Siguiendo a Keynes

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Autor: Ignacio Sotelo.

¿Vuelve Keynes?

La actual socialdemocracia está impulsando un falso keynesianismo: el Estado, con el dinero de todos, salva bancos y empresas, pero la propiedad, y con ella la capacidad de decidir, queda en manos privadas​

La crisis ha recuperado dos de los elementos esenciales del keynesianismo: el papel central del Estado para que funcione el mercado y el recurso al déficit para salir de la depresión. ¿Vuelve un Keynes triunfante, después de que a finales de los 70 hubiese sido desplazado por el liberalismo a ultranza de un Friedrich von Hayek, o un Milton Friedman?

En los años 50 y 60, en "la edad de oro del Estado de bienestar", pocos se hubieran atrevido a dudar de que la prosperidad que se vivía, en contraste con lo ocurrido en los años de entreguerras, no se debiera a un keynesianismo que, paradójicamente, no hubo necesidad de poner en práctica. Cuando en 1974 estalla la crisis -el detonador fue la guerra árabe-israelí, que cuadriplicó los precios del petróleo- hubo que enfrentarse a la conjunción de tres males -recesión, inflación y desempleo-, sin que las fórmulas keynesianas dieran los resultados esperados. El premier laborista, James Callaghan, llegó a manifestar en septiembre de 1976: "Estamos acostumbrados a pensar que podemos escapar a la recesión y aumentar el empleo rebajando los impuestos y aumentando el gasto. Lo digo con la mayor sinceridad, esta opción ya no existe, si es que alguna vez existió, porque el resultado ha sido siempre una mayor inflación. Y cada vez que esto sucede aumenta el nivel medio de desempleo".

En vez de empeñarse en mantener a cualquier coste el pleno empleo, el Gobierno laborista trató de crear las condiciones adecuadas para que el mercado desplegase una mayor eficiencia. Importa poner énfasis en que fue el laborismo el que enterró el keynesianismo, al aceptar la preeminencia del mercado, la contención monetarista y una "tasa natural" de desempleo. Asoció el pleno empleo con el estancamiento y la pobreza que traería consigo una sociedad más igualitaria y solidaria. Había que elegir entre igualdad y pobreza o riqueza y desigualdad. Entre 1945 y 1950 los laboristas montaron el Estado de bienestar basado en el pleno empleo, pero también lo clausuraron cuando se desprendieron del keynesianismo entre 1976 y 1979.

Conviene recordar que la máxima preocupación de Keynes era cómo conseguir el pleno empleo de los recursos disponibles, tanto humanos como de capital. Un paro crónico, incluso masivo en momentos de crisis, constituía a sus ojos el punto más débil del capitalismo, que a la larga no podría durar si produjese un desempleo perpetuo. Pese a las restricciones a las libertades individuales, el socialismo tendría la ventaja de garantizar trabajo para todos.

Al mostrar que la inversión no está ligada al ahorro, sino a las perspectivas de ganancia, Keynes critica el supuesto equilibrio entre producción y consumo que había constatado la economía clásica, en función de la cual el desempleo desciende si bajan los salarios y en general los costos de producción. Keynes recalca que si se bajan los salarios, al encogerse la demanda global, se obtiene el efecto contrario: más paro. Además, una política de achicamiento de los salarios no sólo es poco razonable, es que ni siquiera resulta factible. Bajar los salarios, con los conflictos sociales que comporta, sólo se lograría en un régimen autoritario que hubiera suprimido, entre otras, la libertad sindical.

Sin embargo, en los últimos lustros se ha defendido como política de empleo el ajuste a la baja de los salarios, favoreciendo el despido libre, aunque en la mayor parte de los países de nuestro entorno, pese a las presiones neoliberales, no se haya pasado de meros amagos. Ningún gobierno está dispuesto a provocar una sarta de conflictos sociales apoyando una reducción seria de los salarios nominales. De que desciendan ya se ocupa el paro... y la inflación de que bajen los reales.

Keynes fue muy consciente de que la apertura a los mercados internacionales lleva un alto riesgo para el pleno empleo, lo que explica su empeño en mantener las economías nacionales bajo un control estricto. En primer lugar, había que impedir, si fuera preciso incluso con medidas proteccionistas, que la apertura al exterior arrasase la industria básica establecida. "¡Hace mucho tiempo que no soy un librecambista, y no creo que nadie lo sea ya en el viejo sentido de la palabra!". Importa retener que el modelo keynesiano, en determinadas circunstancias y por un tiempo limitado, reclama medidas proteccionistas para garantizar el pleno empleo.

...

sigue
 

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..vuelve Keynes ¿?

...continua..

Keynes no sólo plantea, si fuese preciso, volver al proteccionismo, sino que pone en tela de juicio la prerrogativa exclusiva del empresario de decidir en qué y cuándo invierte su dinero, algo que atañe a la esencia misma del capitalismo. La aporía intrínseca del sistema radica en que no puede mantener el pleno empleo sin garantizar previamente las inversiones de la manera más conveniente para la economía nacional, y no simplemente para el interés del inversor. Y no hay "mano invisible" que haga converger el interés general con el egoísmo individual. Keynes fue claro: "Creo que una socialización bastante completa de las inversiones será el único medio de aproximarse a la ocupación plena".

Mantener el pleno empleo exige una mayor inversión, pero la privada aumenta o disminuye según sea la eficiencia marginal del capital, que, en todo caso, debe fluctuar por encima de la tasa de interés. Pese a que muchos la consideren la única opción posible, en el fondo nada tan opaco y vacilante como la inversión privada para eliminar el paro. Nadie invierte para crear puestos de trabajo, por mucho que una monserga constante insista en que la inversión privada es el factor principal para reducir el paro. En vísperas de elecciones, los partidos prometen bajar los impuestos para aumentar los beneficios de las empresas, lo que, dicen, redundará en inversiones que creen puestos de trabajo, como si hubiese una relación directa entre cuantía del capital disponible y monto de las inversiones. Se invierte para maximizar unos beneficios que, como expectativas verosímiles, han de vislumbrarse en el horizonte, y que son mayores cuanta menos mano de obra haya que emplear.

La socialización de las inversiones es parte integrante de una política keynesiana de pleno empleo, punto en el que la socialdemocracia no se atrevió nunca a ser consecuentemente keynesiana. Por el bien de la economía de mercado no habría otra salida que socializar las inversiones, es decir, suprimir la iniciativa individual, justamente, el elemento más propio y constitutivo del capitalismo.

