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Las personas que ansían viajar por Estados Unidos por primera vez desde la pandemia enfrentan este verano un panorama vacacional adverso: posibles pruebas de coronavirus e incluso cuarentenas obligatorias para las familias.



Todos los estados —desde Maine hasta Hawai— intentan compaginar las acciones de contención del COVID-19 con el fomento de la llegada de visitantes de otras entidades para que consuman en hoteles, restaurantes y otros negocios.



Muchas personas del sector turístico han desaprobado las medidas por temor a que los posibles paseantes prefieran esperar a que las cosas se normalicen, antes de buscar ir a una playa sin preocuparse de haber violado una cuarentena obligatoria en un estado o tener que buscar dónde les hagan una prueba.




Durante una pandemia, la discreción es la parte más importante del valor para viajar, opinó Pauline Frommer, directora editorial de Frommers.com y de las guías de viaje Frommers.



“Creo que es importante que veamos cuáles son nuestras opciones seguras. Tú no quieres morirte porque te fuiste de vacaciones”, agregó.



Algunos estados como Hawai han resuelto aplicar cuarentenas. Maine, Alaska y Vermont adoptaron versiones alternativas a las pruebas.



En “Vacacionlandia”, como se nombra Maine a sí misma, la gobernadora demócrata Janet Mills pensó que estaba haciéndole un favor al sector turístico facilitando una alternativa a la cuarentena de 14 días. Los visitantes pueden evitar la cuarentena si demuestran que dieron negativo al virus 72 horas antes de su llegada.



Algunos hoteleros y restauranteros se quejan de que la medida se queda corta frente a lo que se necesita para atraer turistas y salvar su temporada veraniega.



“No creemos que los visitantes estén dispuestos a pasar por procedimientos complicados como esos. Simplemente escogerán otro destino”, dijo Steve Hewins, de HospitalityMaine, la asociación que aglutina al sector turístico del estado.



El gobernador de Hawai, David Ige, amplió la cuarentena obligatoria de dos semanas en el estado a todos los visitantes, incluso mientras el estado sopesa permitir el regreso de algunos viajeros.



En Florida, que recientemente ha registrado un incremento en las infecciones, es obligatoria una cuarentena para los visitantes procedentes de Nueva Jersey, Nueva York y Connecticut. Nueva York, por su parte, analiza imponer una cuarentena obligatoria a los visitantes de Florida.




Quienes viajen a Alaska serán sometidos a una prueba a su llegada y evitarán la cuarentena si dan negativo. Sin embargo, se les recomienda restringir sus actividades hasta que obtengan un segundo resultado negativo en otra prueba.



En Vermont, los visitantes pueden recortar la cuarentena de dos semanas si al cabo de una semana dan negativo en la prueba.
 

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La economía de Estados Unidos se contrajo a una tasa de 5% en el primer trimestre del año y se espera una mayor caída en el trimestre actual, que mostrará lo sucedido cuando el coronavirus empezó a azotar al país.

El Departamento de Comercio reportó el jueves que la caída del Producto Interno Bruto en el trimestre enero-marzo no cambió del estimado de hace un mes.

La contracción de 5% fue la mayor trimestral desde la baja de 8,4% registrada en el cuarto trimestre del 2008, durante la crisis financiera mundial.

En el primer trimestre solo hubo dos semanas de las cuarentenas que comenzaron en Estados Unidos a mediados de marzo.

Los economistas consideran que el PIB se desplomó 30% desde abril hasta el final de este mes.

Ése sería el mayor desplome trimestral en la historia, gres veces mayor que el récord actual, una baja de 10% en el primer trimestre de 1958.

Los expertos piensan que la economía se recuperará en la segunda mitad del año. La Oficina de Presupuesto del Congreso pronosticó una tasa de 21,5% en el trimestre julio-septiembre y de 10% en el último trimestre.

Mientras, un puñado de estados, especialmente en el sur, comenzaron a reportar un aumento de las infecciones. E incluso con una recuperación del crecimiento, si ocurre en julio, eso llegaría tras pérdidas enormes que significarían un contracción anual.

Aunque la cifra del PIB no cambió para el primer trimestre, la composición varió ligeramente, con rebajas en los gastos del consumidor, las exportaciones y los inventarios y alzas en las inversiones de negocios.

El reporte del jueves es la tercera y última revisión que hace el gobierno al PIB del primer trimestre del año.

