Artículos de opinion
Según la revista IGN.com Troy McClure es el número 1 de los 25 personajes secundarios de los Simpsons, es un estereotipo de los personajes de Hollywood en concreto su nombre está basado en el de los actores Troy Donahue y Doug McClure. La frase más conocida de este personaje es su famoso “Hola, soy Troy McClure. Me recordarán…,” para posteriormente mencionar dos títulos similares al que interpreta en ese momento.
Hoy me toca hacer de Troy McClure y vestido con un kimono suelto lo de “Hola, soy Troy McClure y hoy os hablaré de Japón. Me recordarán de otros artículuos como Japón y su doble crisis, La experiencia japonesa, “Godzilla el monstruo que amenazó Japón” , “España y Japón unidas por el mismo error“ y Lost in translation”.
Para ello, Troy McClure se sienta en el sofá de su casa, se pone la bata y hojea el New York Times, concretamente un artículo que ahonda en la «década perdida» japonesa, el prolongado período de estancamiento económico que afectó a la nación en los 90, y explora las lecciones que se pueden aprender de los esfuerzos japoneses para restablecer su economía como ejemplo para los estímulos estadounidenses. Los traspiés del estímulo japonés refuerzan el argumento de que cualquier programa de recuperación debería centrarse en infraestructuras modernas, no en obras públicas tradicionales, además de destinar gasto público a otras prioridades nacionales como la energía o la educación.
El artículo del NYT empieza con una mirada a los tipos de gasto público que contribuyeron a que Japón saliera de su recesión, y los tipos de recuperación sofocada:
Importa lo que se construye: Japón destinó demasiado a carreteras y puentes lo que supuso un despilfarro creciente, y no lo suficiente a áreas como la educación o los servicios sociales, que según los estudios, suponen un mayor impulso para el dólar que el [tradicional] gasto en infraestructuras.
«No basta con dar empleo a los trabajadores para que caben agujeros y después los vuelvan a rellenar», afirmó Toshihiro Ihori, un profesor de economía en la Universidad de Tokio. «Una lección a aprender de Japón es que los trabajos públicos dan mejores resultados cuando crean algo útil para el futuro.»
Hay amplio consenso en Japón acerca de que mientras parte del gasto público fue útil, demasiado se desperdició en proyectos que no aumentaron la productividad económica, en carreteras y puentes innecesarios que no llevan a ninguna parte. Además, el ampliado período de elevado gasto público afectó negativamente a la inversión privada y puede haber hecho que las economías locales dependan en exceso de la ayuda federal, en opinión de algunos economistas japoneses.
Pero esto es solo la mitad de la historia. Mientras el ejemplo de Japón proporciona pruebas convincentes de que el gasto público destinado a obras públicas puede ir mal, aprender de esta historia cautelar puede también mostrar el camino al gasto público efectivo.
Posiblemente el problema no fue que Japón gastase demasiado, sino que lo gastó sin controlar los tiempos. De un modo parecido a lo ocurrido con el Presidente Roosevelt en los años 30, a medida que la economía japonesa empezaba a recuperarse y alcanzar una tasa de crecimiento del 3% en 1996, el gobierno redujo su nivel de gasto y elevó los impuestos, sofocando de forma prematura un mayor crecimiento y prolongando así el período de recuperación.
Hay que aprender otras lecciones del programa japonés de estímulo fiscal, que destinó más de 2 billones de dólares durante 5 años. Mientras el gasto en infraestructuras es una forma efectiva de gastar dinero rápidamente, los funcionarios de países desarrollados deberían ser cautelosos con los proyectos de obras públicas de la vieja escuela en carreteras y puentes.
