovisionamiento de piezas y componentes fabricados en España, por lo que se configura como una empresa capaz de ejercer de “motor de la economía española”.
“El Grupo Volkswagen reafirma su compromiso como motor de la economía española con la mayor inversión industrial realizada en la historia de nuestro país”, afirmó García Sanz, tras expresar su agradecimiento a Rajoy por el “firme apoyo” del Gobierno al sector del automóvil.
Para el directivo, “España es un país clave en la estrategia del grupo”, al tiempo que el proyecto supondrá “una garantía para el futuro de las instalaciones” en el país.
NUEVOS MODELOS.
De hecho, las plantas españolas, aseguró, “se van a preparar para la asignación de nuevos modelos” de la compañía, que se encuentran en la actualidad en fase de estudio y que serán anunciados “más adelante”.
Las plantas de Martorell y de Navarra “están entre las mejores fábricas del Grupo en términos de productividad y flexibilidad”, circunstancia que anima al grupo a apostar por ellas.
22.000 TRABAJADORES EN ESPAÑA.
El grupo emplea a cerca de 22.000 trabajadores en España distribuidos en empresas como Seat, Volkswagen Navarra, Volkswagen-Audi España, Volkswagen Financial Services, Volkswagen Group Retail Spain, Porsche Ibérica, MAN Truck & Bus, MAN Finance, MAN Diesel & Turbo, Scania Ibérica, Scania Finance, Italdesign Giugiaro Barcelona y Audi Tooling Barcelona.
La cifra de negocio de estas empresas en España ascendió en 2014 a cerca de 13.800 millones de euros, lo que equivale a más del 1,3% del Producto Interior Bruto (PIB) del país.
Las ventas de todas las marcas del grupo en el mercado español superaron el pasado año los 216.250 vehículos, de los que más de 200.000 correspondieron a turismos. De esta forma, uno de cada cuatro turismos y todoterrenos matriculados en 2014 en España pertenecía a alguna de las marcas del Grupo Volkswagen.
Las fábricas de Seat en Martorell y Volkswagen en Navarra sumaron en 2014 una producción de 748.400 automóviles, con un crecimiento del 13,1% en relación con el ejercicio precedente. El grupo fabrica uno de cada tres vehículos producidos en España.
En el mundo bursátil hay algunos dichos que, con todas las limitaciones que siempre tienen las aseveraciones generalistas, suelen dar en el clavo. Uno de los más famosos es “sell in may and go away” y se basa en la constatación estadística de una mayor rentabilidad del semestre noviembre-mayo respecto al mayo-noviembre. En resumen, lo que dicen los números es que se gana más dinero estando invertido de noviembre a mayo que durante todo el año por lo que lo lógico, para reducir el riesgo y cambiar a otras inversiones, es vender en mayo y entrar de nuevo en las supuestas “rebajas” de septiembre-octubre para posicionarse otra vez. Se puede apreciar con claridad aquí:
Es visible la escandalosa diferencia que además tiene cierto sentido ya que el final –por maquillaje de carteras- y el comienzo del año –por entrada de flujos- suelen ser los mejores momentos para las bolsas mientras que los meses de verano son demasiado volátiles, septiembre es el menos rentable –siempre según la estadística- y octubre tiene fama de grandes sustos. El que esto ocurra, en media, en las principales bolsas tras medir rentabilidades de varias décadas, no implica que vaya a pasar este año pero en mi opinión tiene mucha lógica que ocurra.
El primer tercio de 2015 ha propiciado algunas revalorizaciones espectaculares que parecen invitar a los inversores a realizar beneficios y retirar su dinero y optar por una táctica más conservadora, no sólo por la velocidad de las subidas, también porque están obviando riesgos (políticos y económicos) que en cualquier momento pueden servir como excusa para una honda corrección. Cierto que en la Eurozona, Japón y China –las que mejor se están comportando- la liquidez de los bancos centrales y la falta de atractivo de la renta fija son un argumento de peso para apostar por la renta variable pero alzas tan verticales siempre deben verse acompañadas por dientes de sierra y si eso no pasa la probabilidad de un crash aumenta. Ya la última semana de abril fue de caídas en bolsa explicadas por los medios por el decepcionante dato del PIB del primer trimestre en los EUA. Pero es un argumento simplista puesto que Wall Street fue la menos afectada y sí lo fueron y mucho las bolsas europeas. ¿Por qué? Pues parece que si la economía norteamericana no funciona tan bien como se esperaba, la posibilidad de una subida de tipos allí se retrasa –Evans de la FED ha hablado estos días de 2016- lo que debilita al $ y hace subir al € lo que no gusta en la Eurozona.
