Grecia: un año después la situación es muy similar

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"Fuertes subidas de las primas de riesgo de los países periféricos, descensos generalizados en las bolsas europeas, rumores de impago y reestructuración de la deuda, reuniones secretas entre el gobierno griego y las autoridades europeas..." ¿Suena conocido? Así comenzó el mes de mayo de 2010, pero no es distinto como ha arrancado el actual mayo 2011, aunque con algunos "añadidos". El más novedoso, un insistente rumor de abandono de la zona euro, aunque nadie acierte a explicar cómo se podría instrumentar. También, desde entonces, el gobierno de Atenas ha aprobado nada menos que seis planes de reformas y recibido más de 50.000 millones de la Unión Europea (UE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Justo en el aniversario del primer rescate de la eurozona, las autoridades griegas han admitido que es imposible cumplir el calendario y los objetivos que pactó a cambio de la ayuda, ya que las medidas implantadas están tardando más de lo esperado en dar frutos. Aunque las alabanzas a sus programas se repiten diariamente entre los acreedores del rescate, lo cierto es que por el momento no ha conseguido rebajar el déficit en la medida esperada. Tampoco ha logrado contener el incremento de la deuda y, mucho menos, ha sido capaz de volver a los mercados de financiación mayorista, tal y como se había propuesto hace un año.

La UE, consciente de los esfuerzos realizados, suavizó las condiciones de la devolución hace unos meses, pero no ha sido suficiente. El énfasis en las reformas y los recortes ha lastrado de tal forma el crecimiento, que, salvo milagro, la economía griega se contraerá en 2011 casi un tres por ciento, acumulando su tercer ejercicio consecutivo de recesión.

Si en 2008 y 2009 los gobiernos olvidaron la importancia de tener unas finanzas públicas saneadas e inyectaron miles de millones de euros para evitar una mayor contracción económica, ahora el afán por recortar impide que la recuperación se asiente en los países con los ajustes más severos.

El entorno europeo tampoco ha ayudado a tranquilizar los ánimos. A pesar de los anuncios de reforma permanente de los mecanismos de gobernanza del euro, las soluciones aplicadas en el último año tienen más de parche que de cambio sustancial en la arquitectura diseñada en Maastricht.

Las dudas, en definitiva, siguen imponiéndose a las certezas y los desequilibrios apenas se han corregido. Casi todo lo que se negaba en mayo de 2010 se ha tornado realidad y los rumores de colapso no terminan de desaparecer ni la refundación del euro termina de producirse. Quizá, se ha excedido el estilo lampedusiano de introducir cambios cuidando que todo siga demasiado igual.
 
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