La noticia de que la Academia China de Ciencias no encuentra científicos extranjeros de suficiente experiencia y valía para dirigir la actividad del radio telescopio más grande del mundo, a pesar del jugoso sueldo de 1,2 millones de dólares anuales, me ha hecho pensar en lo que debe significar para un proyecto importante la presencia en el mismo de una figura internacional que avale al mismo y le de proyección internacional. Algo así como lanzar un mensaje a los tuyos diciéndoles: “uno de los mejores del mundo está en el proyecto ¿lo vas a criticar tú que eres de aquí al lado?”.
Indudablemente ese debe ser el enfoque que ha movido al Paris Saint Germain a mover ficha para hacer frente al mayor fichaje de la historia, por cuantía económica, en la historia del fútbol, o del deporte, o de cualquier actividad humana.
Y es que 222 millones de euros por hacerse con los servicios de un chaval de 25 años durante los próximos 5 años se me antoja excesivo. Sobre todo, pensando que estos 222 millones de euros son solamente la cláusula de rescisión del contrato del chico: ahora hay que contratarlo, pagarle un salario acorde a su cláusula (unos 30 milloncejos anuales netos, teniendo en cuenta que, en Francia, el 75% de su sueldo se irán a impuestos), pagar primas (para empezar la del padre y agente, de 40 millones de euros), impuestos, etc. Resumiendo, que el montante final se puede ir a los 600 millones de euros a lo largo de esos 5 años de duración del fichaje.
Esto significa que la rentabilidad obtenida por este fichaje ha de ser, al menos, de 120 millones de euros anuales. Evidentemente, los ingresos por la venta de entradas al estadio son ridículas comparadas con los ingresos generados con las ventas de productos como camisetas (y cualquier objeto en el que se pueda imprimir el nombre del brasileño), o los contratos publicitarios (que ya sabemos que los futbolistas son los que mejor se afeitan o se duchan, mejor huelen y mejores coches aconsejan –usar, usan otros-), o bien incluso la obtención de alguna de las competiciones futbolísticas a nivel europeo, bien jugosas debido a los contratos millonarios de las televisiones.
Aun así, la cantidad es astronómica y sólo tiene su explicación por el efecto positivo para las finanzas que puede suponer el hecho de haberle arrebatado una estrella a uno de los grandes intocables del futbol europeo.
Sólo para hacernos una idea de la cifra, podemos decir que esos 222 millones de euros podrían pagar más de 620.000 noches en camas de hospital, o pagar los sueldos de un año de varios miles de médicos y enfermeras. O bien financiar la lucha contra la hepatitis C dentro de la estrategia nacional que se está desplegando este 2017, así como garantizar las campañas de vacunación de la gripe durante los próximos 15 años. En definitiva, que hablamos de una cantidad que supondría el 10% del presupuesto sanitario del gobierno.
Sin embargo, este fichaje no deja de tener sus aristas por varios motivos:
- La alarma generada por el hecho de estar viviendo una burbuja (otra más) en el mercado de los fichajes futbolísticos. Los jugadores ya no son tanto deportistas como productos de márketing y a los clubes ya no les mueve la gloria deportiva, sino la del rendimiento económico. Por tanto, hablamos de empresas y de trabajadores cualificados altamente especializados, cuya sola presencia ya crea valor añadido a la marca, quedando la gloria deportiva para otras especialidades menos lucrativas.
- Por otro lado, la propia financiación del fichaje abre una puerta que tiene que ver más con la política que con el deporte. Y es que el PSG no tiene un dueño al uso. Pertenece a Qatar Investmen Authority (QIA), un fondo soberano de inversión creado en 2005 por Hamad bin Khalifa Al-Thani, entonces emir catarí. Su cara visible es el presidente y director general, Al-Khelaïfi, quien también dirige los canales deportivos de Bein Sports, franquicia deportiva de Al Jazeera.
Por tanto, la fuente de financiación del fichaje son los petrodólares provenientes de un estado en entredicho como es Qatar, cuyo objetivo podría no ser otro sino resituar su posición en el tablero global -tras el boicot de Arabia Saudí y sus aliados- y lavar la imagen de un régimen que pisotea los derechos humanos. Eso explicaría la continua inyección de dinero en el club parisino, 500 millones antes de la llegada del brasileño.
Como también podría ser que la negativa del Barcelona a convertirse en una marioneta de los qataríes fuese la explicación de la marcha del jugador, a pesar de que el Barça haya recibido más de 200 millones de euros en patrocinios o que en el Mundial de Qatar se nombró a Xavi embajador oficial y el propio Guardiola, que jugó dos temporadas en el emirato árabe, ha llegado a calificar a Qatar como un país “abierto”.
Hay que recordar que, en 2.014, la UEFA ya sancionó al PSG por violar las reglas del fair play financiero con una multa de 60 millones y restricciones a la inscripción de nuevos jugadores. Sin embargo, la sanción fue levantada al año siguiente. Ahora ha vuelto a jugársela, con lo que la investigación de la UEFA está en marcha.