Si a eso sumamos el rebote del precio del crudo (de más del 40% desde mínimos anuales) y elfuerte repunte de las rentabilidades de los bonos porque el IPC de la €zona no fue deflacionario y los grandes inversores –a nivel mundial– puede que hayan recuperado la cordura, el panorama se estropea y frena la desmedida euforia que hemos visto en algunos mercados eurozoneros en el primer tercio del año (y de la que parece haberse contagiado nuestro gobierno a tenor de las previsiones que ha hecho de bajada del paro a 4 años vista). De momento en el inicio de mayo se ha continuado este proceso si bien la impresión es de un ajuste de expectativas desmedidas pero quién sabe si hemos visto ya un techo en algunos índices (por ejemplo parece que la burbuja en Twitter y Linkedln ya ha empezado a estallar) y un suelo en algunas rentabilidades… lo que podría suponer también que en abril quizás hayamos disfrutado de los mínimos del Euribor.
El caso es que en otras épocas la evolución tanto de la renta fija como de la renta variable no solía implicar un movimiento conjunto unidireccional –un activo era refugio para el dinero que salía del otro- que afectara tanto a la salud de los inversores y del sector financiero como el actual debido al protagonismo de los bancos centrales. Gracias a ellos llevan mucho tiempo bajando las rentabilidades de la deuda y subiendo el precio de las acciones empujando con ello los beneficios de bancos, compañías de seguros, fondos etc. que tienen un gran porcentaje de sus inversiones en renta fija y variable. El que ambos activos puedan moverse a la vez en dirección opuesta –es decir, que vendan bolsa y bonos- a la de las grandes carteras puede afectar no solo a los resultados del sector, también a las esperanzas de reactivación del crédito en la Eurozona, tan necesario en el actual sistema.
Si hablamos sólo de bolsa, el que corrijan algo los índices europeos tras tantas alzas en 2015 no me preocupa tanto como la posibilidad de un crash en Wall Street. Uno de los factores más inquietantes son las compras sin dinero, bien por créditos o bien por apalancamiento, que implican un riesgo enorme para los inversores ya que cualquier caída provoca ejecuciones de garantías. Como se aprecia en la imagen extremos como el actual –de hecho es una cifra históricamente extrema- suelen conducir en poco tiempo a grandes desplomes bursátiles porque las bajadas se van alimentando más y más por aquellos que no disponen de efectivo en sus cuentas para aguantar las pérdidas y deben vender con prisas y ya sabemos cómo son los mercados: cuando sale mucho papel a bajo precio es justo cuando menos interés existe en comprar…
Links.
- Situación de Canarias y Baleares primer semestre 2015: informes de BBVA Research
- Un mundo sin ‘defaults’
- La nueva normalidad lenta de China by Michael Spence
- El riesgo de la recuperación en los Estados Unidos by Martin Feldstein
- ¿Se acabaron los buenos tiempos? by Michael J. Boskin
- La reestructuración de los gobiernos by Jean Pisani-Ferry
- La política económica al revés by Stephen S. Roach
- España y el euro: reforma o ruptura
- La excepcionalidad de España (un poco de optimismo nacional)
- “Situación España. Segundo Trimestre de 2015″ – BBVA Research
Viendo como andan últimamente las valoraciones de ciertos activos financieros, como la renta variable en Estados Unidos o bien la renta fija en Europa con rentabilidades negativas, a muchos nos ha pasado por la cabeza la teoría del mayor tonto. Está teoría es de las más mencionadas entre las existentes ya que se presupone que en el mercado, siempre encontraremos un comprador a quién venderle nuestros títulos a un precio superior, al que previamente habíamos comprado, independientemente de que el mercado se encuentre extremadamente sobrevalorado, hasta que se encuentra definitivamente al mayor tonto de todos. Muchos consideran que la Bolsa se resume en pasarnos una cerilla prendida los unos a los otros, mientras se está consumiendo… Pues bien, en base a “la teoría del mayor tonto” tenderemos a pensar que habrá alguien quién nos reclame esa cerilla, aunque gran parte de ella esté consumida. Según esta teoría, el precio de un activo no estaría determinado por el valor intrínseco, sino más bien por la percepción o expectativas de los participantes del mercado y teóricamente mientras no seamos ese “mayor tonto” es posible obtener beneficios en un mercado porque siempre encontraremos a alguien que este dispuesto a pagar una unidad monetaria más.