Las dos recetas que ofrece Keynes para garantizar el pleno empleo -proteccionismo y socialización de las inversiones- no encajan en el capitalismo en su forma liberal primigenia, pero mucho menos la primera en la época de la globalización y la segunda cuando se ha hundido el movimiento obrero.

Pero también resulta innegable que "los principales inconvenientes de la economía en que vivimos son su incapacidad para procurar la ocupación plena y su arbitraria y desigual distribución de la riqueza y los ingresos". Dos cuestiones centrales que Keynes trató de encauzar, pero con la experiencia del último medio siglo ha quedado bien claro que, lejos de haberse resuelto, se han agravado muchísimo.

¿Vuelve Keynes? En la crisis que ha desencadenado la total desregularización, los dueños de los bienes financieros y de producción necesitan dinero público en cantidades ingentes. Amenazan con que, de no recibirlos, podría ocurrir que se derrumbase el sistema. Pero aun en situación tan extrema, de ningún modo están dispuestos a asumir el más elemental de sus principios, a saber, que el que pone el dinero adquiere la propiedad y decide. El Estado, con el dinero de todos, estaría obligado a salvar bancos y empresas, pero la propiedad, y con ella la capacidad de decidir, debe quedar en manos privadas.

Pronto se oirá otra vez la cantilena de que el Estado es bueno para subsidiar y, si las cosas se ponen mal, incluso tiene que hacerse cargo de las cuantiosas deudas acumuladas, pero ya se sabe, es un pésimo gestor. No habría alternativa a la actividad libre de la empresa privada, aunque, mientras no lo pueda evitar, está dispuesta a soportar un cierto control público.

La relectura que se hace de Keynes para justificar el enorme endeudamiento público que conlleva las ayudas a bancos y grandes empresas contradice por completo las intenciones de Keynes. Lo más grave es que la socialdemocracia de nuestros días haga suya esta interpretación.


Ignacio Sotelo es catedrático excedente de Sociología.
 

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.. debate..

mi intención es que haya un debate sobre ello.. ;)
 

gorgijasp

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keynes vs Milton friedman

mi intención es que haya un debate sobre ello.. ;)
Interesante hilo para ls economistas. Ahora mas en boga que nunca vuelve la controversia entre neomonetaristas y neokeynesianos. Los monetaristas tuvieron su epoca (la liberalizacion exagerada y sin control que ha traido estos lodos. Parece que resucita Keynes con las politicas fiscales expansivas y la situacion de trampa de liquidez que estamos viviendo en la actualidad. Keynes ha vuelto.....¿para quedarse mucho tiempo?. La severidad de la recesion lo dirá...un abrazo y enhorabuena por el hilo, fran
 

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Hugs gorgijasp. ;)

Más madera,

Keynes can't help us now

Governments cling to the delusion that a crisis of excess debt can be solved by creating more debt.​
Niall Ferguson
February 6, 2009

It began as a subprime surprise, became a credit crunch and then a global financial crisis. At last week's World Economic Forum in Davos, Switzerland, Russia and China blamed America, everyone blamed the bankers, and the bankers blamed you and me. From where I sat, the majority of the attendees were stuck in the Great Repression: deeply anxious but fundamentally in denial about the nature and magnitude of the problem.

Some foretold the bottom of the recession by the middle of this year. Others claimed that India and China would be the engines of recovery. But mostly the wise and powerful had decided to trust that John Maynard Keynes would save us all.

I heard almost no criticism of the $819-billion stimulus package making its way through Congress. The general assumption seemed to be that practically any kind of government expenditure would be beneficial -- and the bigger the resulting deficit the better.

There is something desperate about the way economists are clinging to their dogeared copies of Keynes' "General Theory." Uneasily aware that their discipline almost entirely failed to anticipate the current crisis, they seem to be regressing to macroeconomic childhood, clutching the Keynesian "multiplier effect" -- which holds that a dollar spent by the government begets more than a dollar's worth of additional economic output -- like an old teddy bear.

They need to grow up and face the harsh reality: The Western world is suffering a crisis of excessive indebtedness. Governments, corporations and households are groaning under unprecedented debt burdens. Average household debt has reached 141% of disposable income in the United States and 177% in Britain. Worst of all are the banks. Some of the best-known names in American and European finance have liabilities 40, 60 or even 100 times the amount of their capital.

The delusion that a crisis of excess debt can be solved by creating more debt is at the heart of the Great Repression. Yet that is precisely what most governments propose to do.

The United States could end up running a deficit of more than 10% of GDP this year (adding the cost of the stimulus package to the Congressional Budget Office's optimistic 8.3% forecast). Nor is that all. Last year, the Bush administration committed $7.8 trillion to bailout schemes, in the form of loans, investments and guarantees.

Now the talk is of a new "bad bank" to buy the toxic assets that the Troubled Asset Relief Program couldn't cure. No one seems to have noticed that there already is a "bad bank." It is called the Federal Reserve System, and its balance sheet has grown from just over $900 billion to more than $2 trillion since this crisis began, partly as a result of purchases of undisclosed assets from banks.

Just how much more toxic waste is out there? New York University economistNouriel Roubini puts U.S. banks' projected losses from bad loans and securities at $1.8 trillion. Even if that estimate is 40% too high, the banks' capital will still be wiped out. And all this is before any account is taken of the unfunded liabilities of the Medicare and Social Security systems. With the economy contracting at a fast clip, we are on the eve of a public-debt explosion. And similar measures are being taken around the world.

The born-again Keynesians seem to have forgotten that their prescription stood the best chance of working in a more or less closed economy. But this is a globalized world, where uncoordinated profligacy by national governments is more likely to generate bond-market and currency-market volatility than a return to growth.

There is a better way to go: in the opposite direction. The aim must be not to increase debt but to reduce it.

This used to happen in one of two ways. If, say, Argentina had an excessively large domestic debt, denominated in Argentine currency, it could be inflated away -- Argentina just printed more money. If it were an external debt, the government defaulted and forced the creditors to accept less.

Today, America is Argentina. Europe is Argentina. Former investment banks and ordinary households are Argentina. But it will not be so easy for us to inflate away our debts. The deflationary pressures unleashed by the financial crisis are too strong -- consumer prices in the U.S. have been falling for three consecutive months. Nor is default quite the same for banks and households as it is for governments. Understandably, monetary authorities are anxious to avoid mass bankruptcies of banks and households, not least because of the downward spiral caused by distress sales.
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sigue...


