Daniel Gros: "Europa no debería pedir ayuda exterior"

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A las autoridades europeas encargadas de elaborar políticas les gusta ensalzar la fortaleza de la eurozona: la eurozona, en comparación a los Estados Unidos, tiene un déficit fiscal mucho menor (4% del PIB, frente al casi 10% de los EE.UU.). Además, a diferencia de los EE.UU., la eurozona no tiene un déficit exterior, lo que significa que la unión monetaria tiene los ahorros suficientes como para poder financiar todos los déficits presupuestarios de sus miembros y resolver sus problemas de deuda.

Pero, a pesar de esta fortaleza relativa, los líderes de la Unión Europea parecen ser incapaces de resolver la crisis de la deuda soberana de la eurozona. A pesar de celebrar una reunión tras otra, los jefes de Estado y los ministros de finanzas no han logrado tranquilizar a los mercados. Ahora, los encargados de elaborar políticas en Europa están apelando a la ayuda del Fondo Monetario Internacional y de inversionistas asiáticos.

Este pedido de ayuda externa está mal encaminado, teniendo en cuenta las razones por las cuales la crisis del euro ha ido de mal en peor, a pesar de los abundantes recursos de la UE. El problema clave es la distribución del ahorro dentro de la eurozona. Los países ubicados al norte de los Alpes tienen excedentes de ahorro, pero los ahorristas europeos del norte no quieren financiar a los endeudados países del sur de Europa, como Italia, España y Grecia.

Esta es la razón por la cual la prima de riesgo de la deuda italiana y de otros países del sur de Europa ha aumentado, en un momento dado en un 5%, y es la razón por la que, al mismo tiempo, el gobierno alemán puede emitir deuda a corto plazo a tasas de interés negativas. La renuencia de los europeos del norte para invertir en sus vecinos del sur es el problema detrás del problema.

El gobierno alemán podría cambiar esto si tuviera dispuesto a garantizar el total de la deuda italiana, española, y del resto de la eurozona. Pero, comprensiblemente, Alemania es reacia a prestar tales garantías, debido al alto riesgo que conllevan.

El Banco Central Europeo también podría ayudar a resolver el problema si decide comprar la deuda que ha sido rechazada por los mercados financieros. Pero, al igual que Alemania, el BCE carece, comprensiblemente, de entusiasmo para llegar a esta solución.

Así que el estancamiento continúa y la crisis se agrava. Los principales bancos centrales del mundo se comprometieron recientemente poner más liquidez en dólares a disposición de los bancos, mayormente a disposición de los bancos europeos. Esto ha aliviado la crisis de liquidez inmediata, pero el problema fundamental de la deuda aún queda, ya que el gobierno italiano no se puede financiar a sí mismo a tasas de interés razonables.

Debido a que los ministros de Economía de la eurozona no pudieron ponerse de acuerdo sobre una solución interna, la idea más reciente que ellos tuvieron fue realizar un pedido al FMI, a fin de que esta institución financie un paquete de apoyo extra-grande para Italia. Pero esta idea podría ser una mera ilusión. ¿Por qué deberían los miembros no europeos del FMI comprometerse a financiar un programa masivo de apoyo a un miembro del G-7 y de la eurozona que no tiene problemas de balanza de pagos, y cuyas finanzas públicas están más fortalecidas que las de la mayoría de los restantes países desarrollados?

Hace un mes, los jefes de Estado de la eurozona llegaron a otra forma de solicitud de fondos extranjeros: el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) podría consolidar paquetes de deuda en euros y venderlos a los inversores extranjeros, como por ejemplo al banco central chino y a otros bancos centrales asiáticos.

En este caso surge la misma pregunta: ¿por qué debería China comprar deuda italiana, cuando Alemania la rechaza? Aún si China se comprometiera a comprar la deuda, probablemente consideraría comprar algún instrumento financiero especial que el FEEF planifica emitir solamente si obtiene algunas concesiones políticas y una garantía implícita de Alemania.

Pero para Alemania no es lógico pagar un precio político por hacer algo que de manera consistente se ha negado a hacer – es decir, no tiene sentido que Alemania sufra políticamente por garantizar la deuda de otros países. Las concesiones políticas que China probablemente demande – por ejemplo, que la Unión Europea reconozca a este país como una economía de mercado, o que se le otorgue mayor voz dentro del FMI – posiblemente deberían ya habérsele concedido con anterioridad. Sin embargo, estos temas no deberían estar vinculados a la incapacidad de la eurozona para resolver sus propios problemas.

Además, una gran afluencia de fondos provenientes del FMI, de China, o de cualquier otra parte podría hacer más daño que bien en la medida en que tal afluencia pone presión al alza sobre el tipo de cambio del euro – y por lo tanto, hace que la recuperación en los países en crisis sea aún más difícil. El crecimiento alemán podría sobrevivir a un euro más fuerte, ya que sus exportaciones son mucho menos sensibles a los precios, pero países como Italia y Grecia, que debe competir en base a precios, se debilitarían aún más.

Las autoridades encargadas de elaborar políticas de Europa no pueden exportar los problemas de la eurozona. Los propios europeos pueden y deben hacerse cargo de esta crisis.

Una de las opciones discutidas en estos días es la creación de un fondo especial que sea financiado por los principales bancos centrales nacionales de trabajan con el BCE y que dicho fondo sea puesto a disposición del FMI para ayudar a Italia y España. Esto aseguraría el uso de los recursos del BCE, sin violar formalmente el Tratado de Lisboa de la UE, que prohíbe que los bancos centrales den financiamiento a los gobiernos.

Este plan tendría la ventaja de forzar a que la eurozona se respalde en sus propios recursos. Sin embargo, también expondría de pies a cabeza la debilidad política y la falta de coherencia de Europa. En efecto, si realmente es necesario utilizar un desvío que pase por el FMI para permitir que el BCE proporcione liquidez a países como Italia y España, el resto del mundo se preguntará por qué Europa no puede ser más sincera acerca del papel central del BCE en esta crisis. Esta es una buena pregunta.

Daniel Gros es director del Centro para Estudios de Políticas Europeas.

Copyright: Project Syndicate, 2011.

Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.
 
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