El panel de economistas a cargo de declarar recesiones en Estados Unidos anunció el 8 de junio que el país entró en recesión en febrero, poniendo fin a la expansión económica más larga en la historia: 128 meses de crecimiento ininterrumpido que comenzó en junio del 2009.

El presidente Donald Trump ha declarado que la economía se recuperará espectacularmente a partir del verano.

Pero los economistas no son tan optimistas, ya que están preocupados de que una segunda ola de infecciones de COVID-19 obligue a nuevas medidas de confinamiento.
 
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Florida superó el martes su propio récord de muertes por coronavirus en un sólo día, causando alarma entre las autoridades de salud del estado en medio de un resurgimiento de la pandemia.

Florida reportó 132 decesos adicionales, arriba del récord anterior, registrado apenas la semana pasada. La cifra incluye probablemente decesos ocurridos el fin de semana pasado que no habían sido reportados anteriormente.

Aun así, la cifra aumentó el promedio de decesos para siete días de Florida a 81 por día, más del doble de lo que era hace dos semanas y la más alta de todos los estados norteamericanos a excepción de Texas. Los médicos están pronosticando un resurgimiento de muertes en Florida a medida que los casos diarios han aumentado de 2.000 hace un mes a más de 12.000.

El repunte de casos ha llevado a las autoridades de varios estados a ordenar el uso obligatorio de mascarillas y cerrar bares y otros negocios, en un esfuerzo por frenar los contagios.

El gobernador de Hawai postergó por un mes más los planes de levantar la orden de colocar en cuarentena por 14 días a toda persona que viaje proveniente de otro estado.

“Yo sé que esto conllevará una carga para los negocios aquí en las islas, especialmente los pequeños negocios, pero creemos que debemos seguir tratando de proteger la salud y la integridad de nuestra comunidad”, declaró a reporteros el gobernador David Ige.

Citó el aumento de los casos locales del virus, los brotes “desenfrenados” en otros estados y la escasez de pruebas de diagnóstico.

Hawai tiene unas de las tasas de infección más bajas de Estados Unidos, con 1.243 casos. La cuarentena que impuso el gobierno prácticamente ha anulado todo el turismo desde marzo y ha llevado el desempleo local a 22,6%, el segundo más alto de Estados Unidos.
 

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El número de personas que solicitaron el seguro semanal por desempleo en Estados Unidos se mantuvo estancado en 1,3 millones, un nivel históricamente alto que indica que muchas compañías siguen recortando empleos a medida que se intensifica el brote viral, informó el gobierno el jueves.

La cifra se conoce a medida que siguen aumentando los casos de COVID-19 en varios estados, California, Arizona y Florida entre ellos. Los contagios están creciendo en 40 entidades y 22 han pausado o revertido sus esfuerzos para reabrir sus economías, de acuerdo con Bank of America.


Al aumento en los contagios y las solicitudes de ayuda por desempleo ha sido paralelo, mientras que han caído en estados con menos infecciones.

“El riesgo de una recaída de la actividad económica ha aumentado en momentos en que más estados aplican políticas para combatir el contagio del virus”, expresaron economistas del Bank of America en un boletín.

“Hasta que el país logre controlar el contagio, la recuperación probablemente será errática”, añadieron.

Antes del estallido de la pandemia a mitad de marzo, la cifra más alta era de solicitudes del subsidio por desempleo era de unas 700.000.

Otra nube que se cierne sobre la economía es que pronto expirará un programa federal de asistencia adicional a los desempleados, parte de un paquete de alivio económico por valor de 2 billones de dólares aprobado en marzo.

Un nuevo informe sugiere que dicha asistencia permitió a los desempleados aumentar sus egresos a niveles mayores a los de antes de la pandemia, estimulando la economía.

Ese reporte, emitido el jueves por el JPMorgan Chase Institute, concluyó que la eliminación de esa asistencia extra podría obligar a las personas desempleadas a reducir sus gastos en un 30%.
 

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El aumento de infecciones de coronavirus en decenas de estados pone en riesgo la recuperación de la economía de Estados Unidos, al obligar a los comercios y consumidores a congelar sus gastos y manteniendo una elevada tasa de desempleo.

El gobierno reportó el jueves que las ventas minoristas crecieron 7,5% durante junio, pero la tendencia positiva fue socavada por los datos recientes que muestran que el gasto con tarjetas de crédito ha quedado estancado. Un reporte por separado reveló que más de un millón de estadounidenses solicitaron subsidio por desempleo la semana pasada, una muestra de que las compañías siguen reduciendo sus nóminas a medida que el virus se afianza en la región llamada “Cinturón del Sol”, que tiene una alta población.