Interesante hilo para ls economistas. Ahora mas en boga que nunca vuelve la controversia entre neomonetaristas y neokeynesianos. Los monetaristas tuvieron su epoca (la liberalizacion exagerada y sin control que ha traido estos lodos. Parece que resucita Keynes con las politicas fiscales expansivas y la situacion de trampa de liquidez que estamos viviendo en la actualidad. Keynes ha vuelto.....¿para quedarse mucho tiempo?. La severidad de la recesion lo dirá...un abrazo y enhorabuena por el hilo, fran
 
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... más madera

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continua..

So what can we do?
First, banks that are de facto insolvent need to be restructured, not nationalized.(The last thing the U.S. needs is to have all of its banks run like Amtrak or, worse, the IRS.) Bank shareholders will have to face that they have lost their money. Too bad; they should have kept a more vigilant eye on the people running their banks. Government will take control in return for a substantial recapitalization, but only after losses have been meaningfully written down. Those who hold the banks' debt, the bondholders, may have to accept a debt-for-equity swap or a 20% "haircut" -- a disappointment, but nothing compared with the losses suffered when Lehman Bros. went under.

State life-support for dinosaur banks should not and must not impede the formation of new banks by the private sector. It is vital that state control does not give the old, moribund banks an unfair advantage. So recapitalization must be a once-only event, with no enduring government guarantees or subsidies. And there should be a clear timetable for "re-privatization" -- within, say, 10 years.

The second step we must take is a generalized conversion of American mortgages to lower interest rates and longer maturities. About 2.3 million U.S. households face foreclosure. That number is certain to rise as more adjustable-rate mortgages reset, driving perhaps 8 million more households into foreclosure and causing home prices to drop further. Few of those affected have any realistic prospect of refinancing at more affordable rates. So, once again, what is needed is state intervention.

Purists say this would violate the sanctity of the contract. But there are times when the public interest requires us to honor the rule of law in the breach. Repeatedly in the course of the 19th century, governments changed the terms of bonds that they issued through a process known as "conversion." A bond with a 5% return was simply exchanged for one with a 3% return, to take account of falling market rates and prices. Such procedures were seldom stigmatized as default.

Another objection to such a procedure is that it would reward the imprudent. But moral hazard only really matters if bad behavior is likely to be repeated, and risky adjustable-rate mortgages aren't coming back soon.

The issue, then, becomes one of fairness: Why help the imprudent when the prudent are struggling too?

One solution would be for the government-controlled mortgage lenders and guarantors, Fannie Mae and Freddie Mac, to offer all borrowers -- including those with fixed rates -- the same deal. Permanently lower monthly payments for a majority of U.S. households almost certainly would do more to stimulate consumer confidence than all the provisions of the stimulus package, including tax cuts.

No doubt those who lost by such measures would not suffer in silence. But the benefits would surely outweigh the costs to bank shareholders, bank bondholders and the owners of mortgage-backed securities.

Americans, Winston Churchill once remarked, will always do the right thing -- after they have exhausted all other alternatives. If we are still waiting for Keynes to save us when Davos comes around next year, it may well be too late. Only a Great Restructuring can end the Great Repression. It needs to happen soon.

Niall Ferguson is a professor at Harvard University and Harvard Business School, a Fellow of Jesus College, Oxford, and a senior fellow of the Hoover Institution. His latest book is "The Ascent of Money: A Financial History of the World."
 

ffrhmd

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..más madera.. ;) Fuente: EFE , 28 de Enero

Keynes ha sido resucitado por la crisis económica mundial

Tras 30 años de destierro y desdén como un economista desfasado, John Maynard Keynes ha vuelto a la vida como el salvador del mundo, o al menos la única fuente de ideas factibles para iluminar el túnel en el que está perdida la economía.

Es paradójico que para la primera crisis en el siglo XXI de la economía de internet, de los complejos derivados de crédito y la globalización financiera la inspiración sea un economista que no conoció el vídeo o las tablillas de Excel.

Pero el británico Keynes vivió algo más importante para el momento actual, la Gran Depresión de 1929, la crisis brutal que le convenció de que la mano invisible del mercado no siempre corrige los desajustes, sino que a veces se agarrota y se convierte en un puño.

La solución que propuso es que el Gobierno sustituya al sector privado y tire de la demanda para que la economía no caiga en una espiral de contracción y desespero. Es la receta con la que experimentan Estados Unidos, la Unión Europea y China, y que salió vencedora en la cumbre del G20 en noviembre, donde sus miembros pusieron la fe en el gasto público.

Incluso ha sido abrazada por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el baluarte de la austeridad presupuestaria.

El Fondo mantiene que es necesario un estímulo fiscal a nivel mundial de más de un billón de dólares, aunque la cifra podría quedarse corta en vista de que el miércoles la entidad revisará a la baja "significativamente" sus previsiones mundiales de crecimiento, según ha adelantado.

"Hemos dicho ahora algo diferente que en otras ocasiones porque esta crisis es diferente", explicó a Efe Carlo Cottarelli, el director de su departamento de asuntos fiscales.

Para el FMI, la nueva postura es en realidad una vuelta a los orígenes, pues la entidad fue cofundada por Keynes en 1944.

Un busto suyo adorna la sala de reuniones de su Consejo Ejecutivo, el cual posiblemente cerró los ojos en las últimas décadas cuando ese órgano exigió recortes presupuestarios a países inmersos en crisis profundas.

Cottarelli enfatizó que el Fondo Monetario Internacional recomienda más gasto sólo a los países que se lo pueden permitir, porque cuentan con un nivel de deuda sostenible y los inversores no les reclaman unos intereses prohibitivos.

Keynes no ha entrado en todas las cabezas, como demuestra la repulsión de los legisladores republicanos de Estados Unidos a tragarse el paquete de estímulo de 825.000 millones de dólares que maneja el presidente Barack Obama.

Sin embargo, la gravedad de la crisis ha desinflado a sus principales contrincantes intelectuales, que achacaban la Gran Depresión a la mala gestión de la Reserva Federal.

Si el banco central hubiera bajado entonces los intereses rápidamente, se habría evitado todo el dolor, argumentaron Milton Friedman y otros economistas que recibieron la etiqueta de "monetaristas".

