Leer para ser "mentes bien informadas".
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BPI 79º Informe Anual
Los retos para la política monetaria
Hay que reconocer que los bancos centrales operan en un entorno que dista mucho de su zona de confort. El recorte sin precedentes de las tasas de interés y la ampliación de sus balances plantean multitud de riesgos económicos. Por una parte, sus medidas pueden ser insuficientes para situar a la economía en la senda de la recuperación; por otra, puede resultarles difícil corregirlas a tiempo para evitar que la inflación se eleve conforme vayan restableciéndose el crecimiento y el empleo.
La opinión de consenso es que, con unos bancos y mercados gravemente dañados, los bancos centrales no han tenido más remedio que asumir gran parte de la intermediación financiera mayorista a corto plazo. Pero sus balances,que técnicamente podrían ampliarse ilimitadamente, en la práctica pueden alcanzar unos límites insuficientes para satisfacer las necesidades de la economía.
Y una vez que se materialice la recuperación, ¿cómo pueden los bancos centrales comenzar a subir las tasas de interés oficiales y replegar sus amplias intervenciones monetarias? Las cuestiones técnicas son mucho menos espinosas que las políticas. A nivel operativo, los hinchados balances actuales de los bancos centrales no deben obstruir la transición hacia el crecimiento económico. Llegado el momento, los bancos centrales pueden endurecer las condiciones de financiación subiendo la tasa de interés oficial o emitiendo sus propios bonos para drenar reservas excedentarias al tiempo que mantienen activos que no tengan fácil venta. Por tanto, aunque el mantenimiento de ciertos activos ilíquidos podría sostener durante algún tiempo el abultado tamaño de los balances, las condiciones de financiación podrían endurecerse de forma que permitan a las autoridades monetarias una retirada airosa de su relajación poco convencional de la política monetaria.
Pero es probable que las medidas de corrección y el momento de su adopción sean difíciles. La historia demuestra que cuando se actúa para moderar una expansión, las autoridades monetarias —siempre sometidas a un estrecho escrutinio político— tienden a llegar tarde, endureciendo las condiciones de financiación con lentitud por temor a hacerlo prematuramente o con demasiada dureza. Dado que las actuales medidas expansivas fueron propiciadas por una situación de crisis extrema, es probable que el temor de los bancos centrales a corregirlas con demasiada celeridad sea especialmente intenso, lo que eleva el riesgo de que el endurecimiento llegue demasiado tarde. La gran preocupación —totalmente justificada— es que, antes de que pueda revertirse, la excepcional relajación de la política monetaria se traduzca en un crecimiento de los agregados monetarios y crediticios más amplios.
Esto, a su vez, generaría una inflación que alimentaría las expectativas de inflación o alentaría otra burbuja de precios de los activos, preparando el terreno para el siguiente ciclo de auge y desaceleración.
Por último, es esencial que los bancos centrales pongan fin a su papel de intermediarios de última instancia. Al haber asumido grandes volúmenes de intermediación de mercados e instituciones moribundos, han creado el riesgo de que el sector privado no pueda recuperar estas actividades con rapidez o facilidad, o iniciarlas bajo una nueva operativa. No sólo debe volverse a los efectos comerciales y a las formas simples de titulización, sino que también deben aceptarlos los creadores de mercado y los arbitrajistas. Cualquier medida que emprendan las autoridades para sustituir provisionalmente a los agentes privados ha de tener como finalidad última el regreso de dichos agentes.
En el aspecto político, los bancos centrales percibieron la imperiosa necesidad de salirse de su ámbito de influencia tradicional, por lo que no pudieron evaluar cuidadosamente las repercusiones últimas de sus actuaciones en materia de gobernanza. En consecuencia, sus medidas entrañan importantes riesgos políticos a largo plazo.
Uno de los riesgos procede del apoyo que las autoridades monetarias han concedido a determinados sectores y prestatarios en detrimento de otros,creando condiciones desiguales en algunas áreas. Tradicionalmente, los bancos centrales han operado en mercados profundos en un intento por permanecer imparciales y evitar crear distorsiones de precios. Pero en el entorno actual, lo que comúnmente se conoce como «neutralidad de los activos» simplemente no es posible.
Otro riesgo a largo plazo es que las extraordinarias facilidades para el crédito y la compra de activos creadas por los bancos centrales han difuminado la tradicional distinción entre política monetaria y fiscal y, por ende, entre las actuaciones de los bancos centrales y las de los gobiernos.
Algunas de las medidas de política monetaria no convencionales de mayor riesgo pueden al final generar grandes pérdidas que tendrán que ser asumidas por los ciudadanos. Dichas pérdidas podrían desencadenar una peligrosa reacción en contra de la independencia de la banca central con respecto al gobierno.