A veces los rumores y leyendas urbanas se acaban convirtiendo en realidad, un ejemplo es el que contaba de la existencia de una tarjeta muy especial, de color negro que se ofrecía sólo a muy altos cargos y celebridades, otorgandoles poder ilímitado y acceso a tiendas de prestigio. El rumor se originó porque a los clientes con grandes gastos se les otorgaba una tarjeta negra de información que, si bien no era una tarjeta de crédito, contenía telefonos importantes, tales como números de American Express Viajes y Servicios.
Aunque los rumores eran falsos, American Express decidió sacar provecho de ellos en octubre de 1999, con el lanzamiento de la Tarjeta Centurión, disponible a determinados titulares de su tarjeta Platinum. Posteriormente sacaron la “American Express Black” todavía más exclusiva ya que sólo se ofrece por invitación, supone una cuota inicial de 5.000 dólares, más 2.500 anuales de mantenimiento y para tenerla, hay que gastar un mínimo de 250.000 dólares anuales con la tarjeta. Casi nada.
En el mismo año que salió la tarjeta Centurión, Asía estaba inmersa en una crisis financiera (tal y como nos cuenta el New York Times y os resumo aquí) y al gobierno surcoreano se le ocurrió animar a los bancos a emitir tarjetas de crédito al mayor número de personas posible con la finalidad de aumentar el gasto del consumidor (así como facilitar la recaudación de impuestos, lo que hubiese sido más difícil de controlar en una economía predominantemente de efectivo).
Aquello supuso una locura en las calles de Seúl ya que se encontraban llenas de distribuidores de tarjetas de crédito, prácticamente regalándoselas a estudiantes universitarios, desempleados, y en resumen, a cualquiera que tuviese tiempo de rellenar una solicitud. De alguna manera el país se estaba alimentando a la fuerza las deudas de sus habitantes.
Los surcoreanos se engancharon de manera tan sorprendente al plástico que en el año 2003 ya poseían una media de cuatro tarjetas de crédito cada uno, y sus deudas totales alcanzaban casi los cien mil millones de dólares. Las tarjetas tenían un encanto adicional como símbolo de estatus, debido a que antes, en Corea del Sur, solamente la élite tenía acceso a ellas.
Pronto le llegó la cuenta de descubierto a muchos surcoreanos. Un rápido aumento en el crimen y en la prostitución llevo a los sur coreanos a lamentarse de su “sociedad en quiebra”. Finalmente, después de que millones de personas hubiesen dejado de pagar sus recibos, el gobierno intervino para ayudar a salir del apuro a LG Card, el principal emisor de tarjetas del país.
No sé si esta historia os es bastante familiar, si cambiamos este tipo de tarjeta “Subprime” por hipotecas “Subprime” (que en el fondo no dejan de ser dos tipos de créditos) nos encontramos ante la misma situación que se ha vivido en Estados Unido y Europa. Por un lado los consumidores quieren cada vez más cosas que no pueden pagar y los bancos se vuelven locos por darles créditos.
Aunque hay ciertas peculiaridades que tiene la economía surcoreana que conviene conocer para entender mejor su coyuntura. En la década de los 60, el gobierno surcoreano había nacionalizado los bancos y dividido los recursos del país entre un puñado de empresas, incluyendo Samsung, Hyundai y LG. Estos conglomerados, propiedad de familias, conocidos como los “chaebol” , dominaban la economía. A principios del 2000, las divisiones de Samsung y LG, compitieron con fuerza en el nuevo mercado.
Incluso hoy en día, a pesar de los esfuerzos de las anteriores administraciones presidenciales para disminuir el poder de los chaebol, sigue siendo común que un surcoreano se despierte en una cama fabricada por Samsung en un apartamento construido por Samsung, comer comida fabricada por Samsung y conducir un coche fabricado también por Samsung hasta la oficina de una filial de Samsung.