Al igual que la tortilla Española es la reina de las tortillas, la gripe española fue la reina de la gripes, ella solita mató entre 50 y 100 millones de personas en todo el mundo (2,5 al 5% de la población) entre 1918 y 1919, siendo por tanto una de las epidemias más mortíferas de la historia de la humanidad. Curiosamente se la conoció como gripe española ya que fue aquí donde más repercusión tuvo en la prensa ya que en nuestro país no se censuró información sobre esta enfermedad puesto que no participabamos en la primera guerra mundial que se disputaba entonces.
Actualmente tenemos otro tipo de virus muy contagioso en el ambiente y es la sensación de crisis, veamos como Robert J. Shinller en su libro “El Estallido de la burbuja” compara esta “enfermedad social” con las epidemias víricas.
Entender un contagio social de estas características es como querer entender la epidemia de una enfermedad. Las epidemias surgen de vez en cuando, y su incidencia desconcierta a los médicos. Pero se ha creado una teoría matemática de la epidemiología que ayuda a los expertos a comprender estos eventos aparentemente misteriosos.
Toda enfermedad tiene su índice de contagio (la velocidad con la que se propaga de una persona a otra) así como un índice de desaparición (la velocidad con la que las personas se recuperan o sucumben a la enfermedad y ya no son contagiosas). Si la tasa de contagio supera el índice de desaparición por una cantidad necesaria, se inicia una epidemia. La tasa de contagio varía con el tiempo debido a una serie de factores. Por ejemplo índices de contagio de la gripe son más elevados en invierno cuando las bajas temperaturas alientan la propagación del virus y las personas resoiran las partículas aéreas infectadas.
Lo mismo ocurre en el entorno social y económico. Tarde o temprano algún factor hace aumentar la tasa de infección por encima del índice de desaparición y se propaga una perspectiva demasiado optimista del mercado. Se acumulan los argumentos de dominio público que apoyarían esa perspectiva y la epidemia se descontrola. Casi todo el mundo parece opinar -si es que son capaces de discernir la preeminencia de algunos argumeneconómicos-que esos argumentos solo se hacen escuchar en virtud de su verdadero mérito intelectual. La idea de que un argumento domine sobre los demás por un mero contagio social nunca se menciona puertas afuera de los departamentos de sociología de las universidades
Este “contagio social” es lo que en su día denominó Xavier Sala-i-Martí el “¿Donde va Vicente?
En realidad, todos nos comportamos como rebaños de borregos en alguna ocasión. Lo hacemos, por ejemplo, cuando vamos de turistas a cenar en una ciudad desconocida. Antes de entrar en un local, miramos por la ventana para ver cuanta gente hay dentro. Y si vemos que está vacío, pensamos que a la gente que tiene información no le gusta el restaurante. Tomamos la escasez de clientela como una indicación de la mala calidad de la comida, y nos metemos en el restaurante de al lado, que ya tiene algún cliente
Y así es, en ciertos momentos a Vicente le da por comprar casas, petróleo, oro o acciones y así es como se forman las burbujas ya que ahí es donde va la gente y con ella el dinero y las plusvalías. El problema es que Vicente ahora no quiere comprar nada, por un lado porque no le prestan, pero por otro porque la gente tampoco lo hace y todos sabemos, que vicente va donde va la gente ¿O es al revés?.
Una vez puestas las tiritas en el sistema financiero mundial, la cuestión ahora encontrar ese catalizador que mueva a las masas de un lado a otro, ya que ahora está en el lado que no nos gusta. De momento, lo intentan con mensajes de optimismo tipo “vemos la luz al final del tunel“. ¿Será suficiente?.