Los economistas temen que cualquier impulso positivo podría llegar a su final en los próximos meses en caso de que aumente la cifra de casos y decesos por COVID-19, obligando al cierre de más comercios.

“Las condiciones en el mercado laboral siguen siendo débiles, y el riesgo de que se acumulen las pérdidas permanentes de empleo sigue siendo alto, en especial si la actividad continúa interrumpiéndose por cierres reiterados relacionados con el coronavirus”, dijo Rubeela Farooqi, economista en jefe de High Frequency Economics.

Fue la 17ma semana consecutiva en que se rebasa el millón de solicitudes de subsidio por desempleo. Antes de la pandemia, en una semana promedio alrededor de 200.000 personas se inscribían para recibir las prestaciones.

Los datos del Departamento del Trabajo se dieron a conocer en momentos en que el país registra una perturbadora cantidad de infecciones. Florida reportó un récord de 156 muertes en un solo día, y casi 14.000 nuevos casos, emulando la tendencia nacional en fallecimientos de esta semana. El promedio semanal de nuevos decesos aumentó a 730, un incremento de más del 21% respecto a la semana pasada.

Las infecciones van en aumento en 40 estados, y 22 de ellos han suspendido o revertido la reapertura de sus economías, según Bank of America.

Tanto comercios como consumidores se ajustan al riesgo perpetuo de brotes.

Restaurantes y tiendas se han visto obligados a dar saltos darwinianos para sobrevivir. Los pagos en efectivo son cosas del pasado. Lo de hoy son las entregas a domicilio. El personal mínimo mantiene a los comercios minoristas a flote. Se vive un momento de cautela e innovación que posiblemente genere cambios permanentes en la manera en que los estadounidenses gastan su dinero. Tal vez la normalidad que conocíamos no regrese.


En el conjunto de comedores R. House de Baltimore, todas las órdenes y pagos ahora se realizan a través de una app, Toast TakeOut. Los consumidores se reúnen en un patio al aire libre en lugar de al interior de lo que solía ser una agencia automotriz. Eso reduce la capacidad del comedor a 100 comensales respecto a los 350 que albergaba antes de la pandemia, y obliga a las empresas a ser más dependientes del servicio para llevar.

Pero la app de pagos ha resultado muy conveniente para los clientes, que ya no deben esperar en fila frente a las cajas y pueden acomodarse en sus lugares mientras ordenan de los restaurantes locales, que van desde los tacos y la parrilla coreana hasta platillos hawaianos y los sándwiches de pollo frito.

“Sin duda vamos a seguir utilizando esta tecnología”, dijo Peter DiPrinzio, director de alimentos y bebidas de la sala comunitaria de restaurantes.
 

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Es el paquete de rescate económico más grande de la historia estadounidense, el de 2,2 billones de dólares aprobado por el Congreso en marzo. Y ahora, al agravarse la pandemia, resulta penosamente claro que era apenas el inicio.

Con nuevos picos alarmantes de COVID-19 y las cifras crecientes de muertos, el ciclo devastador de la pandemia se repite y deja al Congreso con escasas opciones a un nuevo y oneroso rescate. Se cierran negocios, las escuelas no pueden reabrir plenamente, desaparecen los empleos, al tiempo que se agotan los fondos federales de emergencia. A falta de un plan federal eficaz para controlar la pandemia, el Congreso reanuda sesiones sin un final de partida a la vista.

“No va a desaparecer por arte de magia”, dijo con aire sombrío el líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell., durante una visita a un hospital en su estado, Kentucky, para agradecer a los que trabajan en la primera línea de lucha contra el mal.

Los legisladores regresarán el lunes a Washington para tratar de alejar el país del borde del precipicio. Mientras la Casa Blanca opta por tercerizar las tareas de testeo y prevención a los estados, la ausencia de una intervención federal obliga a las cámaras a tratar de elaborar un nuevo proyecto de paquete de ayuda.

Es un emprendimiento colosal, políticamente impopular, pero la alternativa es peor. Los expertos pronostican un panorama más crítico para fines de año e inicios del próximo. El doctor Anthony Fauci, el principal funcionario en materia de enfermedades infecciosas, dice que Estados Unidos debe “movilizarse”.

McConnell se apresta a presentar su proyecto de más de 1 billón de dólares, aunque reconoce que no goza de pleno apoyo. La Casa Blanca ya ha sugerido cambios, los republicanos están divididos y las discrepancias con los demócratas amenazan con frustrar todo el esfuerzo.

La presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, ya logró la aprobación de un paquete más amplio de 3 billones de dólares para reforzar el testeo, mantener la ayuda y fijar nuevas normas de salubridad y seguridad para la reapertura de escuelas, tiendas y lugares de trabajo.

Dijo recientemente que recuerda con nostalgia una época anterior de los republicanos en la Casa Blanca, cuando a pesar de las diferencias, incluso con el presidente Richard Nixon, que renunció ante la posibilidad de un juicio político, “al menos compartíamos el compromiso de gobernanza de nuestro país”.

Es mucho lo que está en juego para los partidos de cara a la elección de noviembre, pero mucho más para el país, que supera al resto del mundo en contagios y muertes. El viernes, dos expresidentes de la Reserva Federal exhortaron al Congreso a hacer un esfuerzo mayor.

“Se agota el tiempo”, dijo Pelosi.

Los casos de coronavirus sumaban algunos cientos en marzo, cuando el Congreso empezó a ocuparse de los gastos de emergencia. Para fines de mes, cuando aprobó el paquete de 2,2 billones de dólares, el total de casos había superado los 100.000 y las muertes los 2.000.

Las cifras actuales son de más de 139.000 muertes y más de 3,6 millones de casos confirmados.

El virus que llegó en primer término a Nueva York, California y las grandes ciudades ahora azota localidades grandes y pequeñas, urbanas y rurales, arrasando sin control el sur, el oeste y más allá.

Los camiones refrigerados que servían como depósitos de cadáveres en hospitales de Nueva York aparecen ahora en Arizona. La movilización de unidades médicas militares para ayudar al personal sanitario superado por los acontecimientos se ha trasladado a Texas.

Al mismo tiempo que el ciclo feroz de la pandemia vuelve a empezar, se agotan los fondos del primer paquete de ayuda.

Un agregado de 600 dólares semanales a las percepciones por desempleo vence al fin de julio, lo mismo que la prohibición federal de ejecutar millones de desalojos de viviendas alquiladas.

A pesar de algunas señales tenues de mejora de la economía al mitigarse las cuarentenas en mayo y junio, la tasa de desempleo continúa en los dobles dígitos, más alta que en cualquier momento de la Gran Recesión de la década pasada.

El proyecto de Pelosi, aprobado en mayo, asigna 75.000 millones de dólares al testeo y rastreo para tratar de contener el contagio, 100.000 millones para la reapertura de escuelas y 1 billón a los estados en estado de iliquidez que suplican fondos para pagar a los trabajadores esenciales y evitar los despidos. La medida daría dinero en efectivo a la gente y reforzaría las protecciones para los que pagan alquileres e hipotecas.

McConnell apretó el botón de “pausa” después del paquete anterior ya que los republicanos esperaban un rebote de la economía que haría innecesaria mayor ayuda. Ahora reconoce que la intervención adicional es necesaria.

El centro de su proyecto es un artículo para prevenir lo que llama una “epidemia de demandas” contra empresas, escuelas y proveedores de atención de la salud. Este prevé hasta 75.000 millones de dólares para las escuelas, una nueva ronda de pagos directos de 1.200 millones de dólares a la gente y subsidios para la atención médica. También habría créditos impositivos para ayudar a las empresas a sobrellevar el costo de reapertura de tiendas, oficinas y otras instalaciones.

McConnell reconoce que será difícil lograr la aprobación de este paquete.

En los dos meses transcurridos desde la aprobación del proyecto de Pelosi, se han registrado 50.000 decesos y 2 millones de contagios.

“Si no invertimos el dinero ahora, será mucho peor”, dijo Pelosi.
 

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Los gobiernos estatales en Estados Unidos que intentan sobrellevar la tormenta financiera provocada por el coronavirus están pidiendo prestados miles de millones de dólares y buscan desesperadamente recortar sus gastos despidiendo trabajadores, retrasando proyectos de construcción e incluso disminuyendo la ayuda a las escuelas.

Para muchos estados, así como los gobiernos locales, la principal esperanza para evitar recortes aún más profundos es obtener ayuda del Congreso, que esta semana reanuda sesiones.

En Nevada, los legisladores que enfrentan un déficit presupuestario de 1.200 millones de dólares no han podido llegar a un acuerdo sobre un plan de gastos.

