Como estos días estoy de viaje en el otro lado del charco, no he podido (ni querido) seguir nada de la actualidad en los mercados, pero como seguro que siguen de actualidad las F.A.N.G. stocks (Facebook, Amazon, Netflix y Google) sin las que no sería posible comprender el rally bursátil de Wall Street los últimos años, os resumo sobre el tema de las grandes tecnológicas un interesante escrito de Alexandra Borchardt. Ella encuentra paralelismos entre la crisis financiera iniciada hace más de diez años y la situación actual de burbuja en las tecnológicas. Resumo pero son sus palabras:
- Primero, el analfabetismo de los consumidores puede costar caro. Poco antes de que estallara la burbuja inmobiliaria, muchos inversores se dieron cuenta de que no entendían en absoluto los productos que estaban comprando; algunos ni siquiera sabían que estaban comprando algo. El periodismo financiero contribuyó a esta atmósfera de ignorancia (ella fue periodista financiera, lo sabe bien) al centrarse exclusivamente en las potenciales ganancias, y al ignorar los riesgos. La gente se involucra con la tecnología de maneras similares. Las empresas, los gobiernos y los negocios felizmente conectan todas sus operaciones a plataformas que no pueden controlar. Pero, al igual que los productos financieros peligrosos, el único modo de mitigar los riesgos de las nuevas tecnologías es saber a ciencia cierta qué es lo que podría salir mal.
- Segundo: los costos ocultos suman (yo añadiría: nada es gratis). Antes de la crisis financiera, a muchos clientes les vendieron productos con costes financieros adicionales que se convirtieron en deudas enormes. Hoy en el negocio de la tecnología, los costos ocultos siguen engatusando a los consumidores confiados. Algunos de esos costos son sociales -como la presión por parte de los anunciantes para comprar productos- y otros son tan tangibles como entregar datos personales a cambio de acceso a un servicio.
- Tercero: las estructuras de incentivos inequitativos son malos para los negocios. Mucho se ha escrito sobre los bonus extraordinarios que se les pagaron a banqueros de inversión durante el pico de la crisis financiera. Pero los CEO de Silicon Valley tampoco son Robin Hood. Los emprendedores tecnológicos podrán decirles a sus inversores que quieren cambiar el mundo, pero muchos están intoxicados por la idea de que el mundo será mejor cuando ellos vendan sus empresas al mejor postor.
- Cuarto: está estudiado que las empresas que están dominadas por hombres asumen más riesgos innecesarios. Cuando se estaba escribiendo la historia de la crisis financiera, muchos sostenían que una mayor diversidad de género habría mitigado el daño. La misma lógica se aplica al sector tecnológico hoy.
- Quinto: la economía global está profundamente interconectada y si ningún gran banco es demasiado grande como para quebrar o ser rescatado eso es válido también para las mayores compañías tecnológicas. El colapso de Amazon o Google -por más invulnerables que puedan parecer- tendría efectos dominó devastadores. Mientras muchos sostienen que no sería prudente regular a las empresas tecnológicas con vistas a temores sobre censura y acceso al conocimiento, estas empresas, al igual que sus contrapartes del sector financiero, se han vuelto demasiado grandes como para que se las abandone a sus propios medios.
En los diez años que transcurrieron desde que estalló la crisis financiera, los cambios estructurales han ayudado a estabilizar la industria bancaria y de servicios financieros. Las regulaciones han aumentado la transparencia de la industria bancaria y mejorado la conciencia de los consumidores de servicios financieros (siempre según ella) pero la reputación del sector sigue hecha añicos. Para que la industria tecnológica evite un destino similar, sus líderes deberían dejar de cometer los mismos errores que los bancos cometieron en el pasado. En eso esto totalmente de acuerdo.