Hilo de discusiones ideológicas de economía

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Si de verdad nos preocupa la necesidad ajena, sostiene el sacerdote católico y fundador del Instituto Acton, debemos ser prácticos e ir a lo que funciona, y "lo único absolutamente contrastado no es la caridad, sino el libre mercado"
 

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La opinión de que "hay que inyectar tanto dinero como sea necesario en la economía" se impone con un consenso casi absoluto en nuestras sociedades impactadas por la Covidien-19 y por la subsiguiente parada y recesión económica. Se dejan en un segundo plano muchos de los efectos probables de iniciar unos programas de gasto e inversión pública sin tener los recursos necesarios.

Es una determinación compartida por una gran mayoría de políticos, representantes de empresarios y trabajadores, economistas y medios de comunicación que no estoy seguro de que tengan en cuenta suficientemente el previsible derrumbe en la recaudación fiscal que ya está reduciendo los recursos de las administraciones. Esto conduce a que el extraordinario aumento del gasto público exigido para la recuperación económica provocará más déficit y una mastodóntica nueva necesidad de endeudamiento de las administraciones públicas españolas. Para hacerlo posible, algunos países como el nuestro necesitarán el apoyo, de facto la subvención, de organismos e instrumentos europeos (BCE, BEI, MEDE, deuda a perpetuidad o no de la Comisión, etc.) para seguir financiándonos a tipos de interés cercanos a cero o negativos. estaremos prolongandoin saecula saeculorum una política monetaria de expansión cuantitativa y de tipo nulos para seguir manteniendo intubada la economía en la recuperación y más allá.


Ahora estamos en la fase en que cualquier colectivo (trabajadores, autónomos, pymes, grandes empresas), sectores (desde el automóvil hasta la agricultura, pasando por el transporte, el turismo y la cultura) o áreas de servicios públicos (por supuesto la sanidad, pero también la enseñanza, la dependencia, los municipios, etc.) salen a la palestra para reivindicar su derecho a ser considerados prioritarios, -al·legant que son los más perjudicats-, para ser beneficiarios de medidas paliativas y de recuperación económica. Y hay que decir que no sin razones.

Tan sólo un colectivo horizontal e inmenso, el de los pequeños y medianos ahorradores e inversores, resto callado sin reivindicaciones ni quejas. Ellos son precisamente los que ya asumieron una parte desproporcionadamente alta del empobrecimiento de la crisis anterior y el de la postcrisis cogida con pinzas que llegó hasta anteayer, al quedar afectados por un rendimiento negativo o casi de sus depósitos bancarios e instrumentos financieros de riesgo moderado en los últimos diez o más años.

Perjudicados.
Los pequeños y medianos ahorradores serán de nuevo los grandes pagadores y perjudicados con la continuidad de la "represión financiera". Se seguirá generando liquidez para entidades de crédito, gobiernos y empresas endeudadas a costa de la descapitalización del ahorrador. Si el ahorro financiero de las familias españolas es cercano a 2,5 billones de euros, 2 billones están colocados en un teórico "sin riesgo". En los últimos años han tenido un rendimiento real negativo de unos 25.000 o 30.000 millones de euros anuales. Todo hace pensar en unos próximos años de continuidad en el empobrecimiento.
De cara al sistema de pensiones, se generarán unas implicaciones muy preocupantes. En primer lugar, las pensiones públicas aumentarán su insostenibilidad. Por el aumento del paro y, con ello, la caída de cotizantes, y por las presiones presupuestarias que en cada país se generarán y que imposibilitarán traspasar partidas de pensiones a unos presupuestos generales que todo el mundo reclamará. Segundo, mientras los ahorros sin riesgo seguirán generando rendimientos reales negativos, la alternativa de la renta variable se presenta colapsada, con recuperación incierta y con un riesgo inaccesible para el pequeño ahorrador. Tercero, los estímulos fiscales sin tener un duro para recuperar el tono económico harán que la "represión financiera" se mantenga e incluso se endurezca durante los próximos años. finalmente,
Sabemos de la importancia del sesgo de la ilusión monetaria que nos dificulta percibir la pérdida de poder adquisitivo del dinero. Es por ello que no se escuchan voces de alarma sobre el evidente castigo que recae y recaerá sobre el ahorrador, complementario al que el país sufrirá globalmente. La realidad es que los mecanismos que se utilizarán para financiar la recuperación del pulso económico son una bomba de relojería especialmente en una sociedad envejecida como la nuestra.
Menos ahorros para complementar pensiones públicas que serán más insostenibles que nunca y más deuda a amortizar por las generaciones siguientes. Lo más parecido a una quiebra de facto no materializada gracias a una política monetaria que seguirá traspasando el problema al futuro.

Josep Soler
 

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David Osterfeld en su libro de 1992 “Prosperity versus planning” (que yo sepa no ha sido traducido) plantea un ejemplo que pretende demostrar porque el colectivismo no funciona. Más o menos se explica así:

“Partamos de una comuna de 1.000 personas que producen 100.000 fanegas de trigo al año, a razón de 100 por trabajador. Las venden a un precio de 5 dólares cada una, por lo que cada trabajador se llevaría 500 dólares al año. Uno de ellos, más trabajador, consigue llegar hasta las 150 fanegas. Al final del ejercicio se producirán 100.050 fanegas lo que, dividido entre los 1.000 trabajadores, arroja una cifra de 500,25 dólares para cada uno. En definitiva, Pedro ha aumentado su trabajo en un 50% y saca un rédito del 0,05%. Los otros 999 también se beneficiaron en un 0,05 por ciento, aunque en su caso sin aportar una fanega más a la producción común. El más trabajador carga con todos los costes de su mayor esfuerzo y el resultado se reparte entre todos. Sin embargo otro, algo menos trabajador o más “listo” ha entendido cómo funciona el sistema y decide trabajar la mitad. Ahora se producirán 99.950 fanegas, que reducen las ventas a 499.750 dólares, o 499,75 por persona. Este segundo trabaja la mitad y sólo pierde un 0,05 por ciento. Mientras que él sólo se lleva un gran beneficio al trabajar mucho menos, los costes de la menor producción se reparten entre toda la sociedad.”

Esto, que desincentiva al más laborioso y fomenta al aprovechado, además es algo real, que ha pasado por ejemplo en la China comunista cuya producción agrícola –basada en propiedades comunales- no conseguía alimentar a toda la población mientras que, cuando llegaron las reformas e introdujeron la propiedad privada de tierras, llegaron los excedentes. Y es que cualquiera sabe que la mayoría cuida más el tiesto de su terraza que el jardín público.
 
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