“Estamos obligados a tomar decisiones imposibles sobre financiación crítica para la salud pública, la educación y más”, dijo el gobernador demócrata Steve Sisolak en un comunicado. “Los líderes del Congreso deben actuar para ayudarnos a restaurar las devastadoras reducciones que se están haciendo para llenar este déficit histórico”.

Antes de la pandemia, los estados generalmente cumplían los objetivos de ingresos para sus años presupuestarios. Debido al coronavirus, el Congreso ya ha asignado más de 3 billones de dólares en ayuda a individuos, empresas y gobiernos que sufrieron un impacto financiero durante la primavera debido a que gran parte de la economía de la nación cerró.

A diferencia de la mayoría de los estados, no se requiere que el gobierno federal tenga un presupuesto equilibrado. El déficit de este año ya es un récord de 2,7 billones de dólares.

La Cámara de Representantes aprobó un proyecto de ley en mayo para proporcionar otros 3 billones de dólares, de los cuales aproximadamente un tercio se destinará a los gobiernos estatales y locales. El líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, republicano de Kentucky, está pidiendo menos, 1 billón en total. El senador no ha anunciado detalles, pero ha dicho que el financiamiento escolar es una prioridad.

Los estados enfrentan un déficit presupuestario acumulado de 312.000 millones de dólares para los próximos dos años, y los gobiernos locales necesitarían casi 200.000 millones para cubrir sus gastos, dijo Moody’s Analytics en un informe el mes pasado.

Sin ayuda rápida, la crisis económica de Estados Unidos podría profundizarse y costaría 4 millones de empleos en el gobierno y el sector privado, de acuerdo con la agencia de calificación crediticia.

Algunas otras estimaciones, incluida una del Centro de Prioridades Presupuestarias y Políticas, aumentan aún más el hueco presupuestario estatal: unos 555.000 millones solo para los estados durante los próximos dos años fiscales.
 

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El próximo paquete de ayuda para enfrentar las secuelas económicas del coronavirus en Estados Unidos podría superar fácilmente el billón de dólares mientras la Casa Blanca negocia con el Congreso sobre el dinero necesario para reabrir escuelas, apoyar a las pequeñas empresas, impulsar las pruebas diagnósticas y mantener el flujo de efectivo entre los estadounidenses mientras empeora la crisis de salud.

El líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, prometió el martes una nueva ronda de pagos directos a algunos asalariados, similar a los cheques de 1.200 dólares enviados en la primavera. El presidente Donald Trump insiste en que los trabajadores sean exentos de los impuestos de nómina y los demócratas quieren miles de millones para equipar escuelas y apuntalar gobiernos locales.

“Lamentablemente, esto no ha terminado”, dijo el republicano McConnell, quien instó a los estadounidenses a aprender a vivir con el virus usando mascarillas y practicando el distanciamiento social hasta que se encuentre una vacuna.

El secretario del Tesoro, Steven Mnuchin y el jefe interino despacho de la Casa Blanca, Mark Meadows, pasaron el día en el Capitolio reuniéndose por separado con McConnell, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y otros que están tratando de llegar a un acuerdo entre la propuesta de 1 billón de dólares del Partido Republicano y la de 3 billones de la Cámara de Representantes.

Algunos senadores republicanos se están quejando de los enormes desembolsos. Rand Paul, de Kentucky, dijo: “esto es una locura... no hay diferencia ahora entre las dos partes”.

El senador de Texas, Ted Cruz, advirtió que si la economía sigue cerrada en noviembre el exvicepresidente Joe Biden ganará la Casa Blanca, los demócratas controlarán el Senado y “nos reuniremos en una sala de almuerzo mucho más pequeña”, según una persona al tanto del encuentro a puerta cerrada pero que comentó al respecto a condición de mantener el anonimato.

Las autoridades reconocen el desafío desalentador de tratar de contener al coronavirus y evitar mayores dificultades económicas. Estados Unidos tiene cada vez más casos de COVID-19 y las muertes superan las 142.000, más que en cualquier otro lugar del mundo.
 

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Los rebrotes de coronavirus en Estados Unidos podrían afectar la recuperación económica: el número de norteamericanos que solicitaron ayuda por desempleo aumentó por primera vez en casi cuatro meses y está por expirar una asistencia federal por desempleo de 600 dólares semanales.

Con las infecciones en todo el país arriba de los 4 millones y la asistencia llegando a su fin, casi 30 millones de desempleados podrían tener dificultades para pagar la renta, la electricidad y otros servicios. A los economistas les preocupa que caiga el gasto general de los consumidores, lo que asestaría otro golpe a la economía.

