Aunque la UE sigue sin ponerle las cosas fáciles a su socio más díscolo, su discurso sobre Grecia se ha suavizado en las últimas semanas. Las voces de quienes en verano perdieron el miedo a hablar abiertamente de una posible salida de la economía helena de la zona euro, entre ellos el presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, quien en agosto llegó a decir que sería un escenario manejable, se han acallado y la disposición a ofrecerle una nueva oportunidad (la enésima) ha ido ganando peso. ¿Por qué?
Pese a que algunos siguen considerando que la salida de Grecia del euro sería un "mal menor", existen razones de mucho peso que explican por qué Europa parece dispuesta a transigir una vez más con su indisciplinado miembro. Y es que aunque su amenaza ha pasado a un segundo plano en los últimos meses por el hostigamiento sufrido por España, Grecia sigue siendo un polvorín, cuya eventual explosión provocaría un tsunami sobre el resto de Europa de consecuencias difíciles de predecir y calibrar.
1.- Riesgo de un nuevo terremoto financiero. Aunque el golpe más duro sería para los propios bancos griegos (y los chipriotas), los más directamente expuestos, la onda expansiva alcanzaría al resto del sistema financiero del continente, con efectos potencialmente demoledores sobre los sectores bancarios de los países rescatados, Irlanda y Portugal, pero también sobre los de aquellas economías más grandes y que más desconfianza despiertan entre la inversión: España e Italia.
De hecho, los mercados mayoristas de financiación han estado cerrados a cal y canto durante muchos meses para las entidades españolas y sólo se han reabierto parcialmente para las compañías más grandes (Telefónica, BBVA, Gas Natural o Santander, que ya había hecho una incursión con éxito en agosto) después de que el BCE anunciara su plan de choque en el mercado de deuda.
¿Otro Lehman Brothers?
Los expertos están divididos sobre el alcance de la deflagración. Unos consideran que la eventual salida de Grecia del euro está ya en parte descontada y que la situación de la economía global no es tan grave como en 2008. Otros advierten, sin embargo, de que su quiebra impactaría con fuerza tanto en el sector privado como en el público (se calcula que de los más de 300.000 millones de deuda de Grecia, buena parte está en manos de instituciones públicas -la cifra ascendería a 50.000 millones sólo en el caso del BCE-) y espolearía aún más la desconfianza hacia la deuda española e italiana, disparando los costes de auxiliar y recapitalizar sus bancos.
Sin olvidar que, como sucedió con el colapso de Lehman Brothers, sería difícil prever la cadena de acontecimientos que desató dicha bancarrota en los meses siguientes, cuando la caída del banco de inversión forzó el rescate público de aquellas entidades que habían vendido seguros contra un eventual impago (CDS) de Lehman, como el gigante estadounidense AIG.
2.- Abultada factura económica. Desde hace tiempo, las cábalas sobre el impacto económico para la zona euro de una hipotética salida del Grecia son habituales. Desde los más de 400.000 millones que la troika ha empleado en salvar a Grecia entre inyecciones directas y adquisiciones de su deuda (cuantía a la que habría que añadir los estragos causados sobre el sector privado, de los que es muy complicado hacer un cómputo), pasando por el billón de euros que llegó a pronosticar el ex primer ministro griego Lukás Papadimos en mayo... Hasta llegar a las cifras astronómicas de un reciente estudio de Prognos AG encargado por la German Bertlesmann Foundation, según el cual una hipotética salida del euro de Grecia podría arrastrar también a Portugal, España e Italia, efecto dominó que supondría un coste sólo para Alemania de 1,7 billones de euros.
Como se ve, no hay consenso sobre las consecuencias, pero los expertos intuyen que la factura económica para la región sería, cualquier caso muy elevada... Pero ¿asumible?
3.- Riesgo de ruptura del euro. Precisamente, la gran amenaza griega se deriva del riesgo que representa para la pervivencia del euro. Los expertos alertan del efecto contagio que un colapso heleno, sobre todo si se produce de forma desordenada, tendría sobre la tercera y cuarta mayores economías de la zona euro, Italia y España, cuyas primas de riesgo, aunque anestesiadas por los planes de contingencia del BCE, siguen mostrando su vulnerabilidad y la desconfianza que le profesan los mercados.
La salida de Grecia certificaría que el euro no es un proyecto irreversible y pondría a España e Italia en el disparadero de un posible abandono de la moneda única.
4.- Alemania, tampoco a resguardo. En el hipotético caso de una desintegración del euro, nadie estaría a salvo. Ni siquiera Alemania, como advierte Prognos. Pese a que algunos de sus dirigentes, como su ministro de Economía, Philipp Rösler, señalaron semanas atras que una posible marcha de Grecia del euro ya no asustaba, sí debería inquietarles un hipotético desmoronamiento de la moneda única, ya que entonces Alemania tendría que hacer frente a un mercado común hundido y al impacto sobre sus exportaciones, su gran motor económico, tanto de la caída de la demanda como de la fortaleza del marco respecto al resto de divisas.
Como la propia canciller Merkel reconoció durante su visita a Atenas el 9 de octubre, en Europa "todos estamos relacionados; el 60% de los bienes de Alemania se exportan a países de Europa. Si un miembro tiene problemas, el resto se ve afectado".
Socio incumplidor
Grecia se ha revelado demasiadas veces en el pasado como un socio poco responsable e incumplidor, una etiqueta ganada a pulso de la que ahora, aunque quiera, difícilmente podrá librarse en un escenario doméstico marcado por una honda recesión, sin recursos para reactivar su economía y con una deuda que muy dificilmente podrá digerir.
Europa, con Alemania a la cabeza, quiere arrancarse la espina helena, y de ahí los comentarios de los últimos meses minimizando los efectos de su hipotetica salida del euro. Sin embargo, la dificultad de darle una respuesta ordenada al problema y la incertidumbre sobre las consecuencias que su marcha tendrían sobre la estabilidad económica y monetaria de la región invitan a pensar que la UE hará todo lo posible para mantener en el redil a su oveja más negra. Y buena prueba de ello es que hasta el rígido titular de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, se ha mostrado partidario de conceder más tiempo a Grecia para que cumpla con sus compromisos.
Es evidente que el miedo de Europa a lo desconocido sigue jugando a favor de Grecia, pero ¿acierta la UE dando una nueva patada hacia adelante a un problema que arrastra desde hace ya demasiado tiempo y que ha resquebrajado los cimientos de su unión monetaria? El tiempo y los mercados tienen la respuesta.