En una nación como China o Europa en los años 30, las inversiones en infraestructuras tradicionales, incluyendo carreteras nuevas, puentes, aeropuertos y líneas de ferrocarril tenían sentido. Pero en una nación desarrollada como Japón en los años 90 o la Europa de hoy en día, destinar dinero a más carreteras y puentes debería ser algo secundario respecto de otras inversiones más productivas en proyectos de infraestructuras modernas que pueden mejorar de forma efectiva la productividad económica y la competitividad, como una red de suministro eléctrico moderna, expandir los accesos a la banda ancha, construir líneas de ferrocarril de alta velocidad modernas, etc. El artículo del NYT señala que «al haber descuidado sus carreteras, puentes, plantas de tratamiento de aguas y más cosas a lo largo de los años, los EE.UU están obligados a generar una retribución mayor para dicho gasto que el que tendría que generar Japón,» pero el gasto en obras públicas tradicionales debería centrarse ante todo en arreglar nuestras infraestructuras existentes, no en construir nuevas autopistas.
Asimismo, la experiencia de Japón refleja la importancia de priorizar los proyectos de estímulo temporal que crean trabajos permanentes:
Según sus residentes, entre los muchos proyectos de obras públicas de [la ciudad japonesa de] Hamada, los mayores beneficios habían surgido de la prisión, la universidad y el acuario Aquas, con sus famosas ballenas. Esto creó cientos de trabajos permanentes y atrajo estudiantes y familias con niños a vivir a la ciudad en la que una tercera parte de los residentes superaba los 65 años de edad.
Otra lección que podemos aprender de Japón es la necesidad de velocidad. El programa de gasto de Japón tuvo lugar durante casi toda una década, y tanto tiempo jugó en su contra. En lugar de un gran impulso durante 18 o 24 meses, el elevado tiempo redujo el efecto del estímulo y exacerbó cualquier efecto negativo de la inversión privada durante ese período de tiempo.
Quizás lo más importante es que la experiencia de Japón con el gasto público revela que algunas de las mejores oportunidades de estímulo no provienen de las infraestructuras. Según el Times:
En retrospectiva, Japón debería haber construido obras públicas que solucionaran los problemas a los que se enfrenta hoy, como el envejecimiento, la energía y los recursos alimentarios, mencionó Takehiko Hobo, catedrático emérito de finanzas públicas de la Universidad de Shimane en Matsue, la principal ciudad de Shimane. «Esta obsesión con construir carreteras es una reliquia de una época anterior.»
Y no sólo puede el estímulo poner a nuestro país sobre la pista de abordar prioridades nacionales urgentes, sino que hay estudios que indican que este tipo de gasto tiene el mayor efecto estimulante sobre la economía:
La experiencia japonesa también parece servir de argumento para el gasto destinado a promover intensamente el desarrollo social. Un informe de 1998 del Japan Institute for Local Government (Instituto Japonés para el Gobierno Local), un grupo de política de investigación sin ánimo de lucro, descubrió que cada billón de yenes, es decir, 11,2 miles de millones de dólares, gastados en servicios sociales como el cuidado de los mayores y pagos mensuales de pensiones suponían 1,64 billones de yenes en crecimiento. La financiación para colegios y educación suponía un estímulo aún mayor de 1,74 billones de yenes, según el informe.
Pero cada billón de yenes gastado en proyectos de infraestructuras en los 90 aumentó el producto interior bruto japonés, una medida del tamaño de su economía conjunta, únicamente en 1,37 billones de yenes, fundamentalmente creando empleos y otras mejoras como la reducción del tiempo de los viajes.
Por tanto, la inversión en programas sociales puede ser más efectiva que el estímulo de las infraestructuras. Pero no solo los programas sociales, la Information Technology and Innovation Foundation, un comité de expertos que estudia la política de tecnología e innovación publicó un informe que descubrió que 37 mil millones de dólares de inversiones en alta tecnología podrían generar cerca de un millón de puestos de trabajo. Las oportunidades de inversión en tecnologías que aumenten la productividad mientras se crean miles de trabajos no se pueden ignorar.
Francamente, creo que hemos perdido una oportunidad muy grande de aprender sobre el problema y las soluciones japonesas cometiendo dos enormes errores en cuanto a la gestión de la inversión pública, por un lado gastando en obras innecesarias (Plan E) y por el otro cortando el grifo cuando más se necesita. Esperemos que estos errores no nos lleven a una década perdida…
¿Qué opináis acerca del gasto público actual? ¿Debería reactivarse en infraestructuras productivas pese a que perjudique al déficit?