El repunte de trabajadores despedidos, anunciado el jueves, exacerba los temores de que el resurgimiento del coronavirus esté paralizando o incluso revirtiendo la recuperación de la economía.

Y una ayuda adicional por desempleo de 600 dólares semanales, proporcionada por el gobierno federal en forma adicional a la asistencia brindada por los estados, expirará el 31 de julio, aunque esta es la última semana que los beneficiarios la recibirán.

Es la última fuente importante de ayuda económica derivada del plan de asistencia por 2 billones de dólares que el Congreso aprobó en marzo. Un programa de créditos para las pequeñas empresas y un pago único de 1.200 dólares se han llevado a cabo en gran medida sin interferencias.

“Voy a irme a la quiebra”, dijo Melissa Bennet, a quien despidieron de un complejo vacacional de tiempos compartidos en Myrtle Beach, Carolina del Sur. “Me quedaré totalmente sin dinero. Quiero trabajar, quiero seguro médico, un plan de retiro calificado. Quiero una vida; no tengo vida en este momento”.

Sin la ayuda extra por desempleo, Bennett recibirá apenas 200 dólares a la semana y tendrá que decidir si primero paga su hipoteca o sus servicios.

Más de 1,4 millones de personas solicitaron prestaciones por desempleo la semana pasada, informó el jueves el Departamento de Trabajo, un incremento con respecto a las 1,3 millones de la semana previa. Ese es el primer incremento desde marzo y la 18va semana consecutiva que rebasa el millón de personas. Antes de la pandemia, las solicitudes nunca superaban las 700.000. Un total adicional de 975.000 personas tramitaron la ayuda de acuerdo a un programa aparte que permitió a gente autoempleada y a trabajadores temporales hacerlo por primera vez.

Influida por estas noticias, Wall Street cerró en baja y el S&P 500 registró su mayor pérdida en casi cuatro semanas. La incertidumbre en los mercados contribuyó a que el oro alcanzara su cotización más alta en casi nueve años.

El debilitamiento del mercado laboral ha suscitado temores de que la economía vuelva a perder empleos en julio después de dos fuertes incrementos en las contrataciones en mayo y junio.

Los analistas afirman que la economía no puede mejorar hasta que las autoridades puedan controlar la propagación del virus, la cual está complicando la reapertura de negocios y escuelas.

El almirante Brett Giroir, subsecretario de Salud y miembro del equipo especial de respuesta contra el coronavirus del gobierno del presidente Donald Trump, incluso dejó entrever que podría ser necesario un nuevo cierre de actividades. Giroir destacó que el uso casi universal de mascarillas, fuertes restricciones al número de clientes en restaurantes y el cierre de bares fueron casi tan efectivos para controlar el virus como lo sería otro cierre de negocios no esenciales.

“Ahora, si no se hace eso y la gente no se ajusta a los objetivos, en particular el uso de mascarillas, podría no haber alternativa”, afirmó Giroir al canal MSNBC.

El Congreso está negociando otro plan de asistencia que podría ampliar la ayuda extra por desempleo, aunque la cantidad probablemente sea menor a 600 dólares. Con los 600 dólares extra, mas o menos dos tercios de los desempleados están recibiendo más dinero del que ganaban en sus antiguos trabajos, según una investigación. Los republicanos alegan que esa situación está desalentando a la gente a volver a trabajar.

Los senadores republicanos develaron un plan de 1 billón de dólares el jueves que reemplazaría los 600 dólares con una cantidad equivalente a 70% de los ingresos previos de los trabajadores despedidos. Ambos partidos han acordado otro cheque de estímulo por 1.200 dólares.

Los demócratas en la Cámara de Representantes aprobaron el mes pasado un plan de 3 billones de dólares que ampliaría la ayuda de 600 dólares hasta todo el mes de enero. Dado el tiempo limitado disponible, el secretario del Tesoro Steven Mnuchin solicitó que la próxima semana sea sometido a consideración un proyecto de ley que aborde las prestaciones por desempleo y la ayuda a las escuelas. Los demócratas afirman que los planes republicanos son insuficientes.

Mientras tanto los brotes se agravan, en particular en el sur y el oeste. Autoridades de Florida informaron el jueves de 173 nuevas muertes por el virus, un nuevo récord diario en el estado, con lo que el total estatal se elevó a más de 5.500. Debido al aumento en las infecciones, Trump canceló los planes para celebrar una Convención Nacional Republicana en Florida.
 
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