Actualmente, sin embargo, la Reserva ha situado el precio del dinero en prácticamente cero y aún así la crisis pervive.

"La política monetaria está bien para moderar y restringir la inflación durante pequeños ciclos económicos, pero una crisis grande requiere política fiscal", opinó Barry Bosworth, un experto del centro de estudios Brookings.

Con el tirón monumental que dio al gasto público estadounidense, la Segunda Guerra Mundial avaló a Keynes al acabar finalmente con la Gran Depresión una década después del octubre fatídico de 1929 en que un plomo se colgó del cuello de la bolsa.

Sus ideas resultaron aparentemente tan correctas que algunos creyeron que "el gobierno podía estimular la economía permanentemente", pese a que Keynes nunca llegó a afirmar tanto, según Eswar Prasad, un profesor de la Universidad Cornell.

El resultado del gasto público continuo fue una inflación desbocada en todo el mundo en los años 70 y la caída en desgracia del pensador británico.

"La reacción entonces fue decir que todas sus ideas estaban equivocadas. En este momento volvemos a la sabiduría de Keynes", dijo a Efe Prasad.

Una vez más, como el presidente norteamericano Richard Nixon dijera en 1971, "todos somos ahora keynesianos".
 
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Patxi

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Solo agradecerte la información que nos aportas continuamente....:)
Perdona mi ignorancia en economía, siento no poder debatir contigo , pero prometo engullir toda la información y ....:D soltar alguna parida :D

Gracias monstruo;)
 

tagoriana

Well-Known Member
mi intención es que haya un debate sobre ello.. ;)
Gracias Fran, mi nivel desgraciadamente no da para debatir sobre estas teorias, pero te lo agradezco,algo aprendere.
No es facil el tema, visto lo visto a lo largo de la historia no lo ha sido, y no parece que se encuentre la solucion facilmente, quizas como en tantas cosas al final lo ideal seria encontrar el punto medio, ni tan liberal ni tan socialista, pero aunque de una selva de cemento se trate, la ley es la misma, el grande se come al pequeño.
Poder encontrar un modelo socio-economico para este nuestro incipiete milenio es importantisimo, ahora estamos en la prehistoria de esa nueva economia que habra que inventar, de estos lodos tendra que salir algo mas que barro para hacer ladrillos, seguramente esté en manos de nuevos pensadores, nuevas ideas, creo que poco de lo anterior servira para los nuevos tiempos... nuevos tiempos que la historia nos ha implicado para poder ver el derrumbe lo que no se es si veremos el resurgir de ese nuevo modelo socio-economico, al que tendremos que ponerle algo mas de humanidad y muchos mas valores. Ha seguir luchando.

Besitos tago.
 

ffrhmd

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..entrevista...

Tus "vivencias africanas", seguro que te ayudan a entender un mundo globalizado sí, pero más "humanitario" en cuanto a sus fines, los económicos tambien.. ;)

Las entrevistas "intelectualmente" relevantes como esta a Niall Ferguson (parte 1, parte 2, parte 3) ayudan a entender lo que sucede. En la televisión española (de la ideología que sea) , desgraciadamente nunca dan este tipo de entrevistas. ;)

Hugs, Fran.

Gracias Fran, mi nivel desgraciadamente no da para debatir sobre estas teorias, pero te lo agradezco,algo aprendere.
No es facil el tema, visto lo visto a lo largo de la historia no lo ha sido, y no parece que se encuentre la solucion facilmente, quizas como en tantas cosas al final lo ideal seria encontrar el punto medio, ni tan liberal ni tan socialista, pero aunque de una selva de cemento se trate, la ley es la misma, el grande se come al pequeño.
Poder encontrar un modelo socio-economico para este nuestro incipiete milenio es importantisimo, ahora estamos en la prehistoria de esa nueva economia que habra que inventar, de estos lodos tendra que salir algo mas que barro para hacer ladrillos, seguramente esté en manos de nuevos pensadores, nuevas ideas, creo que poco de lo anterior servira para los nuevos tiempos... nuevos tiempos que la historia nos ha implicado para poder ver el derrumbe lo que no se es si veremos el resurgir de ese nuevo modelo socio-economico, al que tendremos que ponerle algo mas de humanidad y muchos mas valores. Ha seguir luchando.

Besitos tago.

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If we are still waiting for Keynes to save us when Davos comes around next year, it may well be too late. Only a Great Restructuring can end the Great Repression. It needs to happen soon.
Niall Ferguson is a professor at Harvard University and Harvard Business School, a Fellow of Jesus College, Oxford, and a senior fellow of the Hoover Institution. His latest book is "The Ascent of Money: A Financial History of the World."
 
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Obama, Keynes y Wall Street

Autor: Manuel Castells

Durante el periodo de euforia irresponsable que atravesó la economía mundial en las dos últimas décadas, para muchos Keynes se hizo tan viejo como Marx. Su receta de gasto público para estimular la economía y salir de la recesión fue considerada por la mayoría de los economistas excesivamente primitiva y peligrosamente intervencionista. La fe religiosa en la sabiduría inmanente del mercado llevó a confiar en el automatismo de oferta y demanda para ajustar producción, consumo y empleo a los ciclos económicos. Y mira por dónde que cuando intentamos salir del hoyo que cavaron desreguladores y liberalizadores nos agarramos, o mejor dicho, se agarra Obama, que es el valiente de la película, a las recetas pensadas para la gran crisis de los años 30. El templo del neoliberalismo, el FMI, recomienda a los gobiernos que aumenten el gasto público en un promedio de 2% de su producto interior bruto.

China anuncia que lo incrementará en un 8% y las otras economías asiáticas adoptan programas similares. En la UE, el gasto proyectado supera los 200.000 millones de euros. Y en EE. UU., al paquete de casi un billón de dólares de rescate financiero se une ahora el plan de estímulo de Obama por más de 800.000 millones de dólares, el mayor de la historia. El plan, por razones políticas, combina la inversión pública directa con una devolución de impuestos (un tercio de los fondos). Pero la mayoría del gasto aplica una mezcla de keynesianismo histórico y keynesianismo del siglo XXI.

