El "ajuste italiano" se transforma

Tizo

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Quizá con la caída del primer ministro portugués, José Sócrates, en la memoria, Silvio Berlusconi, jefe del ejecutivo italiano, no ha querido correr riesgos y ha intentado llevar su último plan de ajuste al Parlamento bien atado. Para ello, necesitaba recibir el apoyo de sus socios de gobierno, la Liga Norte, liderada por el controvertido Umberto Bossi, cada día menos receptivo a las propuestas del primer ministro.

Tras una maratoniana reunión -siete horas-, Berlusconi ha preferido aceptar algunas de las condiciones de sus socios, antes que acudir a la cámara sin apoyo suficiente. No obstante, las modificaciones del proyecto inicial son de tal calado que prácticamente han dejado irreconocible la propuesta final.

En primer lugar, ha dado marcha atrás en la creación del "impuesto de solidaridad", un tributo extraordinario que sólo estaría vigente en 2011 y 2012, gravando un 5 por 100 adicional las rentas superiores a 90.000 euros y un 10 por 100 a partir de los 150.000 euros. La tasa, que iba a recaudar 1.000 millones de euros, se ha caído del programa excepto para los políticos, que sí tendrán que abonarla. Quién sabe si la huelga de futbolistas que ha impedido el inicio de la temporada italiana ha pesado para convencer al primer ministro.

También se ha paralizado el plan para eliminar los ayuntamientos que no alcanzaran 1.000 habitantes y las provincias con menos de 300.000 ciudadanos o 3.000 kilómetros cuadrados. El recorte, que supondría un ahorro de 10.000 millones de euros, se ha sustituido por una propuesta mucho más vaga, que prevé la exigencia de que las localidades pequeñas unifiquen la prestación de servicios fundamentales y se comprometan a reducir el numero de consejeros municipales.

No hay nuevos impuestos ni otros recortes. El gobierno de Berlusconi se ha limitado a introducir medidas poco concretas y a largo plazo, como endurecer el acceso a una pensión completa. A partir de ahora, exigirá un mínimo de 40 años de cotización y dejarán de contabilizarse como vida activa tanto el servicio militar como los estudios universitarios. Además, se ha marcado como objetivo reforzar la lucha contra el fraude fiscal, aunque la medida suena vieja, ya que son numerosas las ocasiones en que Italia se ha comprometido a mejorar sus finanzas públicas luchando contra la evasión de impuestos, pero pocos los resultados obtenidos.

Ni los dirigentes europeos ni las agencias de calificación han respondido al cambio de planes de Berlusconi, aunque no es difícil pensar que esta marcha atrás haya gustado más bien poco, especialmente en Bruselas. Quizá el primer ministro, experto en comunicación, piense que con un simple gesto puede convencer a los mercados de su compromiso para reducir déficit y deuda. La experiencia griega, con innumerables planes de ajuste aprobados y casi todos incumplidos, apunta lo contrario.
 
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