En la burbuja de los tulipanes en la Holanda del siglo XVII, el gran negocio de los bulbos de tulipanes cegó a muchos. En la fase final de la burbuja, un empresario intercambió su fábrica por tres bulbos de tulipanes… ¿Acaso era el mayor tonto? Depende, si consiguió vendérselos posteriormente a alguien, objetivamente no fue el mayor tonto. Pero desde luego intercambiar una fábrica por tres miserables bulbos… no parece una operación muy inteligente. Lo mismo pasó con Terra en la burbuja de las punto.com, en el 17 de noviembre de 1999 salió a Bolsa a un precio de 11,81 euros y la cotización voló hasta alcanzar su máximo histórico de 157,6 euros, el 14 de febrero del 2000. Seguramente aquellos que compraron en el máximo histórico, pensaron en la teoría del mayor tonto, si Terra se había revalorizado un 1.000% en tres meses, seguro que se dijeron a sí mismos: ¿Tras esta subida acaso no podré sacarle algo? Lo mismo ocurre en nuestros días, Facebook cotiza a 82,71 dólares, con un PER de 76 veces, valoraciones de locura, pero… ¿Acaso el accionista de Facebook es el mayor tonto? ¿Enserio no pueden las acciones de Facebook subir a 83 dólares o incluso llegar a 90? ¿Hasta donde llega la exuberancia irracional?
Pero un día la música deja de sonar, la teoría del mayor tonto recae sobre alguien, quizá alguien que muy probablemente confió en que dicha teoría tuviera resultados en forma de considerables plusvalías. El título del mayor tonto ya tiene nombres y apellidos pero en el pico más alto de cualquier burbuja se tiende a negar la mayor, “no seré yo el mayor tonto” y empiezan a surgir los problemas… Ese último tonto primero pierde, pero la teoría del mayor tonto dice que alguien nos comprará a un precio mayor, por lo que en vez de interpretar como el punto y final de de la burbuja, más bien lo interpreta de que esto es sólo una corrección. Luego la pérdidas van a más… y uno se niega a ser considerado como el mayor tonto de la partida, iniciando una espiral psicológica muy dura en que el mayor enemigo es uno mismo y su capacidad para aceptar la realidad.
Hay quiénes tienen mayores papeletas para ostentar el deshonroso título de ser considerado el mayor tonto, hablamos de las manos débiles del mercado, aquellos que con sus decisiones no tienen capacidad de mover el mercado pero son víctimas de las fases de distribución del mercado, que son ejecutadas por las manos fuertes.Por otra parte, las manos fuertes pueden aprovecharse de la teoría del mayor tonto, soltando papel hasta el último de los compradores, aquél que le corresponderá ser EL MAYOR TONTO DE TODOS.
Acciones, obligaciones y letras del tesoro ¿Cuáles son sus resultados reales? Las conclusiones sorprenden…
Jonh Maynard Keynes afirmó “a largo plazo, todos muertos”, pero por si acaso estamos vivos y nos centramos en formar y mantener, una cartera de inversión en el largo plazo, debemos saber cuáles son las estadísticas por cada tipología de activo que formará parte de nuestra cartera. En concreto, estudiaremos las relaciones entre los rendimientos compuestos de las acciones, las obligaciones y las letras del tesoro, una vez se haya descontado la inflación, en base al estudio Ibbotson SBBI Classic Yearbook 2001. También mostraré cuáles son los rendimientos de las acciones, después de inflación e impuestos, ya que a más de uno le van a sorprender las conclusiones.