Por un lado, obra pública pura y dura: carreteras, puentes, ferrocarriles, escuelas, hospitales, edificios públicos. Por otro lado, inversión en infraestructura de una economía del conocimiento y ecológica: extensión de banda ancha; conversión a la televisión digital; ciencia y tecnología ; informatización del sistema sanitario; sistema de evaluación del cambio climático; ayudas a la industria del automóvil para vehículos híbridos y eléctricos; plan de energías renovables y acondicionamiento energético. El objetivo es modernizar el país y crear puestos de trabajo de distintos niveles de cualificación. Sin embargo, la magnitud del programa, que se pondrá en marcha en febrero, no garantiza su éxito. Porque, como dijo Keynes en su momento, lo más importante para reactivar la economía no es tanto la cantidad que se gaste como las señales que el Gobierno envíe a empresas, consumidores e inversores sobre la fortaleza de la economía y su capacidad de crecimiento.

Y es aquí donde Obama lo tiene mal, y con él todos nosotros, porque la élite financiera de la que en último término depende el flujo de capital que hace funcionar todo el sistema, parece haber perdido el sentido de la realidad. No sólo provocaron la crisis actual jugando a aprendices de brujo con sus modelos matemáticos de derivados financieros, destruyendo así la transparencia del mercado de inversiones, sino que siguen montados en su aquelarre de avaricia, usando el dinero de los contribuyentes para mantener sus vidas de pachás. El normalmente imperturbable Obama explotó de indignación al enterarse de que, al tiempo que pedían ayuda para no quebrar los bancos, con el dinero público los ejecutivos de Wall Street se habían pagado a sí mismos primas de recompensa por valor de 20.000 millones de dólares. Y de que durante el 2008 mientras las empresas financieras despedían a 100.000 trabajadores, la casi totalidad de los altos ejecutivos conservaron sus empleos, sus sueldos, sus primas y sus privilegios. Incluso hubo quien rediseñó su oficina por valor de un millón de dólares. Y Citigroup iba a recibir esta semana un avión corporativo pagando 50 millones de dólares de los fondos prestados por el Gobierno. :eek:

Obama ha dicho basta y está incluyendo controles precisos en cada paquete de ayuda para asegurar que el dinero sirve a la gente en lugar de quedarse en los bancos. Incluso se habla de control directo de Citigroup y Bank of America por parte del Gobierno para sanearlos y, de paso, cambiar a unos ejecutivos que, en un 46% según una encuesta reciente, siguen pensando que sus ganancias están por debajo de lo que se merecen. No es simplemente un tema ético, aunque tampoco estaría de más recuperar otros valores que los de la bolsa, sino económico. Porque, en continuidad con la auténtica tradición keynesiana, por mucho que se gaste, si la gente no confía en el sistema financiero, el dinero no circula. Y la inversión pública sólo sirve si arranca el motor de la inversión privada, en particular en las pymes.

Este es el punto clave de la nueva política económica, en EE. UU. y en España. Que el dinero de la reactivación llegue a las empresas productivas para que estas creen empleo. Porque si no, los límites del gasto público se alcanzan rápidamente, sobre todo en un país endeudado hasta los ojos como EE. UU. Los chinos no pueden seguir prestando a un país quebrado económica y moralmente. Y es aquí donde la bronca de Obama a Wall Street es más que una rabieta. Es una política de responsabilidad que la élite financiera y corporativa todavía no acepta. Recordemos que las recomendaciones de Keynes no fueron realmente aplicadas en los años 30. Fue la guerra la que sacó a EE. UU. de la depresión. Y el plan Marshall el que reactivó a la Europa de la posguerra.

Para crear una nueva economía sin pasar por una impensable catástrofe, Obama, y otros gobiernos, tendrá que profundizar su intervención en la economía por medios no sólo económicos, sino de principios de gestión, regulando la actividad de las empresas, empezando por las financieras, en función de criterios que combinen legítima ganancia y responsabilidad social. Algo que, excepcionalmente, enseñan las mejores escuelas de negocios de España y que va a tener una fuerte demanda por parte de ejecutivos en fase de reciclaje. Keynes, para quien el capitalismo regulado era la síntesis armoniosa de crecimiento y estabilidad, debe sonreír desde un cielo inalcanzable para Wall Street.
 
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About Crisis

Autor: Manuel Castells

Vivimos la crisis más profunda de la economía mundial desde 1929. Es una crisis financiera relacionada con una crisis del mercado inmobiliario.

Tiene su epicentro en EE. UU. pero se difunde mundialmente mediante la interdependencia de los mercados financieros globales. Sus raíces están en la desregulación de las instituciones financieras que fue acelerándose desde 1987. Surgió un nuevo sistema financiero que aprovechó las tecnologías de información y comunicación y la liberalización económica para innovar sus productos y generar una expansión sin precedentes de los mercados de capital. Se afanó en transformar cualquier valor, actual o potencial, en activos financieros, rentabilizando tanto el tiempo (mercados de futuros) como la incertidumbre (mercados de opciones) y procediendo a la titularización financiera (securitization)de cualquier tipo de bienes y servicios, activos y pasivos financieros y de las propias transacciones financieras.

Así, uno de los mecanismos más perniciosos en la crisis actual es la compraventa de valores a corto plazo, una práctica especulativa en la que se opera sin cobertura alguna de capital (naked short shelling).Un ejemplo de desregulación financiera son los fondos de cobertura (hedge funds)que escapan a cualquier control y administran inversiones de grandes capitales en operaciones de alto riesgo. Son sobre todo compañías de seguros y fondos de pensiones quienes invierten en estos fondos frecuentemente localizados en paraísos fiscales. Pero el cambio más profundo es la generalización de los derivados financieros, productos sintéticos que integran distintos tipos de activos de distintos orígenes y se mezclan en un producto nuevo cuya cotización depende de múltiples factores distribuidos globalmente. La complejidad de estos productos hace imposible su identificación, por lo cual desaparece la transparencia financiera, base de una contabilidad rigurosa capaz de informar a los inversores.

En algunos productos se mezclan valores sólidos con lo que en la jerga bancaria española se llaman chicharros o valores basura. En último término, el ahorro mundial (el suyo también) está en manos de gestores financieros apenas regulados que operan en la oscuridad contable mediante mecanismos cada vez más desligados de la economía y de la auditoría. Cierto que en una época de alto crecimiento de la productividad hace una década el dinamismo de los mercados financieros permitió una expansión económica global que creó empleo y demanda, incorporando a la economía mundial a grandes economías emergentes y ampliando la base del capitalismo.

