Según un viejo refrán castellano el PSOE está viviendo en sus carnes la frase “Para este viaje no se necesitan alforjas”. La RAE indica que se usa para señalar que se han usado demasiados medios para lo que se ha obtenido, señalando que un resultado es pobre.
Tras el lamentable espectáculo que culminó con la dimisión del secretario general del partido ante su cerraba en banda en el “no es no”, resulta que ahora, la Gestora del mismo se enfrenta a un importante sector del PSOE que sigue enrocando en la postura del anterior secretario y reclama una consulta de las bases antes de tomar una decisión que conlleve la entrega de la presidencia al PP.
El caso es que el partido del gobierno en funciones tampoco está para muchos bailes. Tras 300 días desde las elecciones de diciembre del año pasado, el panorama se muestra agridulce para Rajoy y sus colaboradores (por ahora, que la justicia decidirá si deben ser llamados algunos de ellos “secuaces”). Por un lado, la descomposición del PSOE y la encrucijada a la que se parece enfrentar Podemos, arrojan un buen resultado en las encuestas, aumentando casi 5 puntos porcentuales la intención de voto, con una abstención estimada del 35%.
Pero el comienzo del juicio contra la trama Gürtel no deja de dar golpes a la línea de flotación del partido gobernante. Y aunque buena parte de los hechos se dieron bajo el gobierno de Aznar (herencia en diferido, que se diría), no son pocos los históricos, algunos de gran peso que no dejan de salir en las declaraciones del señor Correa.
Según éstas, Bárcenas gestionaba contratos de obra pública a cambio de comisiones del 2% o 3%. En la época de José María Aznar, en la que Correa centró las actividades de la red corrupta, el ministro de Medio Ambiente fue Jaume Matas (este es otro que aparece por todos lados) y el de Fomento Francisco Álvarez Cascos. El primero bastante tiene con intentar parar el resto de las causas, tanto juzgadas como las que tiene pendientes. El segundo ya se ha defendido agriamente (marca de la casa) diciendo que tales acusaciones de amaño de contratos son inverosímiles, ya que los concursos son resueltos por mesas de funcionarios de la dirección general correspondiente, de la Intervención del Estado y de la Abogacía del Estado. Siendo el resultado de adjudicación “público y transparente”, como no podía ser de otra manera desde que tal proceso se automatizó bajo su gestión, para evitar la discrecionalidad.
De sus declaraciones también sale mal parado Jesús Sepúlveda, el exmarido de la exministra Ana Mato. Reconoció que le regaló viajes, fiestas y hasta un coche, a cambio de poder trabajar en la organización de las campañas electorales.
Luego todo se torció, con la llegada de Rajoy, y el polémico empresario tuvo que trasladar su actividad a Valencia, codo a codo con Francisco Camps.
El caso es que, uniendo sus declaraciones, que apartan a Rajoy de la trama corrupta, a las declaraciones de Soraya Saenz de Santamaría, que ha dicho que los procesos judiciales corresponden a hechos acaecidos hace años y que no pueden interferir en la formación actual del Gobierno, el PP se acerca a la mayoría absoluta en unas encuestas que le dan ganador en una nueva cita electoral.
Aun así, con un bagaje de más un centenar de encausados y varias causas separadas, el caso Gürtel deja una costosa factura de 120 millones de euros a cuenta del contribuyente, de los que 19 millones de euros corresponderían a contratos con la Comunidad Valenciana y otros 93 con Ayuntamientos madrileños como el de Majadahonda, Boadilla del Monte, Arganda del Rey y Pozuelo de Alarcón. Al margen de este cálculo quedarían los contratos que el Partido Popular podría haber firmado con las numerosas empresas que manejaba Correa.
Y así es como Rajoy “el impertérrito”, sorteando los obstáculos a fuerza de no se sabe si tranquilidad porque lo tiene todo controlado o tranquilidad porque no tiene ni idea de cómo salir del trago, podría estar a las puertas de su nombramiento como Presidente. Y todo ello a pesar de Gürtel, de las mentiras de Soria, del atrincheramiento de Rita Barberá, de haber perdido tres ministros en estos trescientos días de gobierno en funciones, a los que no ha podido sustituir, de su amigo Bárcenas (que ya se verá cómo se las gasta), del desplante al Rey al no querer presentar su candidatura a Presidente del Gobierno, de la sede de su partido construida con dinero negro y de todos los recortes, casos Bankia, rescates a grandes empresas y amenazas de sanciones e intervenciones de la Unión Europea.
Quizás sea porque, a pesar de todo, los demás lo han hecho aún peor. El PSOE con sus problemas identitarios y la sombra de la corrupción en Andalucía que podría sumar más de 3.000 millones de euros defraudados. Podemos con su discurso fuera de tono, sus iniciativas peregrinas y su cerrazón a facilitar nada. Y Ciudadanos, como buen partido de centro, diluyéndose entre unos y otros, porque cuando estás en medio las bofetadas te llueven de todas partes, aparte de que la moderación en las propuestas no es algo premiado en política.
El caso es que me reitero en que no hacían falta tantas alforjas para este viaje.