España se descuelga del crecimiento europeo

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Europa crece; España, no. Lo acaba de ratificar Banco de España, en su diagnóstico mensual de mayo, referido básicamente al primer trimestre de 2011. En realidad, pocas novedades respecto a los meses previos y apenas esperanzas o indicios de que los próximos vayan a ir mejor. Sigue tirando la demanda externa, cubriendo el hueco de la doméstica que sigue sin despegar. Ayuda un poco, eso sí, el turismo; en parte gracias a la recuperación en los principales emisores, aunque también como consecuencia de los problemas de inestabilidad surgidos en algunos destinos competidores del arco mediterráneo. Desayuda, en cambio, la volatilidad de los precios de las materias primas, en particular el petróleo, que ha perjudicado el saldo de la balanza externa por culpa de un déficit energético que va a más.

Pormenores aparte, el encefalograma económico sigue luciendo plano, sin que aparezcan por ningún sitio signos de por dónde puede venir esa ansiada recuperación. A diferencia de las declaraciones más o menos pomposas, sean a favor o en contra, asegurando que los últimos meses han discurrido preñados de reformas de calado, la realidad constata que todo sigue excesivamente igual: no peor, lo que quizás consuele, pero todavia muy lejos de mejorar.

El principal exponente, por descontado el empleo, lleva meses deslizándose a tasas de ocupación inquietantes, con los efectos correspondientes en niveles de cotizantes a la Seguridad Social. La población activa potencial está prácticamente estancada, tanto por razones demográficas como por una declinante afluencia neta de población inmigrante, a partir del efecto combinado de un aumento de los retornos y una caída en picado de nuevas llegadas foráneas. Sólo el sector servicios, más en concreto las actividades relacionadas con el turismo, sugieren aumento de las contrataciones en el corto plazo.

No es seguro que tales realidad y perspectivas impacten en quienes deberían estar activando ese catálogo perpetuo de reformas que no acaban de fructificar. No lo hicieron en meses anteriores -la crisis suma ya más de dos años- y nada indica que vayan a variar su posición. Aunque no sea único, el recorrido de la (no) reforma laboral sigue serpenteando entre el discurso añejo de unos -sindicatos y patronal- y la peculiar voluntad del Gobierno de anteponer el pacto social -no importa cuál ni cuándo- a la necesidad apremiada por casi todos los que, por unas u otras razones, no tienen asiento en la mesa del más mal que bien llamado diálogo social.

Con más autoridad y rigor que otras voces, el Banco de España ha vuelto a poner de manifiesto que las cosas están como parecen estar. Recogiendo el desafortunado símil futbolístico usado en días pretéritos por el presidente Rodríguez Zapatero, si alguna vez se pudo aspirar a disputar la Champions League, hoy existen dudas de salvar la promoción... para bajar.
 
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