En primer lugar, las acciones ofrecen un rendimiento en el primer año mantenidos en cartera del 6,5%, una vez se haya descontado la inflación. Mientras que las obligaciones y las letras del Tesoro ofrecen al inversor el primer año un 1,6% y un 0,4% respectivamente. Ante este escenario, la probabilidad de que las acciones superen en términos de rentabilidad neta a las obligaciones es de un 63%, mientras que la probabilidad de que las acciones. Sin embargo si descontamos el efecto inflación y el efecto impuestos sobre acciones, obligaciones y letras del Tesoro obtenemos que en promedio las acciones nos ofrecerán un 4,4%, las obligaciones un -2% y las letras del Tesoro un -2,2%, por lo que para financiar al gobierno estamos perdiendo rentabilidad real.
Una vez hayan transcurrido cinco años, en promedio, las acciones ofrecen una rentabilidad neta del 37,1% descontando la inflación, sin embargo las obligaciones sólo habrían avanzado un 8,3% y aún peor las letras del Tesoro nos hubieran ofrecido un retorno del 2,2%, por lo que se empieza a establecer una gran brecha entre los diferentes activos. En ese periodo de cinco años, prácticamente la probabilidad de que la rentabilidad de las acciones superen tanto a obligaciones como a las letras del Tesoro es de un 74 y 75 por ciento respectivamente. Si descontamos inflación e impuestos las acciones nos hubieran ofrecido un retorno del 23,8%, mientras que las obligaciones nos aportarían una rentabilidad real del -9,7% y del -10% en las letras del Tesoro, por lo que nos debería empezar a parecer una mala idea confiar nuestro dinero a el gobierno de la nación porque muy difícilmente ganaremos poder adquisitivo.
Si abarcamos un plazo de diez años, la rentabilidad de las acciones después de la inflación es de un 87,9%, la de las obligaciones de un 17,2% y de un 4,5% en las letras del Tesoro. Las probabilidades de que las acciones superen a los títulos de renta fija son contundentes… en el 84% de las veces en el caso de las obligaciones y del 82% en el caso de las letras del Tesoro. Pero si analizamos las rentabilidades de tras inflación e impuestos tras los diez años tener títulos del gobierno parece ser la idea más ruinosa para su patrimonio ya que las obligaciones les aportarán una rentabilidad del -18,5% y las -20,2%, mientras que las acciones nos hubieran ofrecido un 53,4% una vez descontado el efecto inflación e impuestos.
Vayamos a un periodo de veinte años ¿Qué sucede? Las acciones, tras la inflación, nos hubieran aportado un 252,9%, las obligaciones un 37,3%, mientras que las letras del tesoro apenas un 9,2%. En este punto, las acciones hubieran superado tanto a las obligaciones como a las letras del Tesoro en el 98% y el 100% de las veces. Descontado inflación e impuestos, las acciones nos ofrecerían en veinte años un 135,3% de rentabilidad, mientras que las obligaciones nos ofrecerían un -33,5% las letras del Tesoro nos hubieran aportado un retorno neto del -36,2%.
Tras treinta años, los resultados son más extremos… tras la inflación la rentabilidad de las acciones es de un 563%, mientras que las obligaciones y las letras del Tesoro nos hubieran aportado un 61 y un 14,1% respectivamente, en ambos casos el 100% de las veces las acciones superan a los títulos del Estado. Si descontamos inflación e impuestos, con las acciones hubiera obtenido un 260,9%, mientras que apostando por las obligaciones hubiera conseguido una rentabilidad del -45,8% y del -49,1%, en otras palabras tras treinta años el Estado le hubiera acaparado prácticamente la mitad de su poder de compra a través de sus títulos de deuda.
En base a lo citado anteriormente, podemos extraer varias conclusiones. En primer lugar, las acciones en el largo plazo se comportarán mejor que los títulos de deuda de los Estados de manera clara y contundente. Otra conclusión que podemos extraer es ¿Cómo lo hacen los Estados para acumular déficit y abultadas deudas? Pues bien, claramente pasandole la factura a los demás… En sintonía, los Bancos Centrales que promueven objetivos inflacionistas con los Estados que manejan las políticas fiscales forman una sinergia bien engrasada no sólo para robar a los contribuyentes del país sino también a los propios inversores que apuestan por adquirir deuda pública.