Los ayuntamientos recaudaron 2.625 millones en 2015 por la plusvalía municipal, ¡el doble que antes de la crisis inmobiliaria!. Ahora el Tribunal Constitucional ha dictaminado que sólo es aplicable si hay beneficios pero no si hay pérdidas, como dicta el sentido común. Este es uno de esos tributos que nuestros gestores políticos se sacaron de la manga para intentar cuadrar unas cuentas que no salen. Y es que a nivel ayuntamientos es muy típico encontrarse con pueblos y ciudades que en la época de la burbuja creyeron que los ingresos de entonces serían eternos y no sólo construyeron de más, también contrataron en exceso y en muchos casos hasta elevaron en demasía los salarios. Llegó la crisis, bajaron los ingresos y dejaron de construir pero no pudieron ni reducir personal ni reducir sueldos, algo que sí hicieron las empresas. Esa ha sido la gran diferencia que ha llevado a que el número de empleados públicos se haya mantenido en los últimos 10 años mientras se perdían en el sector privado y a que la deuda de las administraciones públicas se haya multiplicado casi por 3 mientras la privada y la de las familias ha descendido más de un 25%.
¿Es bueno, es malo? Pues depende cómo se mire pero una cosa es evidente: antes o después habrá otra crisis y lo que debemos aprender de la última es que hay que estar preparados y para ello hay que prevenir. Y prevenir es no gastar todo lo que se ingresa -y algo más- como se hace ahora sino lo contrario: tener un volumen de deuda reducido y planificar pensando en lo peor. Si la crisis nos ha afectado tanto a los españoles a pesar de que hemos tenido la inmensa “suerte” (gracias a partir de números muy bajos) de haber podido aumentar en 700 mil millones nuestra deuda pública y de ese modo mantener el grueso del estado del bienestar (sanidad, pensiones, educación, infraestructuras, empleados públicos, los 426€ etc.), ¿qué pasará en la siguiente si la empezamos debiendo más de un billón de euros? Y que nadie dude que antes o después habrá otra crisis, son cíclicas y aparentemente inevitables, así que sólo queda por saber su intensidad.
Pensaréis que soy muy pesimista pero no es así, yo creo que balance del sistema económico actual es muy positivo: nunca hemos sido tantos humanos en el planeta y nunca hemos vivido mejor, nunca hubo tantos ricos y nunca hubo menos pobres… pero es muy mejorable y nunca será perfecto porque el hombre no es perfecto. Está bien aspirar a ello pero la Historia nos enseña que nos equivocamos una y otra vez. Hasta el momento todas las previsiones apocalípticas han sido superadas (aunque eso no significa que no vayan a ser posibles en un futuro cercano, claro) pero no me refiero a si finalmente se acaba el petróleo y no tenemos sustituto o a si se derretirán los polos y se inundarán todas las ciudades costeras o a si el agua dejará de ser potable por la contaminación, tan solo digo que es seguro que habrá otras burbujas -y con su estallido otras recesiones- porque la vanidad humana no ha cambiado como también sé que seguirá habiendo guerras. Por supuesto ojalá me equivoque pero la mejor manera de evitar sus efectos es que se gobierne como si otra crisis fuera a suceder mañana. Y para ello hay que tener las cuentas no sólo cuadradas entre ingresos y gastos, incluso tenerlas con superávit.
Por supuesto no hay nadie que esté dispuesto a asumir ese coste político. Ni con la difícil situación que teníamos en 2012 fueron aceptados los recortes y la “austeridad”, según vaya mejorando la economía menos paciencia tendrán los votantes. Al final al votante medio le da igual el déficit o la deuda pública, quiere ver que sus impuestos se destinan a medidas que pueden apreciar. Ya pasó en Marbella con Gil y Gil que fue 11 años alcalde: dejó el ayuntamiento en quiebra endeudándolo a tope pero le votaban masivamente porque valoraban como positivo lo que hacía con un dinero que pertenecía a los marbellíes de hoy que aún están pagando por aquellos excesos del pasado. Eso puede pasar en España si no empezamos a pensar de otro modo. Los españoles debemos votar por buenos gestores y éstos son los que piensan no sólo en su reelección, sino en el futuro del país. Ahí sí que soy pesimista…
Y es que es contraproducente pensar que porque estamos en una frágil época de expansión económica que todos sabemos tendrá fecha de caducidad, debemos aumentar en exceso el número de empleados públicos (como acaba de anunciar el gobierno), o dar más pagas o no reducir el gasto en pensiones. Si llega otra crisis y no hemos ajustado los gastos fijos de las administraciones públicas ni hemos reducido la deuda pública, como los ingresos se desplomarán al caer la actividad económica –como hemos visto estos años- no podremos afrontar el aumento de gastos sociales y acabaremos quebrando o siendo intervenidos… Yo no soy liberal porque estoy a favor del estado del bienestar europeo y creo que hay que defenderlo pero está en serio peligro en España si no lo blindamos en épocas de expansión como la actual. Porque si nos creemos de nuevo más ricos de lo que somos y lo hinchamos artificialmente ahora tirando de más endeudamiento, lo perderemos en la próxima crisis. Y ésta puede venir más pronto de lo que pensamos.