Así, entre 1950 y 1980 por cada dólar generado por el crecimiento económico en la OCDE, se crearon 1,5 dólares de crédito. En el 2007 la proporción era de de 1 a 4,5. Pero el precio pagado por ese aumento de liquidez para empresas y hogares ha sido el endeudamiento masivo y la inseguridad financiera. La titularización financiera representó el 70% del aumento de los mercados de deuda entre el 2000 y el 2007.

Era un ejercicio de alto riesgo. Y se rompió por el punto más débil: la burbuja inmobiliaria.

Cuando la gente tiene algo de dinero (o lo puede conseguir fácilmente) piensa primero en comprar una casa.

Y como las financieras hacen tanto más dinero cuanto más dinero venden relajaron los controles de sus hipotecas aprovechando su libertad. Así surgieron las hipotecas basura (subprime)que se hicieron impagables para cientos de miles de familias que arriesgaron más de lo que podían. Como el mercado inmobiliario se hundió, el valor de las casas que los bancos usaban como garantía de préstamos no pudo compensar las pérdidas, poniendo en peligro las instituciones detentoras de hipotecas. En EE. UU., Fannie Mae y Freddie Mac, los bancos hipotecarios con garantía federal, no pudieron absorber la deuda con sus propios fondos y tuvieron que ser nacionalizados. Además esos activos inmobiliarios devaluados servían de garantía para los valores de fondos de inversión que vieron rebajada su cotización. Los inversores, con razón temerosos de la seguridad de su dinero, lo desviaron hacia bonos del Tesoro garantizados a plazo fijo o al oro y otros activos típicos de tiempos inciertos. Lo cual sustrajo una enorme masa de capital a los bancos de inversión que ya estaban inmersos en una vorágine de inversiones no garantizadas mediante fondos que ni ellos mismos sabían de dónde salían o dónde estaban.

Y es que el conjunto del sistema estaba basado en el principio de hacer girar la inversión cada vez más deprisa, expandiendo el mercado a base de inyectar dinero y recogiendo los frutos de esa expansión a través de la transformación inmediata de beneficios y ahorros en activos financieros. A partir del momento en que se genera incertidumbre se quiebra la base del sistema financiero. Y cuanto más alto volaba un banco más dura fue la caída, por la dimensión de su descubierto. Así han ido cayendo los cinco grandes bancos de inversión del mundo (todos estadounidenses) y aunque algunos, como Goldman Sachs, han sido rescatados por el Gobierno y los inversores, sólo sobreviven como bancos de depósito. Se acabó pues, aunque el proceso aún está en curso, la gran banca de inversión que había caracterizado la globalización financiera de nuestro tiempo. La falta de regulación permitió también a las aseguradoras, empezando por el gigante mundial AIG, especular con los fondos de sus asegurados, llegando al borde de la bancarrota cuando su capital propio sólo cubrió una pequeña parte de sus obligaciones. Si ni siquiera se puede estar seguro de los que aseguran, la desconfianza se generaliza. Por eso el Gobierno estadounidense refinanció AIG porque su caída hubiera tenido consecuencias trágicas.

Pero la tragedia sigue acechando. Porque si la incertidumbre continúa, nadie invierte y nadie presta. Y sin dinero, las empresas reducen actividad, aumenta el paro, cae la demanda y la espiral recesiva se convierte en torbellino destructor de economía y vidas. De eso hablan en Washington, mientras algunos intentan irse de rositas de lo que provocaron y otros medran con los despojos.

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ffrhmd

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Es cierto que nuestro sistema financiero está saneado y regulado en la medida de lo posible, como se repite en medios oficiales con la intencion de no sembrar incertidumbre que pudiera desestabilizar las instituciones de depósito y provocar una crisis derivada de la psicología colectiva de crisis. Por otro lado, como los mercados financieros son globales e interdependientes, no puede evitarse el contagio de un país por la presencia en sus bancos de "activos tóxicos", es decir, títulos financieros sin respaldo real y que son pasivo más que activo en las cuentas de las entidades financieras.

Si los gobiernos han tenido que intervenir en Alemania para salvar a Hypo, el mayor banco hipotecario del país, en el Benelux para rescatar a la gigantesca Fortis, en Francia para nacionalizar Dexia mientras se preparan para reflotar la legendaria Caisse d´Epargne, en Inglaterra para evitar la quiebra de bancos hipotecarios como el Bradford & Bingley, en Italia para proteger a Unicredit, con la Comisión Europea presta para intervenir en el conjunto del sistema bancario de la Unión, ¿por qué no aquí? Sobre todo teniendo en cuenta que la protección de los depósitos de los ahorradores españoles es la más baja de Europa (se sitúa en el mínimo establecido por la Unión Europea, 20.000 euros por titular de cuenta y entidad, en contraste con 70.000 en Francia, 63.000 en el Reino Unido o 175.000 en Estados Unidos -en la propuesta actual, que incrementó los 60.000 euros que había anteriormente-. En realidad, los argumentos tranquilizadores son sólidos.

El fondo español de garantías de depósitos es el mejor provisto de Europa, la vigilancia del Banco de España ha obligado a los bancos a mantener una liquidez razonable desde hace tiempo y los precedentes históricos tales como Banesto o Banca Catalana muestran la capacidad de la intervención preventiva del Estado antes de que los depósitos corran peligro. Al menos en ausencia de una crisis generalizada con reacciones en cadena de quiebras no absorbidas por el Estado en Estados Unidos y en Europa. Por eso es tan importante la aprobación por el Congreso estadounidense del plan de rescate (una vez reformado para que no sea un festín de banqueros a costa del contribuyente) para calmar a los mercados y frenar la caída de los valores bursátiles. Pero si una quiebra de parte del sistema financiero semejante a la que ha ocurrido en Estados Unidos es poco probable, las consecuencias de la crisis para la economía española son graves y profundas. Porque si los bancos no tienen grandes problemas de solvencia, sí tienen problemas de liquidez. Y es que nuestro sistema financiero depende del crédito exterior para financiar a las familias y empresas, sobre todo pymes. En la medida en que en el mercado global se ha ido cerrando el grifo del crédito fácil, nuestras entidades financieras han tenido que reducir sus préstamos en el último año.

