La globalización, contra la democracia global

  • Iniciador del tema VivalaTierra
  • Fecha de inicio
V

VivalaTierra

Guest
Un desagradable e involuntario efecto secundario de la globalización es su efecto corrosivo en la democracia. Incluso si los países se están volviendo más democráticos, al parecer, la totalidad de la democracia global se está encogiendo gracias, no en poca medida, a la globalización.

La democracia significa muchas cosas, pero sobre todo requiere de que la gente elija a sus gobernantes y que los votos sean valorados equitativamente. Pero la globalización implica que las naciones y los pueblos pueden ejercer una influencia asimétrica. Estados Unidos (EEUU) puede eliminar el comercio con Cuba no sólo reduciendo su propio comercio, sino amenazando con tomar medidas punitivas contra quienes comercien con, o inviertan en Cuba. Cuba, sin embargo, no puede hacer gran cosa para afectar a la economía estadounidense. De igual manera, China puede lastimar a Taiwán de diversas formas, pero Taiwán no puede tomar medidas recíprocas.

Claro, los poderosos siempre han usurpado la soberanía de los otros. Como la historia, quizá apócrifa, del diplomático indio que le mostró un mapa de Asia meridional a Stalin: India es un país muy grande -dijo Stalin y preguntó- ¿Cuál es el nombre de esta pequeña isla india? -señalando Sri Lanka-. Esa no es una isla india, sir -respondió el diplomático-, es una nación soberana. ¿Por qué? -preguntó Stalin-.

Gracias a la globalización, sin embargo, las naciones dominantes tienen una serie de nuevas herramientas con las que pueden influenciar a otros países aparte de la guerra. La más evidente es el dinero. Las conexiones electrónicas instantáneas y un mejor sistema global de garantías permiten que el capital fluya a traves de las fronteras como nunca antes lo había hecho. El retiro rápido de ese capital puede tener efectos devastadores, como vimos en 1997 cuando las economías de alto desempeño de Asia sucumbieron a la crisis financiera.

En 1998, durante la crisis asiática, el paquete de rescate ofrecido por varios países industrializados, ante todo Japón y EEUU, requería que Corea retirara los bandos de importación de ciertos productos japoneses y que abriera el sector bancario a los bancos extranjeros (que era lo que EEUU quería). La gente de las naciones vulnerables tienen poca voz en la imposición de tales políticas. Las sanciones comerciales con fines políticos o de seguridad también tienen la misma función.

Otra consecuencia de un flujo de capital más libre es una mayor interdependencia entre mercados. Una caída en el mercado de bienes raíces de Tailandia puede ocasionar que el Baht tailandés se colapse de una manera que no podría haberse dado antes; un derrumbe de la Rupia india puede causar un quebranto del mercado accionario indio de una forma que era inconcebible hace diez años.

La amplia presencia de inversionistas extranjeros es la causa. Supongamos que un neoyorquino compra acciones en el Mercado Accionario de Mumbai. Para eso se convierten dólares en Rupias, las cuales se usan para comprar acciones. La idea no es tener rupias, sino hacer dinero y eventualmente volver a convertirlo en dólares. Supongamos, entonces, que la tasa de cambio de la Rupia empieza a caer. El inversionista extranjero querrá, naturalmente, vender sus acciones indias. Aunque una caída en la tasa de cambio sin una bajada en los precios de los valores no le da a los inversionistas indios ninguna razón para huír del mercado accionario, si una cantidad suficiente de inversionistas extranjeros empiezan a vender, los precios de las acciones bajarán hasta que los inversionistas indios vendan también sus acciones.

¿Qué se puede hacer acerca de la erosión de la democracia y la responsabilidad globales? Los esquemas utópicos como un gobierno global o un banco global responsables ante todas las naciones son un sueño lejano. Lo que hace falta es un sistema en el que los pobres tengan voz y voto mano a mano con los ricos en las organizaciones que median en la economía mundial y en las relaciones internacionales, como el FMI, la OMC, el Banco Mundial y la ONU.

Hoy en día, la igualdad es violada en la mayoría de las organizaciones internacionales a traves de por lo menos dos rutas. La primera es la línea abierta, la cual le da un mayor voto a las naciones que contribuyen más a las organizaciones como el FMI y el Banco Mundial.

La segunda ruta es la falta de transparencia en la toma de decisiones. En la política democrática local resulta difícil que cualquier grupo acapare la agenda si el proceso de toma de decisiones está a la vista de todos. Los grandes negocios y las fuerzas armadas son más capaces de hacer que sus intereses sean respetados en Pakistán que en India, porque el gobierno indio está más abierto al escrutinio.

Lo mismo aplica para las organizaciones internacionales. Las naciones poderosas, por contribuir dinero y personal de alto nivel, logran un mayor acceso. Es más probable que las decisiones tomadas tras paredes opacas sean desviadas para cumplir sus intereses. Consideremos a la OMC. Aunque sí aplica el principio "un país, un voto", es en general percibida como un medio de preservación de las naciones ricas. Eso se debe a lo que puede llamarse el efecto del "cuarto verde", es decir, lo que sucede tras bambalinas. Si la OMC ha de ser una institución democrática, no debe permitir que su cuarto verde sea secuestrado por unos pocos.

Ese problema es más obvio cuando se hacen borradores de estándares de trabajo. Aunque están supuestamente diseñados para proteger los intereses de los trabajadores de los países en desarrollo, la mayor oposición a ellos viene de los países pobres, y con derecho. La forma que tales estándares asumen y la creciente discusión de la posibilidad de usar sanciones comerciales para imponerlos, es parecido a lo que buscan las presiones proteccionistas en las naciones industrializadas. Esto no es para sorprenderse considerando el mayor acceso que tienen los países ricos.

El hecho de que suene ultrajante cuestionar las prácticas de los países ricos que ejercitan un mayor poder de voto en esas organizaciones, demuestra lo lejos que estamos de la democracia global. Después de todo, no resulta ultrajante que Bill Gates no tenga múltiples votos en las elecciones estadounidenses en base a que contribuye más a las arcas del gobierno. Sin duda, suena ultrajante sugerir que Gates debería tener más votos.

Esto se debe a que la democracia al interior de una nación es una idea establecida. Ahora es el momento de brindar un voto más igualitario a las naciones irrespectivamente de su riqueza, porque uno de los dogmas de la democracia es que las ventajas de la riqueza no deberían acumularse dando a los ricos más poder de voto.

Cuando surgió la idea de "una persona, un voto", los señores feudales predijeron un caos en el proceso de toma de decisiones. Qué equivocados estaban. A favor de la estabilidad y la eficiencia económica globales y también por la lucha contra el terrorismo, debemos incrementar la democracia en nuestras organizaciones internacionales. Eso quizá no satisfaga los intereses individuales inmediatos de cada país, sobre todo los grandes y poderosos, pero a la larga satisfacerá el luminoso interés de la humanidad en conjunto.

Kaushik Basu es profesor de economía en la Universidad de Cornell y profesor invitado en el MIT.
 
Arriba