Filosofando

Johngo

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Aquella luz de las horas mágicas

Allí, en el rincón del mundo en que nos encontremos, su efecto se hará sentir.




Hay una hora mágica. Varía un poco, claro, según las estaciones y por eso es imposible precisarla. No es difícil, sin embargo, reconocerla: la luz del sol alcanza entonces una fuerza particular. Lejos de la intensidad del mediodía, tampoco es la del crepúsculo. Es una luminosidad que lo antecede; una luz melancólica, con algo de presagio y despedida. Es también una luz hipnótica. No hay latitudes o longitudes que valgan. Allí, en el rincón del mundo en que nos encontremos, su efecto se hará sentir. El rayo, ese rayo traicionero, puede impactar en el resquicio que deja una puerta entreabierta, en la rama caída de un árbol, en el filo de la aguja de una catedral. En el pico de una montaña nevada, en el remolino de hojas secas que el otoño arrastra. Puede cortar su reflejo el agua calma de un arroyo o atravesar las olas impetuosas de un mar embravecido. Puede iluminar la esquina de esa calle que nunca cruzaremos, el viejo puente que ya nadie atraviesa, el auto que pasa enloquecido, en una huida que parece conducir a ninguna parte. Puede rozar con la misma indiferencia el rostro de esa adolescente recién sorprendida por el amor o el de aquel hombre que ve esfumarse su último sueño.

Es casi imposible sustraerse a su embrujo; por un segundo invita a pensar que todo es posible. Dijo alguien que la majestad y la belleza del mundo están latentes en cualquier minucia. Esa luz parece revelarlas. Ya no enceguece, como cuando el sol alcanza su punto más alto, pero a su manera todavía lastima, con la punzada de dolor que acompaña a todo final. Pronto todo quedará invadido por las sombras de la noche que ya se insinúa. Pronto todo será olvido. Por Silvia Fesquet
 

Johngo

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La importancia de ser entusiasta

Esta mañana me levante pensando en el entusiasmo.

El término procede del latín tardío enthusiasmus, aunque su origen más remoto se encuentra en la lengua griega. Para los griegos, entusiasmo significaba “tener un dios dentro de sí”.
Googleando rescato esto: recordar lo que causó el entusiasmo; si algo desencadenó el entusiasmo inicialmente. Intenta recordar lo que fue, siéntelo y anótalo. Una vez que tengas identificado lo que te entusiasmó, deberías sentir un subidón de energía, como la primera vez.
http://www.psicovit.com/2018/01/07/la-importancia-del-entusiasmo-la-vida/
Lo trágico es no animarse a vivir y a ser feliz. Para estar contento y activo, hay que asociarse con la vida y hacerse amigo del entusiasmo. Aún recuerdo cuando era joven como aprendí a esquiar o sea slalom más allá de doblar esquíes derecha izquierda para bajar la montaña. Y resulta que apareció un alemán que me tenía loco zumbando con su entusiasmo (después de la segunda guerra había alemanes en Bariloche) hasta que al final aprendí. ¡Vamos John! ¡hora sí! y en mis últimos años bajaba la montaña con el mejor de los slaloms. El cerro Catedral de Bariloche fue creado en 1936. Hans Noebel fue un Noruego otro entusiasta que limpio la pista principal de arbustos. Aún recuerdo que buscaba gente para apisonar la pista temprano antes que empiecen a esquiar (hoy se hace con tractores que aguantan la inclinación). Fui 3 veces después me cansé físicamente por falta de entrenamiento. Hoy el Cerro Catedral de Bariloche es uno de los mejores de Sudamérica. Desde luego que el entusiasmo trae salud física y mental y espiritual. En los foros uno se podría plantear ¿Por qué ser alocentricos desinteresados haciendo ganar dinero a otros? Y es que todo lo que va, vuelve…

La capacidad de entusiasmo es signo de salud espiritual. (Gregorio Marañón)

MAS REFERENCIAS:
https://www.monografias.com/docs113/importancia-entusiasmo-vida/importancia-entusiasmo-vida.shtml
 
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Johngo

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El drama de no tener ilusiones

La palabra ilusión viene del latín (ilusionis) y significa, en realidad, engaño. En psiquiatría hace referencia a un trastorno de la percepción por deformaciones de lo que estimula a nuestros sentidos (por ejemplo, una ilusión óptica es ver que la ruta está como mojada más adelante). Pero en el lenguaje popular tiene un significado distinto que se relaciona y vincula con la expectativa de alcanzar determinadas metas que predispone a un estado de ánimo optimista que impulsa a la motivación para actuar.