De ahí la restricción de la actividad hipotecaria (caída anual del 47%) y por consiguiente la crisis inmobiliaria que está en el origen del estancamiento económico. Un altísimo nivel de paro y los elevados tipos de interés se traducen en un aumento de la morosidad que presiona a las entidades financieras, agravando sus dificultades de tesorería.

Es decir: el sistema está saneado y regulado, pero es cada vez menos capaz de proporcionar capital a la economía. Sin capital no hay inversión, no hay empleo y no hay crecimiento de la demanda.

La recesión en que ya estamos metidos supone la quiebra de un modelo de crecimiento que hace tiempo califiqué de inestable. Un modelo caracterizado por un alto crecimiento económico con bajo o nulo crecimiento de la productividad (exceptuando algunos sectores dinámicos como las finanzas o las telecomunicaciones). La economía española de la última década ha crecido a partir de tres factores básicos interrelacionados: el crecimiento del empleo, alimentado por la inmigración; el crecimiento del sector inmobiliario y de la construcción, y el crecimiento del turismo.

La inmigración ha sido un factor clave no sólo por proporcionar mano de obra abundante y barata, sino también porque un inmigrante, al instalarse en el país, crea una importante demanda. El empleo creció sustancialmente en sectores de servicios y de construcción de baja productividad y escasa cualificación. De modo que cuando se para el financiamiento del sector inmobiliario y se reduce empleo en un contexto de estancamiento del turismo como consecuencia del bajo crecimiento del entorno europeo, apenas quedan resortes para reactivar la economía española, salvo la inversión pública.

Más aún cuando los sectores manufactureros tradicionales (sobre todo el automóvil) acentúan su crisis, tanto por caída de la demanda derivada en parte del precio de la gasolina y en parte de la restricción del crédito, como por factores estructurales que hacen cada vez más difícil el mantenimiento en España de cadenas de montaje en serie. Sin un sistema de innovación eficaz, sin una suficiente capacidad instalada de desarrollo tecnológico y de servicios avanzados de procesamiento de información y con un bajo nivel de educación en la fuerza de trabajo, el antiguo modelo de crecimiento español ha entrado en crisis probablemente irreversible al secarse las fuentes de crédito fácil con tipos de interés real negativos y por tanto la economía de la demanda en que nos habíamos montado. Así, no corre peligro nuestro sistema financiero, que se ha replegado en orden. Lo que está agotándose es la bonanza de que disfrutábamos vendiendo nuestra calidad de vida, poniéndole cemento encima, importando trabajadores y montándonos en la lógica del endéudate y vive que son dos días. La economía, aun en recesión, tal vez pueda resistir el choque. Pero la sociedad puede digerir mal el duro despertar a la regla fundamental de la economía: sin productividad y competitividad no se crea ni riqueza ni empleo. Se acabó la fiesta. Tendremos que trabajar como chinos y además para los chinos, que son los únicos que pueden invertir.

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ffrhmd

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La intervención de los gobiernos europeos en el sistema financiero ha ido más lejos que el plan de rescate en Estados Unidos. En lugar de absorber activos devaluados, han capitalizado los bancos. En algunos casos como el español garantizando una línea de crédito, y en otros, como el británico, procediendo a su nacionalización parcial. Estados Unidos también ha optado finalmente por financiar a los grandes bancos para que sigan prestando y se evite la parálisis económica.

Los mercados han reaccionado positivamente, pero no están estabilizados ni mucho menos, pues la economía productiva está acusando la contracción de la demanda, el paro aumenta y las acciones de empresas inmobiliarias, tecnológicas o del automóvil siguen cayendo.
Parte de los activos que compran los gobiernos han perdido valor y la nacionalización total o parcial de un banco significa enjugar las pérdidas con el dinero de los contribuyentes, que es limitado. Por tanto, se recurre a emitir bonos, incrementando la deuda a niveles probablemente insostenibles. La esperanza, siguiendo el ejemplo sueco de 1990, es revalorizar los activos financieros y con su venta futura recuperar parte del dinero. La cuestión que se plantea es la transparencia de la operación. Nadie sabe quién tiene qué dada la interpenetración de inversiones en el mercado global. Y también falta transparencia en la intervención de los gobiernos con nuestro dinero. En EE. UU. tuvieron que crear un comité de seguimiento para lograr el acuerdo del Congreso.

En Europa, hay una pasividad asombrosa de la ciudadanía, que deja hacer sin entender qué pasa. Cuando alguien pregunta se le amenaza con males mayores si no se salvan los bancos. Porque en último término, ¿por qué tendríamos que seguir confiando en aquellas instituciones financieras que no han cumplido su función de asegurar nuestros ahorros y proporcionar capital a las empresas porque dieron prioridad a sus propias ganancias? Si hay que nacionalizar bancos, ¿por qué no hacerlos funcionar de forma distinta en lugar de reflotarlos para que vuelvan a las andadas?

Este es el problema de fondo. El tipo de capitalismo en el que vivíamos desde hacía tres décadas, construido en torno a un mercado financiero global desregulado, ha entrado en crisis irreversible y la construcción de un sistema que lo sustituya es incierta porque no se había pensado en serio, pese a las advertencias de expertos como George Soros o Warren Buffet, que calificó los nuevos instrumentos de titularización de "armas financieras de destrucción masiva". Todos concuerdan en dos cosas: las medidas actuales son paños calientes mientras se reforma en profundidad el sistema financiero, y es necesaria una regulación global de las prácticas financieras. Fácil de decir, muy difícil de hacer. Porque los flujos financieros son globales, operan electrónicamente y no reconocen fronteras. Y no hay autoridad financiera internacional con competencia para regular, ni el FMI.

No hay jurisdicción sobre los paraísos fiscales, los bancos centrales se limitan a su país y la contabilidad se ha hecho tan opaca que nadie sabe identificar el origen y destino de algunos de los flujos más importantes.
Tomemos el caso de los seguros sobre créditos impagados - credit default swaps (CDS)-, la mayor innovación financiera de la última década.Para escapar a la obligación de tener reservas suficientes para los préstamos que hacían, las instituciones financieras crearon un seguro para cubrir los impagados. La idea genial fue titularizar los seguros mismos pagando intereses sobre dichos seguros. Los préstamos se clasificaron en función de su nivel de riesgo y se vendieron trozos de seguros a otras instituciones financieras, remunerando según riesgo.

