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Acciones, obligaciones y letras del tesoro ¿Cuáles son sus resultados reales? Las conclusiones sorprenden…

Jonh Maynard Keynes afirmó «a largo plazo, todos muertos», pero por si acaso estamos vivos  y nos centramos en formar y mantener, una cartera de inversión en el largo plazo, debemos saber cuáles son las estadísticas por cada tipología de activo que formará parte de nuestra cartera. En concreto, estudiaremos las relaciones entre los rendimientos compuestos de las acciones, las obligaciones y las letras del tesoro, una vez se haya descontado la inflación, en base al estudio Ibbotson SBBI Classic Yearbook 2001. También mostraré cuáles son los rendimientos de las acciones, después de inflación e impuestos, ya que a más de uno le van a sorprender las conclusiones.

En primer lugar, las acciones ofrecen un rendimiento en el primer año mantenidos en cartera del 6,5%, una vez se haya descontado la inflación. Mientras que las obligaciones y las letras del Tesoro ofrecen al inversor el primer año un 1,6% y un 0,4% respectivamente. Ante este escenario, la probabilidad de que las  acciones superen en términos de rentabilidad neta a las obligaciones es de un 63%, mientras que la probabilidad de que las acciones. Sin embargo si descontamos el efecto inflación y el efecto impuestos sobre acciones, obligaciones y letras del Tesoro obtenemos que en promedio las acciones nos ofrecerán un 4,4%, las obligaciones un -2% y las letras del Tesoro un -2,2%, por lo que para financiar al gobierno estamos perdiendo rentabilidad real.

Una vez hayan transcurrido cinco años, en promedio, las acciones ofrecen una rentabilidad neta del 37,1% descontando la inflación, sin embargo las obligaciones sólo habrían avanzado un 8,3% y aún peor las letras del Tesoro nos hubieran ofrecido un retorno del 2,2%, por lo que se empieza a establecer una gran brecha entre los diferentes activos. En ese periodo de cinco años, prácticamente la probabilidad de que la rentabilidad de las acciones superen tanto a obligaciones como a las letras del Tesoro es de un 74 y 75 por ciento respectivamente. Si descontamos inflación e impuestos las acciones nos hubieran ofrecido un retorno del 23,8%, mientras que las obligaciones nos aportarían una rentabilidad real del -9,7% y del -10% en las letras del Tesoro, por lo que nos debería empezar a parecer una mala idea confiar nuestro dinero a el gobierno de la nación porque muy difícilmente ganaremos poder adquisitivo.

Si abarcamos un plazo de diez años, la rentabilidad de las acciones después de la inflación es de un 87,9%, la de las obligaciones de un 17,2% y de un 4,5% en las letras del Tesoro. Las probabilidades de que las acciones superen a los títulos de renta fija son contundentes… en el 84% de las veces en el caso de las obligaciones y del 82% en el caso de las letras del Tesoro. Pero si analizamos las rentabilidades de tras inflación e impuestos tras los diez años tener títulos del gobierno parece ser la idea más ruinosa para su patrimonio ya que las obligaciones les aportarán una rentabilidad del -18,5% y las -20,2%, mientras que las acciones nos hubieran ofrecido un 53,4% una vez descontado el efecto inflación e impuestos.

Vayamos a un periodo de veinte años ¿Qué sucede? Las acciones, tras la inflación, nos hubieran aportado un 252,9%, las obligaciones un 37,3%, mientras que las letras del tesoro apenas un 9,2%. En este punto, las acciones hubieran superado tanto a las obligaciones como a las letras del Tesoro en el 98% y el 100% de las veces. Descontado inflación e impuestos, las acciones nos ofrecerían en veinte años un 135,3% de rentabilidad, mientras que las obligaciones nos ofrecerían un -33,5% las letras del Tesoro nos hubieran aportado un retorno neto del -36,2%.

Tras treinta años, los resultados son más extremos… tras la inflación la rentabilidad de las acciones es de un 563%, mientras que las obligaciones y las letras del Tesoro nos hubieran aportado un 61 y un 14,1% respectivamente, en ambos casos el 100% de las veces las acciones superan a los títulos del Estado. Si descontamos inflación e impuestos, con las acciones hubiera obtenido un 260,9%, mientras que apostando por las obligaciones hubiera conseguido una rentabilidad del -45,8% y del -49,1%, en otras palabras tras treinta años el Estado le hubiera acaparado prácticamente la mitad de su poder de compra a través de sus títulos de deuda.

En base a lo citado anteriormente, podemos extraer varias conclusiones. En primer lugar, las acciones en el largo plazo se comportarán mejor que los títulos de deuda de los Estados de manera clara y contundente. Otra conclusión que podemos extraer es ¿Cómo lo hacen los Estados para acumular déficit y abultadas deudas? Pues bien, claramente pasandole la factura a los demás… En sintonía, los Bancos Centrales que promueven objetivos inflacionistas con los Estados que manejan las políticas fiscales forman una sinergia bien engrasada no sólo para robar a los contribuyentes del país sino también a los propios inversores que apuestan por adquirir deuda pública.

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