Sin embargo, una condición saludable es que la ilusión no esté muy alejada de las posibilidades reales del individuo ya que se debe equilibrar el deseo por conseguir un objetivo con la posibilidad de que el mismo puede llegar a conseguirse. Eso lo diferencia de la persona ilusa que se hace ilusiones, pero sin bases ni fundamentos. En otras palabras, no se puede vivir sin ilusiones, pero tampoco es bueno hacerlo sólo en base a ellas.

El filósofo y escritor francés Blas Pascal lo decía con estas palabras: “El hombre tiene ilusiones como el pájaro alas. Eso es lo que lo sostiene”.

Las ilusiones son esenciales para que las personas no decaigan anímicamente y tengan la fuerza necesaria para perseguir metas y cumplir objetivos, aunque implique esfuerzos o no se logren de entrada. Esa capacidad de tener ilusiones es el motor que permite avanzar en la vida y alcanzar una sensación de bienestar.

El análisis de las conductas de los niños aun muy pequeños permite evaluar que el cerebro está genéticamente diseñado para buscar la gratificación de los deseos. Y es lo que hará después el adulto con las ilusiones.

Vale destacar que siempre resultará mejor tener desilusiones que vivir sin ilusiones por miedo a las decepciones. Muchas personas, y en distintas edades de la vida, sufren la carencia de ilusiones que se traduce en carecer de propósitos y objetivos, por lo cual resulta muy pesado comenzar el día. Se genera una suerte de círculo vicioso en el cual la falta de ilusiones no permite visualizar metas claras y la falta de metas, a su vez, hará que no se tengan ilusiones.

Esto suele coexistir con expectativas fantasiosas, pero no realistas, que al no verse cumplidas hacen perder la ilusión por conseguir otra meta posible y más accesible.

Son comunes los sentimientos de desánimo, de indefensión (sensación de que nada depende de ellos), de sentirse perdido, vacío e insatisfecho, de no saber lo que se quiere, con mal humor, todos signos posibles de un cuadro depresivo subterráneo que amerita ser evaluado como tal.

Las desilusiones no son simplemente carencias que afecten a un contenido particular del pensamiento, ni tampoco simples conflictos entre lo que se piensa y se hace; son algo mucho más complejo que afectan a la totalidad de la visión del mundo y que no se corrigen mediante el ejercicio de la buena voluntad. Se necesita, en realidad, una conciencia crítica capaz de comprender que es la manifestación de un trastorno depresivo y como tal merecería ser tratado.
 

droblo

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El antropólogo Ronald Cohen cuenta que estando con los Kanuri de Nigeria se alejó un día y se sentó en un tronco unos 20’. Entonces llegó un joven y se sentó a su lado y Cohen le preguntó por qué había ido:”me mandó el jefe, dijo que estabas sólo y por tanto debías estar enfermo”
 

Johngo

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Cuando la frustración produce un dolor físico
Diversas investigaciones confirman que muchos dolores (e incluso enfermedades) pueden estar producidos por causas emocionales.

Por Norberto Abdala

Pregunta:
Tengo 49 años y soy hijo único. Mis padres ya son grandes y siguen condicionando mi vida. Viví y vivo frustrado: en lugar de estudiar arquitectura manejo un campo y me tuve que casar con alguien a quien en el fondo no quería. Sufro de migrañas y artritis. J.C.A., Junín

Respuesta:

El dolor siempre es un síntoma muy difícil de valorar ya que se trata de una vivencia subjetiva en la que influyen, en quien lo padece, aspectos físicos, emocionales, cognitivos, familiares y psicosociales.

Existen dolores que son agudos y de corta duración y dolores crónicos que se caracterizan por tener una permanencia muy prolongada en el tiempo. Una característica de estos últimos es que los analgésicos hacen poco efecto.

A pesar de que numerosos tipos de dolor crónico tienen una causa física definida (lesión, infección o una enfermedad), en muchos otros casos no existe una causa orgánica identificable razón por la cual se ha vinculado su existencia con determinados estados emocionales.
La existencia de dolor siempre es un aviso de que existe un trastorno (de diversa jerarquía e intensidad) que es necesario atender como corresponde y que hay que solucionar para evitar no solo el sufrimiento sino la cronicidad.

