Nuestro sistema político tiene muchos defectos pero a la vez creo que éstos son un reflejo de la sociedad española que es muy complaciente con las mentiras, con la corrupción, con el despilfarro… nos quejamos mucho de los políticos y a la vez les hacemos el juego, hay mucho conformismo en España y en mi opinión hay demasiado miedo a perder lo que se tiene como para intentar hacer el cambio radical que se necesita. No obstante, aunque los españoles seamos los principales responsables –e incluso culpables- del sistema actual lo cierto es que los que montaron el actual tinglado han dificultado mucho que pueda haber un cambio real que pasaría, en primer lugar, por una nueva constitución que sustituyera a la anterior, algo que no contempla ninguna opción política de peso en el actual Parlamento.
Y sin embargo, las críticas al actual sistema son constantes: hay quien insiste en la contradicción de no poder elegir por votación popular al jefe de estado, hay quien critica la falta de independencia de la justicia, la inutilidad del Senado, las listas cerradas, la ausencia de requisitos objetivos para ir en ellas, el injusto sistema electoral, que coexistan autonomías y diputaciones, el inmenso número de políticos, el aún mayor de asesores a dedo, la falta de castigo a los gestores públicos que gastan por sistema mucho más de lo que ingresan, lo barata que sale la corrupción… En todo estoy de acuerdo pero creo que no es la clave del mayor problema de nuestra democracia: que está mal construida porque no hace lo suficiente para que exista una efectiva separación de poderes.
Fue el filósofo Montesquieu quien en El espíritu de las leyes (1748) acuñó el término “división de poderes” que ha llegado a nuestros días. Básicamente establecía, contra el criterio absolutista que “Los departamentos legislativo, ejecutivo y judicial deben ser distintos y diferentes” y añadía: “Para que exista un gobierno libre los poderes propios de uno de los departamentos no deben ser administrados completa ni directamente por cualquiera de los otros. Es también evidente que ninguno de ellos debe poseer, directa o indirectamente, una influencia preponderante sobre los otros en lo que se refiere a la administración de sus respectivos poderes.”
Así pues, el poder ejecutivo, el poder legislativo y el poder judicial no deben concentrarse en las mismas manos. Esta es una teoría de contrapesos, donde un poder equilibra al otro. Sin embargo en el caso español las leyes las hacen los parlamentos que están dominados por los mismos que han elegido al ejecutivo, la separación prácticamente no existe y sólo el Tribunal Constitucional puede y debe frenar una ley si es anticonstitucional. Con lo que sólo tenemos como independiente el poder judicial al que se llega por estudios pero cuyos órganos superiores también están de algún modo influidos por el ejecutivo pues son cargos propuestos por partidos políticos. De hecho, el propio Tribunal Constitucional también es elegido por el poder legislativo como todos los órganos que en teoría podrían frenar su poder:
Así pues, si un ejecutivo está en el poder el suficiente tiempo domina los principales cargos del poder judicial, ha influido en el nombramiento del presidente del Tribunal Constitucional, hace las leyes que quiere si tiene una mayoría parlamentaria suficientemente amplia –algo a lo que ayuda la actual ley electoral- y como la percepción de lo que es bueno o es malo a la mayoría de la gente le llega a través del filtro de los medios de comunicación, la independencia de estos es clave -aunque ese es otro tema del que ya escribí– pero muy difícil dada su gran dependencia económica –e incluso de funcionamiento- de decisiones políticas. Por supuesto todo este excesivo control sobre todas las áreas de poder también incluye la economía, sin un buen sistema de contrapesos es muy fácil para los gestores políticos el caer en la tentación de la corrupción: no podemos confiar –por desgracia lo hemos comprobado- en la bondad de nadie, es mejor tener un sistema que dificulte al máximo la posibilidad del latrocinio. Igual que es mejor tener un sistema de semáforos en los cruces que confiar en la educación vial de los conductores.
Cuando se trata de este tema suelen comentarse como ejemplos de esa falta de separación la injerencia de los gobiernos en los órganos judiciales, en las licencias de radio y televisión, en la utilización de las campañas de publicidad institucional como presión hacia la prensa… También estoy de acuerdo pero no creo sea lo peor. Lo más grave a mi juicio es que no haya diferencia entre el poder ejecutivo y el legislativo lo que otorga demasiado poder al ganador de las elecciones. Es otro más de los enormes defectos que tiene la Constitución que una parte de los españoles nacidos antes de 1960 votó en 1978 y que seguimos sufriendo en la actualidad y que parece ser deberemos padecer por los siglos de los siglos. Para cambiar el sistema actual hay que derogar la actual Constitución y, a mi juicio, realizar un sistema diferente: elegir por un lado a los parlamentarios con una ley electoral justa sin circunscripciones electorales y por otro, elegir al presidente en otras elecciones (al estilo norteamericano por ejemplo). El presidente (o primer ministro) ejercería el poder ejecutivo y tendría potestad para elaborar los Presupuestos pero no legislaría, eso es cosa del Parlamento,
Para que el Congreso (el Senado no sería necesario) tuviera una representación justa de la voluntad popular la ley electoral debe asegurar que el voto de cada español tiene el mismo peso por lo que las circunscripciones electorales deben eliminarse (además no son efectivas puesto que existe la disciplina de voto dentro de los partidos y no el interés territorial). Contrariamente a lo que la gente cree esto no perjudicaría especialmente a los partidos nacionalistas sino a los más votados ya que se eliminaría su preponderancia de salir victoriosos en muchas circunscripciones ya que éstas no existirían y sería muy improbable volver a ver mayorías absolutas. Mi propuesta es simple: que si hay 350 escaños y 35 millones de votantes, cada escaño se obtenga con 100 mil votos. Si sólo votan 17.5 millones porque hay una abstención del 50%, sólo habrá 175 diputados ya que no es justo que si los políticos no consiguen interesar a la sociedad, obtengan la misma representación. Los resultados de las últimas generales con este sistema se pueden ver aquí. Esos diputados serán el poder legislativo, y los dos partidos más votados presentarán un candidato para primer ministro que será elegido por votación popular para ejercer el poder ejecutivo. En mi opinión, o cambiamos esto o seguiremos eligiendo a un dictador cada 4 años ya que el que gana las elecciones generales domina todos los poderes del estado.
Por supuesto hay muchos más cambios necesarios, de ahí que este artículo sea sólo el primero… si interesa el tema, claro.