Así los bancos pudieron prestar por un montante muy superior a su cobertura y el riesgo de los impagados se distribuyó entre los compradores de los CDS. Cuando algún préstamo fallaba, los poseedores de los CDS correspondientes pagaban en función de su cuota y todos contentos. Así se hicieron préstamos cada vez más arriesgados en todos los confines del planeta y con garantías colaterales de todo tipo, incluidas hipotecas o trozos de hipotecas, que también se aseguraban creando nuevos mercados. De 1995 al 2008 el mercado de CDS aumentó de 10.000 millones de dólares a 62 billones. El asegurador de última instancia en EE. UU. era AIG, la aseguradora mayor del mundo, que tenía 440.000 millones en CDS. Por eso fue rápidamente intervenida por el Gobierno, pues de quebrar se habrían difundido quiebras en cadena por instituciones financieras de todo el mundo. Pues bien, si ese mecanismo se suprime, como ya parece decidido en EE. UU., los bancos tendrán que adecuar sus préstamos a sus reservas y por tanto se reducirá extraordinariamente el volumen de préstamos. Este es el quid de la cuestión.

La expansión del capitalismo global se ha basado en mecanismos de multiplicación de capital virtual como este. Obligar al rigor financiero quiere decir que sin dinero fácil ni las empresas pueden invertir ni la gente puede comprar como antes.
Los chinos y los árabes tampoco, porque sus inversiones financieras están en el mismo saco y porque sus exportaciones dependen del consumo occidental. Así que lo que se plantea es un cambio de modelo de vida: menos consumo (porque no habrá crédito para comprar), más trabajo y más productividad (para generar más capital y más salario dentro de la empresa), más control del mercado por el Estado y limitar la circulación global de capital porque los intercambios financieros tendrán que ajustarse a las prácticas reguladoras de cada país. No hay marcha atrás en la globalización, pero emerge una globalización segmentada por regiones mundiales y con sistemas de control en sus intercambios.

Como es un cambio estructural se hará entre contradicciones y conflictos, cada uno yendo a la suya, en un clima de ansiedad, de denuncia de los aprendices de brujo de las finanzas y condena de los ideólogos fundamentalistas del mercado. Entramos en una nueva época en la que habrá que invertir en la vida más que en la bolsa.
 
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gorgijasp

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.no doy abasto fran

Fran no tengo tiempo bastante de leer tus post keynesianos. Y que conste que es para mi que soy del ramo muy interesante. Haber si debato un poco pero dame tiempo. Un saludo
 

mel

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buenas fran,acabo de leerme algunos postde tus temas keynes,estoy un poco perdido en el tema,pero me empapare un poco tambien para darte algo de vidilla en el hilo,ya que lo que presentas y expones es de champion y hay que estar documentado para re43batirte alguno que otra cosa,la verdad es que todo o que comentas,entiendo que lo comentas lo anganchas de citas de personas,metidas en el tema,pero todo esto son citas expuestas por personas influyentes,a mi lo que comentas estas personas,lo doy credibilidad casi al cien por cien,pero lo que verdad importa es la opnion de la persona de calle,la que lo esta sufriendo realmente y la opion de sta persona es lo que realmente importa,asi que a mi me gustaria saber que opinas tu,en especial de todo lo que esta ocurriendo realmente en la economia,en la vida,en la realidad de nuestro mundo y sobre todo donde puede llegar todo esto,no te pido que adivines es futuro con una bola de cristal,sino que muestres tus opiniones en consonancias con las citas que muestras.Soy un forofo de la republica independiente de mi casa,con eso te digo casi todo
 

maaad

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Los apuntes en inglés no están a mi alcance. Cuando yo iba al cole lo elegante era aprender francés. Los que estaban en castellano me los he leido enteritos, son más explicaciones -excelentes- sobre lo mismo, lo que ha pasado ya. El problema es que vamos a hacer ahora, porque lo de arremangarse y trabajar a la par que gastamos menos ya lo decían mis padres, que vivieron la guerra civil de pequeños y no acababan de digerir la "explosión" de consumismo de los últimos años. Pero en la lectura que nos posteas hay algunos puntos que dan pistas sobre el camino a seguir : I+D+I que se tenía que haber potenciado en tiempos de vacas gordas y que ahora va a resultar, cuanto menos, difícil de sacar adelante. Unos meses atrás circulaba un vídeo, cuyo nombre no recuerdo pero que creo que estaba en el blog de darkpollo, y que hablaba de nuevas tecnologías para desarrollar otras fuentes de energía. No sé si lo viste, yo me lo tragué entero pues a pesar de estar en inglés tenía subtítulos (y a eso sí llega mi "nivel intelectual") en resumen saqué la conclusión de que estamos en manos de unos cuantos, da igual si el sistema financiero se va al carajo. Siempre va a haber carne de cañón ( yo, por ejemplo) dispuesta a endeudarse, para dar una educación y un futuro mejor que el mío a mis hijos, trabajando más horas que un chino - te escribo desde un rato de tranquilidad en una guardia de domingo, mañana salgo de aquí a las 8 y continúo hasta las 15 en otro sitio-. y encima aún tengo que dar gracias por no estar en la miseria como muchos otros que están peor que yo.

O es que la vida "mejor" hubiera sido que mis padres se quedaran en el pueblo, vendiendo naranjas a cuatro chavos, y yo continuar igual que ellos, y mis hijos también?
Todavía tengo mucho que aprender a pesar de mi edad, llevo empollados unos cuantos libros de Soros, de Tim Harford y me falta atacar el de análisis técnico que comentabais, pero sigo siendo carne de cañon. Es como aquello del que vende un libro llamado "como hacerse rico" y cuando lo has comprado ves que en la última página te da la receta: escriba un libro como este y véndalo a cuantos más panolis mejor.
Lo que está claro es que los ricos cuando son muy ricos lo que quieren es otra cosa, el dinero ya no interesa, lo que interesa es el poder. Y no me refiero a ser Obama, que no deja de ser un mandado. El poder es otra cosa, es mover paises y voluntades a tu antojo, así que mientras a los poderosos de verdad no les de la gana de que vivamos todos en paz y armonía, lo único que nos queda es autoinmolarnos o matarnos unos a otros o intentar escaquearnos, como en la mili, según la zona geográfica en la que nos toque nacer. De momento, copio la frase, pero no recuerdo al autor, "geografía es destino".

Hala Fran, yo también me he quedado a gusto.

Saludos
 
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