Diversas investigaciones han confirmado que muchos dolores (e incluso diversas enfermedades) pueden estar producidos no por causas físicas sino emocionales, incluyendo en este concepto a las frustraciones y que son las respuestas afectivas que se experimentan cuando se tiene un deseo, una necesidad, un impulso, un proyecto que no se puede satisfacer. Un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences el 12-4-2011, ilumina claramente el papel que las frustraciones tienen respecto a la génesis de los dolores crónicos y su repercusión sobre el sistema nervioso y las hormonas. Si el papel de las emociones no son detectadas como factores causales dan lugar a errores de diagnósticos y pueden ser atribuidas a otras patologías que inducen a tratamientos equivocados.

Las frustraciones, cuando quedan atascadas, pueden generar en consecuencia muy diversas afecciones, ya que se canalizan y descargan en distintos lugares del cuerpo: dolores gástricos, colon irritable, dolores de cabeza persistentes, diferentes alergias, caídas de cabello, cambios hormonales, aftas bucales rebeldes, artritis, trastornos sexuales, hipertensión arterial, fibromialgia, entre otras.

Esto resulta más evidente en las personas que aparentemente son más tranquilas y contenidas que suelen no manifestar sus estados anímicos, razón por lo cual las frustraciones suelen terminar expresándose a través de dolores corporales.

Por el contrario, los individuos demostrativos, irascibles, explosivos o agresivos al descargar la rabia que genera toda frustración somatizan menos, a pesar de que suelen generar muchos conflictos interpersonales.

El dolor prolongado y sin una solución efectiva afecta las relaciones con los otros, el trabajo, el estado de ánimo, la calidad de vida y es uno de los principales síntomas de sufrimiento.

También Sigmund Freud, en El malestar en la cultura (1930), expresaba tres posibles causas del dolor psíquico:
1) Las enfermedades que hacen descubrir la finitud de la vida;
2) Las agresiones del mundo externo que hace descubrir la pequeñez e indefensión humana;
3) Las relaciones con el prójimo que evidencian la injusticia y la frustración. E.M
 

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Cuanto menos sabe una persona, más se cree que sabe. Cuanto más sabe una persona, más dudas tiene acerca de lo que cree que no sabe.
Esto se llama efecto Dunning-Kruger.
 

Johngo

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El mendigo que sólo quería ir al baño

Es muy alto, de tez oscura, musculoso y tiene una actitud muy clara.

Algunos de los comensales que estamos sentados cerca giramos la cabeza para mirarlo. El vaho que lo acompaña pone en alerta a la señora que está tomando su té con masitas, al joven que come un tostado con jugo de naranja exprimido y a una pareja, que todavía está cenando. Son las doce de la noche y pocas cosas ocurren en ese horario. Cada uno está en su propia historia.

El mendigo es muy alto, tiene puesta una campera de verano, bufanda, gorro de lana, un jogging gris y zapatos, sin medias. En su mano derecha lleva una bolsa de residuos negra, creo que llena de ropa, como única compañía de esa fría noche invernal. Imagino que hace unos años atrás debe haber sido deportista. Es muy alto, de tez oscura, musculoso y tiene una actitud muy clara. Pero ahora camina con un andar cansino y un ligero bamboleo.

El mozo se le acerca rápido y le pide que se vaya. El mendigo intenta dar una explicación. Parece que tiene ganas de hacer pis. Y también quiere lavarse las manos. Pero el mozo le dice que el baño es sólo para los clientes. Ambos gesticulan, mueven sus brazos, parece que se van a empujar. Es tarde. Pero no es tan tarde. Una joven intercede ante esa escena, se levanta de su silla, que está al lado de la mía, discute con el mozo por unos segundos y le pregunta al mendigo si quiere acompañarlo a su mesa, donde estaba sentada con su novio.

“¿Qué querés comer?”, le pregunta el muchacho. “Café con leche. Y medialunas”, le responde el mendigo, quien deja la bolsa con sus cosas en una silla, mira al mozo, a la joven, al muchacho, y se dirige hacia el baño. Esta vez, nadie lo puede detener. Por Alejandro ALFIE
 
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