Crisis de la eurozona: Es hora de encontrar una solución

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Crisis de la eurozona

Es hora de encontrar una solución

16 diciembre 2010







Los rescates y la adquisición del BCE de las deudas soberanas hasta ahora no han logrado detener la crisis en la eurozona. Según expone un economista polaco, ahora los líderes europeos deben idear un plan claro y un proceso de toma de decisiones digno de confianza.


Hoy ha quedado claro lo temporales e ineficaces que eran las decisiones tomadas hace varios meses. La cuestión no es si los fondos asignados para salvar a las economías asoladas por la crisis eran o no suficientes, sino sobre todo, que esas decisiones lo único que han hecho ha sido retrasar los problemas en el tiempo, no resolverlos.
Los denominados Estados periféricos de la eurozona sufren problemas estructurales y por consiguiente, sus economías no son competitivas. A esto hay que sumar la inmensa deuda soberana que, desde la perspectiva actual, parece poco probable que vaya a devolverse al completo. Aplazar las reformas o fingir que realmente no son necesarias tan sólo ha exacerbado el problema. Sin embargo, el principal problema es la falta de estrategia.
Hoy ha quedado claro que los Estados de la eurozona no han encontrado ni debatido una estrategia para sacar a un Estado miembro de una crisis de liquidez. Siempre que el problema afecte a una pequeña economía periférica, los demás Estados miembros pueden soltar bastante dinero con suficiente rapidez para cubrir las necesidades financieras de ese país para los próximos años. Pero si la que tiene problemas es una economía mayor, los fondos que tengan a su disposición los Estados miembros con una economía más saneada pueden ser insuficientes.

El BCE no está para rescatar países

Hoy está claro que nadie ha analizado seriamente esta posibilidad. La idea de que el Banco Central Europeo se encargue de la deuda de las economías en peligro podría justificarse como una solución de emergencia hace unos meses, pero de ningún modo puede considerarse una solución sistemática. Sobre todo porque la función del BCE no es rescatar a los países endeudados, sino proteger la estabilidad de la moneda común. Aunque el BCE hace hincapié en que elimina el excedente de la masa monetaria del mercado, o en jerga económica, la “esteriliza”, el hecho de que el BCE tenga otros fines distintos a la estabilidad de los precios socava su credibilidad. Y basándose en esta credibilidad, o en la ausencia de la misma, es como los consumidores crean sus expectativas inflacionarias.
Otro problema grave es la falta de un centro claro para la toma de decisiones en la UE. Lo que existen son tres centros de poder: el presidente de la Comisión Barroso, el presidente del Consejo Von Rompuy y el "súper dúo" Merkel-Sarkozy. Los dos primeros, que intentan dar con una solución de unión para todos los Estados miembros, de repente se encuentran con que todo se ha decidido en una cumbre Merkel-Sarkozy. Convendría que sus propuestas estuvieran alineadas. Pero se produce un choque entre dos enfoques extremos, la unión de las transferencias y la unión de los Estados autosuficientes. Estos enfrentamientos rara vez desembocan en soluciones sensatas.

Alemania debería luchar por el proyecto europeo

El temor ante la posible disolución de la eurozona puede ayudar en última instancia a encontrar una forma razonable de tratar el malestar. Los mercados financieros ya no creen en los políticos europeos. Han dejado de reaccionar ante el lanzamiento sucesivo de paquetes de rescate. De hecho, Berlín se opone a recaudar más fondos para rescatar a España. Hoy, los líderes europeos tienen que tomar decisiones sobre el retraso del pago de la deuda por parte de los Estados miembros con problemas.
La posibilidad del hundimiento de la eurozona produce miedo no sólo en los países periféricos, sino también en las mayores economías de la zona. De hecho, son ellas las que se han beneficiado más de la introducción de la moneda común. Gracias al euro, Alemania se ha convertido en diez años en el mayor exportador del mundo. Más del 40 por ciento de sus exportaciones se dirigen a países de la eurozona. Si se abandonara el euro y se volviera a las monedas nacionales, el marco alemán sería el que más se revalorizaría. Alemania perdería toda su competitividad, mientras que los países afectados por la crisis la recuperarían.

Paradójicamente, es Alemania la que más se ha beneficiado del euro y debería hacer todo lo posible por salvar el gran proyecto europeo. Para lograrlo, se necesitan medidas decisivas y duras y no pésimos compromisos que lo único que hacen es posponer los problemas.

 
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