Parece ser que la maldición del número trece tiene su origen en la última cena de Jesucristo con los doce apóstoles, en la que fue delatado: se cree que si se sientan a comer trece personas en una misma mesa, una de ellas morirá antes de un año. Pero lo cierto es que está resultando ser un número muy bueno para los hipotecados a tipo variable en Europa sin suelo ya que son trece los meses que de forma ininterrumpida está bajando la media mensual del Euribor. En el fondo ha seguido la tónica general y acostumbrada que se espera en una crisis tan profunda como la que estamos viviendo, ya que siempre las autoridades han optado por bajar los tipos de interés buscando con ello reactivar la economía. Lo extraño de este proceso fue precisamente que se iniciara tan tarde la tendencia bajista, cuando ya llevábamos un año de crisis.
Otro aspecto poco habitual es que si bien el Euribor en estos 13 meses ha pasado de estar de “casi al 5.50%” a “casi el 1%” otros índices y productos financieros apenas han variado. Por ejemplo, hace 13 meses el barril de crudo estaba a 96$ pero durante octubre de 2008 bajó a 68 luego la media de aquellos días no estaba demasiado alejada del precio actual. El Ibex cerró el 1 de octubre de 2008 a 11.182 y el €/$ a 1.41, niveles no muy diferentes de los actuales. Eso demuestra que lo que resultó ser un sinsentido fue la subida del tipo del Euribor en un contexto de crisis mundial, y no su bajada.
El motivo para que aquello ocurriera se puede resumir con una sola palabra: pánico. La desconfianza era tan grande y los miedos tantos que todo lo que fuera algo relacionado con la liquidez se disparaba de precio. Hace 13 meses, poco después de la quiebra de Lehman Brothers, la volatilidad tocó máximos y la aversión al riesgo mínimos. Fue la época en la que los inversores más cobardes sólo querían activos del Tesoro norteamericano a corto plazo, y aún el 19 de septiembre de 2008 éste tuvo que garantizar el valor liquidativo de todos los fondos monetarios para evitar una estampida. ¿Cómo se pudo llegar a esa situación?
Nassim Nicholas Taleb, publicó en 2007 “El cisne negro”, en donde dice que sólo podemos predecir lo obvio y jamás el cambio. Taleb lo pone con el ejemplo del cisne negro: Durante mucho tiempo se pensó que todos los cisnes eran blancos porque la observación había acostumbrado al hombre europeo a que así eran las cosas. Hasta que en Australia apareció un cisne negro y hubo que revisar todo. Según Taleb nadie predijo ningún cambio sísmico en la historia humana: Desde el advenimiento del cristianismo hasta la caída del comunismo o los atentados del 11 de septiembre, sucedieron sin que nadie los anticipara, aunque a posteriori se construyó una narrativa explicativa llena de causas que volvían inevitables estos fenómenos. Y hace una reflexión inquietante:
Si no podemos anticipar lo más importante, ¿qué sabemos?
Es por eso que cuando –entre otros muchos acontecimientos- un banco considerado AAA de repente quiebra nos encontramos con un cisne negro que desconcierta totalmente. Y es que a veces olvidamos que, como dice Jon Danielsson (de la London School Economics):
El dinero no es algo completamente real. El dinero es la promesa de que uno va a poder comprar algo. Igual que el dinero que uno tiene depositado en el banco. Uno tiene una promesa de que el banco va a pagar. Si el banco quiebra, la promesa deja de existir.
Otro factor que explica El extraño y volátil caso del año 2008 es que si es relativamente fácil fundamentar la realidad de la producción y el consumo, es mucho más complejo comprender tanto los famosos activos tóxicos como los derivados (contratos a futuro apostando al valor que tendrá un activo: materia prima, hipotecas, moneda, etc), ya que en 2007 se calculaba que el PIB mundial (todo los bienes y servicios que produjo el mundo) era de 63 billones y en ese mismo año se estimaba que el mercado de los derivados era de 596 billones, casi 10 veces más que lo que producía el planeta.
Ese fue el caldo de cultivo para los máximos históricos del Euribor, en la creencia por parte de los bancos de un mercado financiero donde el conseguir fondos iba a ser algo casi imposible. Y precisamente la bajada del Euribor llegó cuando la liquidez dejó de ser un problema gracias a todas las facilidades de liquidez de BCE que han hecho posible algo impensable: que el interbancario –al menos de momento- no haga falta. El cénit de toda esa inyección de liquidez llegó el 25 de junio de 2009 cuando BCE otorgó a todos los bancos comerciales europeos que lo solicitaron (en concreto 1121) 442.240.500.000 € que no tendrán que devolver hasta el 1 de julio de 2010 y que, junto con la que hubo en septiembre y la que habrá en diciembre, deberían servir para que los bancos no vuelvan a verse apurados por no disponer de fondos.
Es evidente que esta bajada del Euribor ha posibilitado que mejore la situación económica de muchos hipotecados a tipo variable y que toda esa liquidez ha repercutido en que las grandes empresas puedan endeudarse de nuevo, los bancos puedan emitir preferentes y deuda subordinada y las acciones se beneficien de ello. Es decir, ha vuelto una relativa calma. Pero si miramos cifras macroeconómicas lo cierto es que estamos bastante peor que hace 13 meses: Sólo en España según la EPA y a falta de este último mes se han perdido los últimos 4 trimestres 1.476.200 empleos, el déficit presupuestario se ha disparado, muchas pymes han tenido que cerrar y las que no están en peor situación, la deuda pública ha aumentado un 50% respecto al PIB (del 38% al 57%), PIB que es inferior al de hace 13 meses en un 5% aproximadamente. Además, la bajada del Euribor no ha conseguido reanimar el mercado de la vivienda como había ocurrido en otras ocasiones, en parte por la dificultad de obtener nuevas hipotecas pero también porque hay mucha oferta –por el exceso de los últimos años- y poca demanda –por el paro y por lo caros que siguen resultando los precios en relación a los salarios.
En resumen, por mucho que la crisis y la bajada del Euribor estén relacionadas, lo cierto es que un Euribor bajo no está sirviendo para reactivar la economía pero su encarecimiento pondría la situación bastante peor y reduciría la mayor esperanza que tenemos –al menos en España- para una futura reactivación del consumo: el ahorro